El sol del atardecer iluminaba la estancia del jardín y relucía en la túnica y el rostro de Akinom otorgándole un aire de divinidad que hacía que Ark-los perdiese conciencia de la realidad. Era tan bella por fuera como hermosa era en su interior, no podía olvidarla y dejar que Hahsuc se uniera a ella. Jamás.
- No me mientas... no ignoras lo que siento por ti, sabes que te quiero desde el día que mis ojos se posaron sobre ti en El Cairo, porque ese día conocí a una joven destinada a ser reina de un imperio y de mis sueños...
- Ark-los... -susurró la joven con un hilo de voz.
- Me enamoré profundamente de tu mirada, de tu elegancia, de lo natural que eras a pesar de tu dinastía, de todas tus virtudes y todos tus defectos... te amo, y sabes que nunca te lo he dicho porque nuestros destinos no han nacido para ser uno...
- Ark-los...
Las palabras de la joven se desvanecieron en sus labios cuando el consejero le dio un beso. Fue algo tan inesperado y a la vez tan deseado que lo único que pudo hacer fue abandonarse a él. El sol se ocultó mientras los jóvenes se besaban y la luz de las primeras estrellas brilló en el firmamento haciendo que el jardín resplandeciese con misteriosa belleza.
Hahsuc paseaba por la silenciosa estancia aguardando a su prometida. Solo oía el sonido del agua de la fuente que adornaba el jardín y con una sonrisa recordó la leyenda de Narciso. Podía tener a cualquier mujer que se le antojara, pero quería a la futura reina de Imlan. Y si no se rendía a todos sus deseos, la haría su Eco...
- ¡Mi seño... ¡oh!
La sacerdotisa irrumpió en el lugar pero guardó silencio cuando vio que Hahsuc se hallaba solo.
- Buenas noches, Kârmne... Por lo que veo seguís apareciendo en palacio sin anunciar vuestra presencia...
- Lo siento, señor. Venía a ver a Akinom.
- ¿No puede esperar? -contestó él con su acostumbrada petulancia.
- De todos modos veo que no está aqui... -¿Y si lo golpeaba? pensó.
- Ha ido a hablar con ese consejero... volverá enseguida. ¿Dónde está mi hermano?
- Con la señorita que le presenté.
En aquel instante una ligeramente ruborizada Akinom surgió de entre las sombras.
- Querido... -dijo con voz suave y soñadora.
- ¿Akinom? ¿Estás bien, mi amor?
La joven sonreía. Kârmne la conocía demasiado bien, algo había pasado con Ark-los. Sin embargo, parecía que Hahsuc no podía ver nada más allá del "amor" que la reina le profesaba.
- Si, no ocurre nada. No volverá a importunarnos. Le ha quedado muy claro cuál es su lugar y cuál es el mío...
Akinom eludía la mirada de su sacerdotisa porque sabía que leería su mente y entonces no podría disimular su alegría.
- Kârmne venía a decirte algo... aunque preferiría que lo dejase para más tarde y pudiéramos estar un rato a solas... -dijo Hahsuc con una voz tan seductora que le dieron ganas de dar rienda suelta a su hilaridad. ¿Cómo podía ser tan increíblemente pretencioso?
- Lo mejor será que la deje hablar. Si no, no habrá forma de que nos dejen por fin solos... -respondió a su vez con tono persuasivo.
- Está bien... te espero -guiñó un ojo el.
La joven reina se alejó junto a su sacerdotisa y ésta se cercioró de que nadie pudiera escucharlas.
- Mi señora, estáis en peligro mortal.
- Pero qué tacto, Kârmne... -contestó Akinom, demasiado cautivada por lo ocurrido como para que su mente encontrase sentido a aquellas palabras.
- Lo digo muy en serio. Am-näir es una traidora.
- No niego que sea verdad...
- ¡Akinom! De veras, tenéis que huir.
La mirada de su señora era misteriosa, ocultaba algún secreto y sonreía enigmáticamente.
- No abandonaré mi reino... aunque es cierto que pronto emprenderé una travesía por el desierto...
- ¿Con..?
- Mi futuro consorte -sonrió la joven.
Kârmne miró a Hahsuc, que en aquel momento contemplaba su reflejo en el estanque ensimismado. Akinom negó casi imperceptiblemente.
- ¡Me alegro por vos! ¿Cómo vais..?
- No puedo decirte más, Kârmne. Volveré, pero exigiré una prueba de amor a mi "prometido" que le llevará hasta los confines del desierto, entre las dunas, para liberarme... No puedo decir más. Lo sabrás cuando sea preciso.
- ¿Y qué haré en vuestra pirámide?
- ¡Oh..! Ese plan sigue en pie... -rió Akinom.
- Perfecto... -sonrió malévolamente la sacerdotisa.
Tras aquello, Kârmne les dejó solos y Hahsuc trató de seducir con todos sus encantos a la reina de Imlan.
- Por fin... creía que nunca se iría...
- Ahora es mucho más romántico, querido... mira las estrellas...
- ¿Qué quería Ark-los?
- Nada... realmente nada. No perdamos más tiempo... -susurró ella mirándole con amor.
La sacerdotisa recorría los amplios pasillos de palacio muy ufana. En cuanto Berthal tomara la poción que le ocultaría en el aperitivo... jajajaja, ¡no podía esperar!
- Ya verá eshe engrhreídhro, qute mhe grndafnd... -murmuraba para sí de forma ininteligible.
Mientras caminaba volvió a notar la tablilla de Fe-âh-do entre los pliegues de su túnica. Volvió a sacarla una vez más, se escondió tras un cortinaje y se puso a leerla.
- No puede ser tan difícil... y a lo mejor es bueno descifrarlo antes de que Akinom... Un momento...
Las palabras en mayúscula no tenían ningún sentido, pero las iniciales...
La suerte estaba con ella. Justo cuando Hahsuc había tratado de besarla y antes de que tuviera que buscar la forma de apartarle, su hermano había aparecido y había empezado a relatarle su tarde con la preciosa muchacha que Kârmne le había buscado. Hahsuc estaba encantado, aunque quería pasar tiempo con Akinom. La joven logró librarse de él prometiéndole que la próxima noche tendrían una estancia para ellos solos y dar rienda suelta a su pasión... El se lo había creído y ella por fin había podido retirarse a sus aposentos...
- ¡Mi sehñogjrah!
Su sacerdotisa venía hacia ella a toda prisa.
- ¿Kârm..? -la adivina la obligó a entrar en sus aposentos y cerró la puerta.
- Shwu prromhethidod es un bhasgtdardo...
- ¿Qué?
- Hahhfsuk ehs un bhastardgo... -dijo Kârmne sofocada.
- No te entiendo, respira...
- Hahsuhk es un basthardo...
- ¿Hahsuc... un bastardo? ya sabemos que es un indeseable... -respondió Akinom.
- ¡Feh-hâ-do..! La tablhiya...
Las palabras cobraron sentido repentinamente en la mente de Akinom. Si Hahsuc era un bastardo... su reino...
- Imlan jamás será suyo -terció la futura reina con profunda seriedad. Aquello lo cambiaba todo.
La luz de los primeros rayos del sol iluminaba su pirámide en la lejanía dándole una apariencia majestuosa. La suave brisa del desierto borraba sus huellas, nadie sabría qué camino proseguir para buscarla en aquel inmenso océano de arena.
- ¿Conoces el camino? -preguntó Ark-los.
- Si, sabría llegar con los ojos cerrados. Mi "prometido" tendrá que venir a buscarme... y en algún momento me encontrará... -susurró.
Sus ojos brillaban con el fuego de la venganza y Ark-los sonrió. Entre la orgullosa Akinom y su maléfica sacerdotisa aquellos enemigos bastardos jamás conquistarían Imlan..
Dedicado a Mónica, ¡feliz cumpleaños guapísima!
Hahsuc paseaba por la silenciosa estancia aguardando a su prometida. Solo oía el sonido del agua de la fuente que adornaba el jardín y con una sonrisa recordó la leyenda de Narciso. Podía tener a cualquier mujer que se le antojara, pero quería a la futura reina de Imlan. Y si no se rendía a todos sus deseos, la haría su Eco...
- ¡Mi seño... ¡oh!
La sacerdotisa irrumpió en el lugar pero guardó silencio cuando vio que Hahsuc se hallaba solo.
- Buenas noches, Kârmne... Por lo que veo seguís apareciendo en palacio sin anunciar vuestra presencia...
- Lo siento, señor. Venía a ver a Akinom.
- ¿No puede esperar? -contestó él con su acostumbrada petulancia.
- De todos modos veo que no está aqui... -¿Y si lo golpeaba? pensó.
- Ha ido a hablar con ese consejero... volverá enseguida. ¿Dónde está mi hermano?
- Con la señorita que le presenté.
En aquel instante una ligeramente ruborizada Akinom surgió de entre las sombras.
- Querido... -dijo con voz suave y soñadora.
- ¿Akinom? ¿Estás bien, mi amor?
La joven sonreía. Kârmne la conocía demasiado bien, algo había pasado con Ark-los. Sin embargo, parecía que Hahsuc no podía ver nada más allá del "amor" que la reina le profesaba.
- Si, no ocurre nada. No volverá a importunarnos. Le ha quedado muy claro cuál es su lugar y cuál es el mío...
Akinom eludía la mirada de su sacerdotisa porque sabía que leería su mente y entonces no podría disimular su alegría.
- Kârmne venía a decirte algo... aunque preferiría que lo dejase para más tarde y pudiéramos estar un rato a solas... -dijo Hahsuc con una voz tan seductora que le dieron ganas de dar rienda suelta a su hilaridad. ¿Cómo podía ser tan increíblemente pretencioso?
- Lo mejor será que la deje hablar. Si no, no habrá forma de que nos dejen por fin solos... -respondió a su vez con tono persuasivo.
- Está bien... te espero -guiñó un ojo el.
La joven reina se alejó junto a su sacerdotisa y ésta se cercioró de que nadie pudiera escucharlas.
- Mi señora, estáis en peligro mortal.
- Pero qué tacto, Kârmne... -contestó Akinom, demasiado cautivada por lo ocurrido como para que su mente encontrase sentido a aquellas palabras.
- Lo digo muy en serio. Am-näir es una traidora.
- No niego que sea verdad...
- ¡Akinom! De veras, tenéis que huir.
La mirada de su señora era misteriosa, ocultaba algún secreto y sonreía enigmáticamente.
- No abandonaré mi reino... aunque es cierto que pronto emprenderé una travesía por el desierto...
- ¿Con..?
- Mi futuro consorte -sonrió la joven.
Kârmne miró a Hahsuc, que en aquel momento contemplaba su reflejo en el estanque ensimismado. Akinom negó casi imperceptiblemente.
- ¡Me alegro por vos! ¿Cómo vais..?
- No puedo decirte más, Kârmne. Volveré, pero exigiré una prueba de amor a mi "prometido" que le llevará hasta los confines del desierto, entre las dunas, para liberarme... No puedo decir más. Lo sabrás cuando sea preciso.
- ¿Y qué haré en vuestra pirámide?
- ¡Oh..! Ese plan sigue en pie... -rió Akinom.
- Perfecto... -sonrió malévolamente la sacerdotisa.
Tras aquello, Kârmne les dejó solos y Hahsuc trató de seducir con todos sus encantos a la reina de Imlan.
- Por fin... creía que nunca se iría...
- Ahora es mucho más romántico, querido... mira las estrellas...
- ¿Qué quería Ark-los?
- Nada... realmente nada. No perdamos más tiempo... -susurró ella mirándole con amor.
La sacerdotisa recorría los amplios pasillos de palacio muy ufana. En cuanto Berthal tomara la poción que le ocultaría en el aperitivo... jajajaja, ¡no podía esperar!
- Ya verá eshe engrhreídhro, qute mhe grndafnd... -murmuraba para sí de forma ininteligible.
Mientras caminaba volvió a notar la tablilla de Fe-âh-do entre los pliegues de su túnica. Volvió a sacarla una vez más, se escondió tras un cortinaje y se puso a leerla.
- No puede ser tan difícil... y a lo mejor es bueno descifrarlo antes de que Akinom... Un momento...
Las palabras en mayúscula no tenían ningún sentido, pero las iniciales...
La suerte estaba con ella. Justo cuando Hahsuc había tratado de besarla y antes de que tuviera que buscar la forma de apartarle, su hermano había aparecido y había empezado a relatarle su tarde con la preciosa muchacha que Kârmne le había buscado. Hahsuc estaba encantado, aunque quería pasar tiempo con Akinom. La joven logró librarse de él prometiéndole que la próxima noche tendrían una estancia para ellos solos y dar rienda suelta a su pasión... El se lo había creído y ella por fin había podido retirarse a sus aposentos...
- ¡Mi sehñogjrah!
Su sacerdotisa venía hacia ella a toda prisa.
- ¿Kârm..? -la adivina la obligó a entrar en sus aposentos y cerró la puerta.
- Shwu prromhethidod es un bhasgtdardo...
- ¿Qué?
- Hahhfsuk ehs un bhastardgo... -dijo Kârmne sofocada.
- No te entiendo, respira...
- Hahsuhk es un basthardo...
- ¿Hahsuc... un bastardo? ya sabemos que es un indeseable... -respondió Akinom.
- ¡Feh-hâ-do..! La tablhiya...
Las palabras cobraron sentido repentinamente en la mente de Akinom. Si Hahsuc era un bastardo... su reino...
- Imlan jamás será suyo -terció la futura reina con profunda seriedad. Aquello lo cambiaba todo.
La luz de los primeros rayos del sol iluminaba su pirámide en la lejanía dándole una apariencia majestuosa. La suave brisa del desierto borraba sus huellas, nadie sabría qué camino proseguir para buscarla en aquel inmenso océano de arena.
- ¿Conoces el camino? -preguntó Ark-los.
- Si, sabría llegar con los ojos cerrados. Mi "prometido" tendrá que venir a buscarme... y en algún momento me encontrará... -susurró.
Sus ojos brillaban con el fuego de la venganza y Ark-los sonrió. Entre la orgullosa Akinom y su maléfica sacerdotisa aquellos enemigos bastardos jamás conquistarían Imlan..