Las estatuas parecían más solemnes que nunca... Los cielos se oscurecieron desdibujando las nebulosas... Una niebla se abrió en el círculo de piedra...
Los guardas custodios de la rosa permanecían silenciosos con el eco de sus voces entre los minerales que brillaban misteriosamente en la oscuridad de Sovngarde, portadores de belleza y poder infinitos... La rosa se encontraba en algún lugar de ese laberinto de piedra guardada por magia ancestral que ni siquiera los dioses antiguos podían conjurar. Las leyendas olvidadas por nuestra estirpe maldita narradas en lenguas antiguas desvelaban el poder de la rosa y cómo conseguir sus dones, pero no quedaba nadie vivo que pudiera invocarla en este mundo... Caminar sin rumbo era la única forma de acabar con la pesadilla de sus voces. Las bestias salvajes me rodeaban invisibles, pero solo eran miedos de mi mente en un recóndito lugar de mi interior donde solo reinaba la oscuridad. ¿Y qué es la oscuridad para un linaje maldito más que el lugar al que pertenece su corazón? Voces. Gritos. Las bestias están junto a mi al otro lado del velo en la tormenta... Tenía que encontrar la rosa entre las estatuas en su santuario, estuviera donde estuviera, y las bestias no podrían detenerme con sus macabras retahílas de hechizos malignos porque mi destino era aquella flor incólume de poder. Y la encontraría para liberar tu corazón del vacío. Y la encontraría para liberar el mío de la culpa por vivir un destino de oscuridad en medio de las bellas nebulosas...
Y las estatuas se iluminaron súbitamente en la niebla, porque había demostrado ser digna de encontrar y portar la rosa mística. Las luces me guiaban a la eternidad, al fragmento de cristal en el camino de plata con el que cortaría la rosa de su altar para poder liberar el destino y la profecía... Las voces de las bestias aullaron tratando de disuadirme para que no lo hiciera pero ya había llegado demasiado lejos en mi senda... Tomé el trozo de cristal y en la tormenta corté la rosa que se unió a mi mano. La magia comenzó a fluir y la visión se reveló ante mis ojos. Tenía que llevar la rosa sana y salva al lugar del sacrificio. Las estatuas me dieron sus bendiciones y me alejé del altar. El camino de plata brilló bajo el manto de estrellas fugaces. Los vientos antiguos susurraron entre las voces enigmáticamente. Me alejé en silencio dejando que las nebulosas me iluminasen...
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