Aquel lugar era tan increíble y majestuoso que le dejó literalmente sin respiración. A continuación se puso a toser como un loco. ¿Quién le mandaba tocar nada y levantar semejante polvareda?
- ¿Estás bien? -preguntó Mama Quilla, preocupada, poniendo una mano en su espalda.
- Si... -respondió con dificultad- A ver si resulta que tengo alergia...
Tras el imponente trono las paredes de piedra se alzaban a gran altura hasta el hueco en la roca por el que se filtraba la luz. No parecía un lugar por el que pudieran escapar, así que miró los alrededores. Un foso relativamente profundo con restos de vegetación seca y antorchas que se mantenían misteriosamente vivas en algunas columnas... ¿Cómo podía ser posible?
- Este lugar... Quiero irme -terció de repente Pacha Mama.
- ¿Por?
- No lo sé... No me gusta...
- ¿Temes la ira de Viracocha? -cuestionó el arqueólogo listillo con sorna.
- ¡No tiene gracia! No sabemos lo que le pasa, y aquí mismo hay una imagen del dios... No puede ser simple casualidad...
- ¡Oh, dios de los báculos! ¡Oh, dios de las varas! No nos hagáis daño...
Pichu emitió unos pequeños rayos en sus mejillas y el arqueólogo guardó silencio al punto.
- Tendrías que ser más respetuoso... La verdad, no sé por qué te dedicas a estudiar antiguas civilizaciones si te vas a reír de sus creencias... -le regañó Pichu.
- Bueno... En fin -dijo el joven mirando hacia otro lado y fingiendo interés absoluto por las piedras.
El joven aqueólogo lo ignoró y paseó por la estancia. Ciertamente la figura de Viracocha era impresionante y le intrigaba especialmente la enorme piedra preciosa que parecía adornar su cuerpo.
- Pichu... Por favor... -dijo Pacha Mama con un hilo de voz.
Pichu la miró con afecto pero pasó de ella. No iba a molestar a los dioses ni a turbar su descanso ni su paz, solo quería respuestas... Respetuosamente, eso siempre. Le devolvió una sonrisa cálida que pareció reconfortar a la chica. Tampoco era cuestión de ser un jefe borde, ¿Es mejor ser temido o amado? De aquí surge la controversia. ¿Ser o no ser? Esa es la cuestión... ¿Pero por qué se ponía a citar mentalmente a Shakespeare y Maquiavelo?
- ¡Eh! Despierta Bella Durmiente, creo que he encontrado algo...
Pichu estaba tan empanado que ni siquiera se sintió ofendido. Aquel sitio despertaba su imaginación y sus pensamientos vagaban en un sinfin de conexiones e hipótesis. ¡Ay, pero cómo le gustaba la arqueología! Bajó hasta donde se encontraba su compañero, cerca del foso, y se agachó donde le indicaba.
- ¿Ves? Esos extraños símbolos...
- "Apu Qun Tiksi Wiraqucha", el nombre en quechua que se le dio durante la época de los evangelizadores católicos, así al añadir palabras a su nombre original recalcaban su calidad de ser supremo.
Estaba orgulloso de sí mismo, ¡Se había acordado! El arqueólogo que le cuestionaba le mirada alucinado.
- ¿Qué?
- Pero... Yo... Solo decía que podíamos usar esas cuerdas...
Entendía su confusión. Lo único que él veía en la roca era una soga atada con nudos de cualquier manera. Él veía un quipu, porque era un Amauta. Así de sencillo .
- Me.. estás diciendo que sabes... ¿leer cuerdas? -preguntó Mama Quilla con renovado respeto.
- ¡Pues claro! ¡Por algo soy el jefe! -presumió.
-¿Y esa qué pone?
El aqueólogo que le caía mal le mostró una cuerda más abajo.
- Esa es una cuerda normal y corriente atada con nudos, ¡No seas estúpido! Pero nos puede servir...
- ¡No, no toques nada! Podría... Despertar una nueva maldición... -suplicó Pacha Mama.
- ¡Oh..! Está bien... De todos modos tenemos cuerda de sobra, no pasa nada, tienes razón.
El joven se levantó y movido por algún tipo de intuición sus ojos se posaron en una pared de lo más sospechoso. Parecía haber sido usada no hacía mucho tiempo (tal vez un par de siglos) y la piedra parecía diferente... Pero no sabía decir en qué...
- Venid, vamos a explorar esta pared.
El arqueólogo listillo rezongó y junto a las otras dos chicas le siguió. Pichu manoseaba las piedras en busca de algo que ni él mismo sabía que podía ser. La piedra preciosa del pecho de Viracocha brilló fugazmente, pero nadie se dio cuenta.
- Mirad por ahí, a ver si encontráis la manera de mover este muro...
- ¿Cómo..?
- ¡No me discutas! Sé que puede moverse, lo sé...
- ¡Pi, pi, pi!
Pichu miró a su amiguito, que había estado muy silencioso. El pokémon le miraba con cariño y entrecerraba sus ojitos en una mueca divertida. ¡Qué gracioso!
- Yo no encuentro nada -farfulló el arqueólogo que le caía mal, cansado.
- Ni yo...
- Pues... ¿Esto servirá?
Algo que parecía una brillante moneda incrustada en la pared relucía ahora que la chica le había retirado la capa de polvo que la cubría.
- Es del mismo material que la "Sala Brillante"... -concluyó Pichu tras inspeccionarla.
- ¿Y tú como lo sabes?
- ¡Tengo ojos! Y soy muy observador... Por cierto, llevas la bragueta bajada.
El joven enrojeció y Mama Quilla pareció decepcionada. ¿Ein?
- Voy a tocarla... -exclamó teatralmente sin saber por qué.
- Yo ya la he tocado y no ha pasado nada... -recordó Pacha Mama.
- ¡Pero tú no tienes poderes..! ¡Poderes... de deducción! -completó Pichu. ¿Quizá la falta de aire puro le afectaba?
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Creo que hay otro botón oculto como este... En algún lugar de la sala.
Los arqueólogos miraron la inmensa estancia.
- ¿Estás de broma? ¡Tardaremos días en examinarlo todo..!
- Está aquí.
Pacha Mama dejó al descubierto otro botón un poco más abajo del primero.
- ¿Y por qué dos? ¿La dualidad? ¿El Sol y la Luna? ¿El Bien y el Mal?
Los ojos de Viracocha en el trono refulgieron un instante.
- Puro instinto... Vamos a apretarlos...
Las chicas ahogaron un grito cuando un tremendo sonido de piedras moviéndose inundó la sala. El eco era insoportable y todos se taparon los oídos, excepto Pichu, que debía seguir tocando los pulsadores para que el muro cediera y estaba medio tarumba. Una fuerte ráfaga de aire fresco llenó la sala y el polvo se levantó cubriendo parcialmente la vista como una terrible neblina.
- ¡Nooo! -gritó Pichu entre estornudos y toses estentóreas saliendo al exterior. Sus compañeros le siguieron sin pensar y de pronto llegaron afuera, a una puerta al pie de unas escaleras.
Dedicado a Javier, ¡feliz cumpleaños salao!
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