28 diciembre 2016

The cry of the wolf

Orav esperó ilusionado intentando no dar saltitos de emoción. ¡Por fin se volvería el gran guerrero brujo de la aldea!

Hacía frío, ya llevaba varios minutos esperando y nada. Seguía siendo un niño. Cogió una rama, trató de usarla de varita mágica y nada. Nada de nada. Estornudó.

- ¡Me ha engañado! ¡Me he engañado! ¿Cómo puedo ser tan idiota conmigo mismo? Seguro que el Orav mayor sabía que me tomaría la poción cuando no debía y por eso me dio un licor o cualquier otra tontería...  Bueno, licor no, no me siento borracho... -gritó frustrado y a punto de tener una pataleta- ¡Me largo a mi casa!

El niño se marchó tan enfadado que ni siquiera se acordaba del lobo que merodeaba por los alrededores. Unos grandes ojos ambarinos que le observaban, en cambio, si se acordaban de él. El lobo siguió sigilosamente al niño hasta llegar a un claro en el bosque y cuando se cercioró de que no había nadie, gruñó.
Orav se dio la vuelta y pegó un respingo. Otra vez aquel lobo enorme. Ante su sorpresa, el lobo se le acercó lentamente y se encogió sobre sí mismo para dar paso a un hombre de gran estatura con una capa morada brillante, unos pantalones verdes muy llamativos y una especie de casaca roja. Parecía un mago de los que venían a la aldea a hacer trucos...

- ¡Hola, hola, hola, pequeño Orav! ¡Te esperaba!

Orav no sabía qué decir así que guardó silencio.

- Disculpa mi porte, voy de incógnito.

El pequeño entrecerró los ojos.

- Me refiero que llevo unos cuantos meses vagando por los bosques en busca de magia oscura para erradicarla y no he tenido mucho tiempo para hacerme con ropajes... he ido cogiendo de aquí y de allá lo que necesitaba. Y menos mal que he ido perfeccionando mis transformaciones para no aparecer desnudo, jajaja...
- Vaaale... -le dio la razón Orav como a los locos.
- Mira esto.

El hombre extraño, cuyos ojos eran grandes y ambarinos también en su forma humana, le hizo una fantástica demostración de magia y lucha. Orav se quedó fascinado y por primera vez sintió respeto por él.

- ¿Te has tomado la poción, eh? Siempre fuiste un niño muy díscolo... Suerte que cuando te la di por primera vez ya eras mayor y conociéndote no me fié de ti y la destilé de manera que solo te diera el poder una vez alcanzaras la madurez física y mental adecuadas...
- ¡Oye! ¡eso es trampa!

El hombre soltó una carcajada y el niño se enfurruñó aún más.

- Me llamo Thÿowin y puedo ser tu maestro si me aceptas. Soy un noble guerrero versado en el arte de la guerra y pertenezco al pueblo, aunque suelo ausentarme por lo que ya te he contado y espero que mantengas en secreto. Tu madre es una mujer de carácter, no se opondrá a que seas guerrero...
- ... pero es mejor que no conozca lo de la magia, sí. No quiero que me riña.
- Jajaja, ¡así es! ¿Entonces querrás ser mi discípulo?

Orav meditó por unos instantes. Conocía a la gente del pueblo y no conectaba especialmente con ninguno de los guerreros... Todos le miraban como si fuera demasiado joven, pero este hombre estaba dispuesto a aceptarle como aprendiz, así que suponía que no le quedaba otra... Y parecía simpático...

- Vale. Sí, señor.
- Muy bien, pues tengo tu primera misión. No quiero aparecer así en la aldea, de modo que búscame algún ropaje digno de un guerrero que viene de luchar contra las fuerzas del mal. O al menos algo decente. No quiero ir a hablar con tu madre con este aspecto...
- ¿En serio? Está bien...

Solo porque era un lobo, que si no... ¿Habría más como él?

Orav iba sumido en sus pensamientos y decidió robar algo de ropa al herrero. Unos ropajes marrones serían adecuados y el hijo de aquel hombre parecía tener una talla semejante a Thÿowin. Cuando volvió al bosque su maestro se cambió y al punto pareció una persona muy diferente, distinguida y versada en el noble arte de la guerra.

- Así está mejor... Ahora, vamos a tu casa. ¡Aunque primero pasaré a saludar a mis parientes!


Tras la alegría de su familia por el reencuentro y una opípara merienda de la que Orav insistía en escapar porque al fin y al cabo se había escabullido de casa y su madre ya estaría echándole de menos y pestes, por fin fueron hasta su casa.

- Mi madre me va a regañar...-se lamentó.
- ¡No te preocupes, yo me encargo! -le animó Thÿowin.
- ¡Orav! ¿¿Dónde te habías metido?? ¡Escaparte de casa sin decir nada!
- ¡Señora, que bella está usted..!
- ¡No me vengas con paparruchas, Thÿowin! ¡Meses y meses lejos de la aldea y luego vuelves como si nada y secuestras a mi hijo!

Orav no entendía el valor de su madre para hablarle así a un guerrero que sabía que había matado a enemigos en la guerra... ¡A ver si tenía que ser su aprendiz!

- No he secuestr...
- ¡No me interrumpas! ¿Cómo estás, hijo? ¡Llevas meses fuera! -exclamó preocupada y mirando al joven por todas partes para comprobar si tenía alguna herida o cicatriz.

Después de hablar por un rato y explicarle que tenía interés en educar a su hijo, su madre, para sorpresa de Orav, aceptó. Luego dijo que sería una buena forma de meterle en cintura y quitarle los pájaros de la cabeza y Orav comprendió.

- ¡Muy bien! Pues tu instrucción comenzará mañana al amanecer, antes de la escuela.
- ¿Tendré que madrugar? -gimió el niño.
- ¡Los enemigos no descansan! -rió su madre mientras él volvía a enfurruñarse.


A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol aún no habían despuntado porque el día volvía a ser nublado, Orav se reunió con Thÿowin, que tenía algunas ramas preparadas para enseñarle a usar la espada, un pequeño arco para practicar puntería y varias dianas y un amplio espacio en la cuadra para poder simular luchas.

- ¿Aquí... vamos a practicar? -preguntó Orav dubitativo mirando los caballos que relinchaban y las gallinas correteando por el corral.
- Bueno, es invierno y hace frío, cuando despeje practicaremos fuera junto al resto de discípulos y maestros. De momento este sitio está bien. Mi familia es humilde...
- "No te dejes seducir por el oro ni las riquezas" -recordó que había dicho su yo mayor. Pero entre eso y una cuadra...
- ¿En qué piensas? -preguntó Thÿowin, curioso.
- Nada, nada... estoy listo para empezar.
- Muy bien. Pues siéntante -invitó el guerrero- porque te voy a contar la historia de la Madre Diosa.


Dedicado a Álvaro, ¡feliz cumpleaños majo!

27 diciembre 2016

Chulel

Los arqueólogos llevaban horas examinando la cámara concienzudamente pero no habían encontrado nada que pudiera explicar la maldición bajo la cual parecía encontrarse su compañero de expedición.

- ¿Qué piedra preciosa será esta? Parece ámbar...-murmuró una de las chicas acariciando los muros.
- El ámbar es una resina fósil, dudo que sea eso -dijo Pichu.

- A mi me inquietan más éstas imágenes de nativos de otras partes del mundo... ¿Cómo podían conocerlos? -preguntó otra.
- Bueno, el Machu Picchu es una llaqta construida antes del S.XV, para aquel entonces los españoles estaban a punto de descubrir América, pero ya sabemos que otros nativos de otras zonas habían llegado a este lugar mucho antes... -continuó Pichu.
- Ilumínanos... -murmuró el arqueólogo que le caía mal. Pichu fingió no oírle pero le apetecía muchísimo churrascarlo un poco... Como se pusiera tonto...
- ¡Mirad, creo que he encontrado algo!

En uno de los huecos de las paredes la piedra parecía ligeramente erosionada. Uno de los jóvenes introdujo el dedo en un agujero y pegó un grito.

- ¿Qué ocurre? -exclamó Pichu, preocupado.
- ¡He tocado una telaraña! ¡Qué asco!

El grupo rió y el joven al que habían desmayado con la electricidad del pokémon despertó justo en ese instante.

- ¡No toquéis mi tumba!

Pichu se giró rápidamente y le miró a los ojos, que brillaban con un extraño tono dorado, mientras el silencio reinaba en la estancia.

- ¿No debería tener una voz cavernosa o algo así? -susurró casi imperceptiblemente el arqueólogo listillo. Pichu le lanzó una mirada furibunda.
- ¿Quién eres?
- Soy Viracocha, el esplendor originario, Señor Maestro del Mundo.
- Y ya tenemos dos locos en el grupo... -suspiró el joven. Pichu volvió a mirarlo mal.
- Dinos, gran Viracocha, primera divinidad de los peruanos, cuyo culto... supone un concepto de lo abstracto y lo intelectual... solo destinado a la nobleza...
- Deja de andarte por las ramas y leer en el móvil, Pichu ¿Qué quieres? -preguntó el arqueólogo.
- ¿Cómo osas tratarme así? ¡Mi ira os llegará a través de Inti con terribles desgracias! -gritó el chico.

Algunas de las chicas soltaron chillidos de terror y su arqueóloga favorita se acercó al joven.

- Tranquilo... yo soy Pacha Mama, la Madre Tierra... puedes hablar conmigo... -trató de convencerlo.
- Y yo Mama Quilla, esposa de Inti, Madre Luna, madre del firmamento... -dijo otra de las chicas entendiendo a su amiga.

- No reconozco vuestros rostros... -dijo el joven.
- Ahora yo le digo que soy Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, y busco el Chulel, no te fastidia... -murmuró el listillo- ¡Guerra de deidades!
- Yo soy parte de su corte terrenal de Amautas -afirmó Pichu sin hacerle caso- enseño matemáticas, cosmovisión andina, normas morales, religiosas, históricas...
- El Iluminado, noble Viracocha -dijo el arqueólogo con voz burlona.
- En serio, como sigas así Pichu...
- ¡Pi! -corroboró el pokémon.
- ¡Pichu!

Pichu y el pokémon miraron al joven Viracocha, cuyos ojos parecían desprender electricidad a su vez.

- ¡Pi! ¡chu! ¡pi, pi, pi!
- ¡Mi pequeño amigo!

El pokémon saltó a brazos de Pichu y se escondió en su regazo.

- Habéis atado a uno de vuestros dioses, humanos desagradecidos. Nosotros bendecimos vuestras existencias... ¡Mama Quilla, Pacha Mama! ¡Soltadme!

Nadie sabía qué hacer porque temían cómo pudiera reaccionar aquel joven.

- Estáis bajo un influjo maligno, señor...

No tenía que haber dicho eso.

- ¡Cómo! Mama Quilla, señora de los mares y los vientos, ¿Qué decís? ¡eso es imposible! -dijo el chico mientras intentaba soltarse de sus ataduras- las maldiciones son para los humanos que osan retar a sus dioses y desobedecerlos...
- ¡Pi, pichu!
- ¿Qué hace Chuqui illa en brazos de ese Amauta?
- Chuqui illa... -repitió Pichu.

Quizá eso tenía sentido. El rayo. No, el relámpago. La deidad que controlaba la lluvia, el granizo y los relámpagos. Mediador entre las fuentes de agua y la población...

- Y puede ser que por eso desaparecieran, porque aquella misteriosa enfermedad... -murmuraba en voz baja- tengo que apuntar esto en mi diario... mi tessooro...
- A ver, ¿Quién cree que Pichu debería estar al margen de esta expedición? ¡No está en sus cabales! ¡Vamos! -propuso el arqueólogo listillo.
- Yo no provocaría a un tío que tiene a un Pichu en brazos...
- ¡Atadle! -ordenó Pichu.

Esta vez el resto del grupo le hizo caso y entre todos redujeron al joven arqueólogo, que estaba muy descontento y no entendía nada.

- ¡Seguís a ese lunático! ¡Estáis todos locos!
- Ponedle un bozal, digo... tapadle la boca con un trapo. ¿Y tú qué haces con la mano ahí metida?

Antes de que pudieran reaccionar y sin que nadie lo esperara, el arqueólogo que había encontrado un pequeño agujero en la pared había seguido hurgando en ella hasta abrir un orificio mayor y había dado con algún tipo de mecanismo que parecía un botón. La cámara comenzó a temblar y Viracocha empezó a recitar versos sobre la destrucción de la humanidad que según él le transmitía el conocimiento sobre el futuro de Inti.

- Bien, perfecto. Había una puerta en la cámara y se ha cerrado. A este paso y con todos los que somos nos quedaremos sin oxígeno... pronto.

El arqueólogo optó por no decirle a su jefe que eso era bastante obvio y que para ser "maestro de matemáticas" no tenía mucha idea...

- ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó una de las chicas, asustada.
- ¡Que el gran Pichu nos guñliieee! -trató de acabar la frase el arqueólogo con un calcetín en la boca.
- ¿Le habéis metido un calcetín usado? Pobre, tampoco merecía eso... -se compadeció Pichu.
- ¡No! Lo llevaba en la mochila por si llovía, está limpio -respondió el chico que le había tapado la boca.
- ¡Eso ahora no importa! ¿Cómo salimos de aquí? -chilló otra de las chicas con un deje de histerismo en la voz.
- ¡Eh! ¡He encontrado otro botón!

Sin que nadie pudiera evitarlo, el chico presionó la palanca hacia abajo.


Dedicado a Javier, ¡feliz cumpleaños neno!

25 diciembre 2016

Yuletide

Un año agridulce de renacimiento como el ave fénix. ¡Felices fiestas y próspero año nuevo!


Dedicado a mis amigos, por todo.

19 diciembre 2016

Amarantine

Dos días habían pasado desde el encuentro de Wherynn con el Nöh y no había ocurrido nada especial. Por turnos, entrenaban con sus nuevos poderes; Wherynn había mejorado considerablemente con su don de fuego hasta adquirir incluso cierta puntería; Srynna lanzaba salvajes ráfagas de hielo cristalizado por doquier sin apuntar a nada en concreto por si los Nöh aparecían de improviso (o eso decía para justificar su falta de destreza) y Jeanpo había estado practicando por su cuenta con los pobres campistas que osaban dormir en el Parque Azëbera ya que a las chicas no les gustaba cómo les hacía sentir su poder (¡Esa es la idea! solía exclamar él).

- Estás muy pensativa... ¿pasa algo? -preguntó el guerrero a Wherynn, que tenía la mirada perdida y cada vez estaba más meditabunda.
- No es nada, solo me preocupa que Sry nos acabe haciendo daño -sonrió mirando a la chica, que trataba de congelar pequeñas piedras del suelo y lograba helar la hierba y todo lo que había a su alrededor. No convenció a su amigo, y realmente le había mentido. Trataba de entender por qué la ardilla cotilla les había dado una nota de los Nöh advirtiéndoles de sus planes. ¿Tendría que ver con el joven que se había encontrado? Un suspiro escapó de sus labios al pensar en él y no pasó desapercibido para Jeanpo.
- ¡Ala, ya está! -exclamó Srynna- lo dejo por hoy. Me duelen los pies y estoy cansada, solo quiero una buena comida y dormir un rato...
- Pues espero que quieras algo frío, me toca ir a por leña y no me apetece nada... -bostezó Wherynn.
- Te toca, te aguantas. 
- Si queréis puedo ir yo... -se ofreció Jeanpo, caballerosamente.
- ¡No! Es el primer paso para acabar en la anarquía.

Ambos rieron con la ocurrencia de Srynna y Wherynn se levantó para ir a por la madera. 

- Si te encuentras con "alguien" espero que seas prudente... -amenazó Jeanpo.
- ¿O si no me escupirás? Entendido -dijo la chica alejándose y haciéndoles gestos de burla.

En realidad deseaba encontrarse con él y que le contara por qué actuaba como lo hacía. Por qué le había contado esa historia y luego se había ido. Los pensamientos vagaban inconexos por la mente de Wherynn, que recogía madera sin prestar atención a lo que estaba haciendo y entonces ocurrió. El crujir de unas ramas. La silueta alta y encapuchada.
No sabía qué hacer. Como se... Oh, genial, se había quitado la capucha. Ya la había liado. Sus profundos ojos oscuros, su pelo aún más desgreñado, sus labios... y su vestimenta negra. Estaba claro que era un Nöh. El joven le hizo una seña para que lo siguiera y ella, en guardia, lo obedeció. El Nöh se detuvo ante unos brezos, se agachó y ella le imitó. Buscó entre los arbustos violáceos y pronto lo vio. Un hermoso dije de oro con un blasón desconocido labrado.

- ¿Pero qué..? -antes de que pudiera reaccionar, el Nöh la tomó de la mano izquierda, donde se encontraba grabado el mapa cósmico de Thöw y juntos tocaron el dije, que brillaba a la tenue luz del sol.


Año 2016 D.C. Parque Azëbera. 

- ¿Qué..?
- Tranquila, no pasa nada.

Otra vez esa preciosa voz...

- ¿Cómo que no pasa nada? ¿A dónde hemos viajado? A qué época -preguntó la chica, tratando de identificar cambios significativos en el paisaje
- Año 2016. No hacía falta irse lejos, y el siete es el número mágico por excelencia...

Wherynn no sabía si atacarle con su fuego o... o atacarle "con su fuego". Ni por qué hacía bromas en un momento tan serio (Jeanpo estaría orgulloso de ella, por fin se lo tomaba en serio) ni por qué entendía esa lengua lejana y él la suya...


Año 2009 D.C. Parque Azëbera. 

- ¿No tarda mucho Whers? -preguntó Jeanpo, inquieto.
- No creerás que se ha cruzado otra vez con ese Noh... 
- En serio, deberíais intentar esforzaros por pronunciarlo bien...
- ¿Qué más da? No vamos a matarles con nuestra elocuencia -suspiró Srynna.
- Tú desde luego no...
- ¡Silencio, mortal! ¿Vamos a buscarla?
- Si, será lo mejor. Y vete preparada para cualquier eventualidad...

La ardilla cotilla los observó fijamente y los siguió.


Año 2016 D.C. Parque Azëbera. 

- ¿Por qué me has traído aquí? -cuestionó Wherynn.
- Era la única forma de hablar con vos, ahora que todo ha terminado.
- ¿Qué quieres... quiere decir?

El Nöh la miró fijamente con una sonrisa siniestra y atractiva y ella trató de concentrarse.

- Tus amigos han muerto.

Wherynn se quedó mirándolo fijamente, el joven la miró con culpabilidad y asintió.

- Habrá una masacre cuando mi clan trate de robaros la piedra; lucharéis con valentía pero ellos darán la vida por ti, el Mapa Cósmico. Y para nosotros es especialmente importante que ese guerrero muera... No es un destino que yo haya elegido. Me llamo Ikcn; mi padre era un Nöh de alto rango y mi madre una simple campesina a la que... Bueno, cuando nací me arrebataron de sus brazos y acabaron con su vida. Ellos mismos me lo contaron, pues la sangre no corre por sus venas y se enorgullecen de sus atrocidades. Les odié desde entonces pero supe fingir que les era leal, buscando el momento idóneo para escapar. Sin embargo, no es tan fácil...
- Es una vida entera de servicio o la muerte... -murmuró Wherynn.
- ¿Como lo sabes? -preguntó él, curioso y extrañado.
- Nada, una novela... No importa. Continúa.
- Traté por todos los medios de encontrar la manera de huir y traicionarles, hasta que comenzaron los viajes en el tiempo. Al principio no lo entendíamos muy bien, pero mi clan decidió conquistar todas las épocas y someter a todos los pueblos. Y sentí que la mejor manera de traicionarlos era impidiéndolo. Esa es mi historia -acabó.
- ¿Y qué tengo yo que ver con todo esto? ¿Y qué es eso de que mis amigos han muerto?

El joven la tomó suavemente de la mano y dibujó unas finas líneas en su palma cósmica, que se iluminaron en sangre mientras ella se estremecía contra su voluntad. Esperaba que no lo hubiera notado.
- El guerrero es clave para la destrucción de los Nöh. La leyenda narra que un joven de corazón valiente junto a dos diosas terrenales, el Mapa Cósmico y la Reina de la Destrucción, acabarían con los Nöh en el vigésimo primer siglo de nuestra era junto a un poderoso mago, Thöw. Mi hermano.

Wherynn sonrió ante la descripción de Srynna, "La Reina de la Destrucción". Con lo bruta que era le iba que ni pintado... pero...

- Tu... ¿¿tu hermano?? 
- Compartimos madre pero los Nöh ignoran su existencia y nuestro vínculo, al igual que él. Es hijo legítimo de un conciliábulo de hechiceros de gran poder que lucha contra los Nöh desde hace generaciones. Mi abuelo, es decir, nuestro abuelo, me lo contó. Es uno de los magos supremos y supo que podía confiar en mí, pues sabe leer las almas.
- ¿Y por qué no se lo contó a Thöw?
- Ignoro sus designios, pero dijo que la venganza le apartaría de su verdadera senda. El piensa que mi madre murió en el parto al igual que su bebé...
- Tú... ¿Y por qué sabes que han muerto si la lucha aún no ha sido?
- Mi abuelo me concedió el don de la visión. No estáis preparados, y tú, diosa cósmica, debes enseñarles el poder.
- ¿Yo? ¿Cómo?


Año 2009 D.C. Parque Azëbera. 

- ¡¡Wherynn!! ¡¡Whers!! -gritaba Jeanpo.
- ¡Ay, seguro que la han secuestrado! -chilló Srynna.
- ¡No digas eso! ¡Wherynn!

- Tengo un mal presentimiento... -murmuró la joven.


Dedicado a Jeanpo, ¡feliz cumpleaños majo!

05 diciembre 2016

Oniros

Existen mundos más allá de la imaginación... Donde los pensamientos cobran vida y los deseos no tienen censura... Donde la mente vaga libre y las ideas se entremezclan en un sinfín de posibilidades...

Ëdpôr era uno de los hermanos misteriosos y olvidados de Morfeo, dios del sueño. Uno de los mil Oniros, hijos de Nix. Como todos los Oniros, vivía en las oscuras playas del extremo occidental del Océano en una caverna del Érebo que poseía dos puertas: una de cuerno, de la que surgían los sueños auténticos, y otra de marfil, que solo creaba sueños con mentiras. Morfeo, dios de los sueños, su hermano Fobétor, portador de pesadillas y sueños proféticos, y Fantaso, que dominaba los sueños en los que aparecían elementos inanimados de la naturaleza tales como rocas, agua y árboles, eran los únicos que podían aparecerse a los reyes, mientras que Ëdpôr, como el resto de los mil Oniros, aparecía en los sueños de los mortales.

Sin embargo, lo que más le fascinaba era contemplar la mente humana en toda su magnitud. Los sueños permitían a aquello seres liberarse de sus ataduras terrenales y dejar volar su imaginación, que si bien estaba dominada por los Oniros, en ocasiones alcanzaba cierta lucidez que les permitía saber que se encontraban en un sueño. Y ese era su cometido; Ëdpôr era el portador de los sueños lúcidos, en los que se ocultaba tras apariencias diferentes para ver cómo los seres humanos actuaban cuando se sentían a salvo de la muerte y actuaban con total libertad a su voluntad.

Aquella noche, tras el ritual iniciático de la oscuridad y los sueños, se situó frente a las dos puertas. Quería un sueño real que contuviera mentiras, pero nunca había sabido cómo fundir ambas puertas para crear un sueño tan poderoso. Nunca lo había mencionado a sus hermanos, pues eran leyes prohibidas de los dioses, pero deseaba probar aquella idea... ¿imposible? Esperó a que todos se hubieran ido de la caverna portando sus sueños y contempló inmóvil ambas puertas. No podía abrirlas a la vez ni podía invocarlas al mismo tiempo. Si abría una la otra se sellaría, y no podía atrapar los sueños. Pensó en aquellos nudos con plumas hermosamente tejidos que usaban los humanos, los cazasueños, pero solo servían para atrapar pesadillas y no quería que su hermano Fobétor sospechase de sus ideas. Solo podía contar con su ingenio y su imaginación.

Pasó un tiempo contemplando ambas puertas y meditando. Nunca había tratado de ver qué había más allá. Cómo surgían los sueños, de los que ellos eran simples guardianes. No podía reconocer que envidiaba a los seres terrestres, que podían vivir aquellas fantasías mientras él solo podía ser parte de ellas sin realmente estar allí. No entendía su propia existencia...

Sus hermanos sabían que era diferente. Portador de sueños lúcidos mientras ellos creaban y dominaban a sus designios. Temían que algún día se revelase y divulgara todos sus secretos provocando la ira de los dioses. Pero Ëdpôr nunca les traicionaría, porque se estaría traicionando a sí mismo. Aún así no acababan de entender su personalidad, tan única, tan diferente a la del resto... No parecía un Oniro, sino algo más... Y él sabía qué era, pero no pensaba decirlo. Era su secreto, el enigma que jamás desvelaría...

Seguía mirando a las puertas mientras su mente divagaba. Ya había escogido a quién enviaría su sueño lúcido. Era una joven de la que se había hecho amigo en sueños. No la visitaba a menudo para que nadie sospechase, pues los Oniros no podían establecer vínculos con los seres humanos. Pero ella también era diferente. No pertenecía a su mundo, al igual que él. Y quería probar su mente con aquel sueño real lleno de falacias para ver cómo reaccionaba. Si distinguía la fantasía de la realidad. Porque Fantaso solía acudir a sus sueños debido a su personalidad y él no podía pasear por ellos tanto como querría...

Pensó en abrir la puerta de cuerno y atrapar un sueño. Si lograba cautivarlo, quizá se mantuviera estable el tiempo suficiente como para engañar a la puerta de marfil y poder abrirla a su vez. Pensó en invocar a Érebo, la oscuridad, para que ocultase su acción, pero no confiaba en él. Quiso confiar en Nix, la noche, pero no creía que fuera a guardar silencio ante los otros dioses. Hipnos podría entenderle, pero temía a su gemelo Tánatos. Tras mucho meditarlo, se decidió por él.

Como en un sueño, se trasladó al palacio de Hipnos, en una cueva oscura donde el sol nunca brillaba. A su entrada vio amapolas y otras plantas hipnóticas, y miró en derredor cerciorándose de que Nix no se encontrara cerca. Entró al lugar atravesando las flores y procuró tener cuidado de no pisar las aguas del Lete, el río del olvido que fluía por su interior.

El palacio era majestuoso; tallado en piedra oscura y provisto de mil puertas, entró por la de los sueños lúcidos a la espera de que su padre le concedieran audiencia.

- Entra, hijo mío.
- Hola, padre.

Hipnos estaba desnudo, mostrando sus alas, y pudo ver una sonrisa a través de su barba en un rostro muy parecido al de su hermano. Estaba junto a su cuerno de opio inductor del sueño, un tallo de amapola, una rama de la que goteaba rocío del río Lete y una antorcha invertida.

- Qué gusto verte, Ëdpôr -saludó Tánatos. El joven no pudo evitar un escalofrío ante su oscuridad.
- Querría hablar con mi padre a solas... -dijo titubeante.
- ¿Qué te trae por nuestro palacio de oscuridad? Vuestras visitas no son habituales... ¿ocurre algo en el reino mortal de los sueños?
- ¿Alguien que se resista a rendirse al Hades? -preguntó Tánatos- porque mi visita sería mucho más placentera que la de las Keres... -susurró.
- Necesito hablar con mi padre a solas -insistió Ëdpôr. Tánatos le dedicó una sonrisa oscura y se retiró de la estancia.
- Habla, hijo mío. ¿Qué es lo que deseas? -preguntó Hipnos con una sonrisa.


Dedicado a Pedro Soares, ¡feliz cumpleaños I don't dance!

01 diciembre 2016

The Lost Tales II


Tale II: The Cursed Queen

Mi segunda vida transcurrió en el esplendor del Antiguo Egipto hace siglos y la oscuridad regió mi destino... Nací en el seno de la corte, hija de faraones y sangre real, y viví en Alejandría, la  cuna del conocimiento en la época. Me educaron para ser una gran reina y estudié literatura, música, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina; hablaba egipcio, griego, sirio, arameo y latín.

Mi padre falleció siendo yo muy joven y comencé a reinar tras desposarme con uno de mis hermanos. Mi hermosura era incomparable y mi inteligencia superaba a todas las mujeres de mi época. Mi talento natural provenía del entendimiento del Antiguo Oriente, la refinada Grecia y la cultura moderna de Roma, que se imponía entonces sobre el mundo conocido... La Biblioteca de Alejandría era mi refugio, así como los museos y palacios de bellas artes, donde tenía el placer de hablar con eruditos de otros lugares civilizados. Allí fue donde le conocí; tenía la impresión de haberle encontrado en otra vida anterior y nuestra conexión fue inmediata hasta el punto que le convertí en mi amante, pues lo que sentíamos no podía describirlo con palabras. Mi amor por él era correspondido y ese fue el inicio de mi perdición...

Las sacerdotisas de mi oráculo predijeron que una gran desgracia caería sobre mi y sobre mi reino si me unía a aquel joven. Nuestro amor seria eterno pero imposible, pues pertenecía a una dinastía guerrera que pretendía conquistar las costas de Egipto y destruir todo lo que encontrara a su alrededor, incluida nuestra gran civilización, sus conocimientos e incluso su magia... Nosotros no queríamos renunciar a nuestros sentimientos y desoímos sus palabras, desafiando las leyes de la naturaleza y consumando nuestro amor puro.

Los magos de mi pueblo invocaron a las fuerzas de los dioses para retenerme y la maldición cayó sobre mi cuando asesiné a mi hermano para poder desposarme con mi verdadero amor. Incluso yo era capaz de ver los malos augurios en las constelaciones, pero ni siquiera eso pudo disuadirnos. Nos amábamos y sabíamos que nos habíamos amado en una época anterior, porque algo tan puro y majestuoso no podía pertenecer a este mundo y permanecer silenciado. Los sacerdotes nos condenaron y quisieron acabar con nuestras vidas, pero si habíamos de morir lo haríamos juntos según nuestros deseos. Escogimos la estancia más silenciosa de palacio y nos hicimos morder por una cobra egipcia, sellando nuestro final con un beso...


Continuará...