28 diciembre 2018

The Unnamed Feeling

Varios años habían pasado y Orav seguía con su adiestramiento. Thÿowin se había convertido en su maestro, en su mentor, y lo más importante, en su amigo. A él le confiaba todas sus tribulaciones, las peleas con su madre, que seguía tratándole como a un niño a pesar de que hacía ya mucho que la superaba en estatura, y sus disyuntivas. Hacía tiempo que había acabado la escuela, pero Thÿowin insistía en que siguiera estudiando las artes liberales mientras se entrenaba. No quería un guerrero cabeza hueca, aunque Orav tampoco veía esencial ser un erudito... Si alguna vez se lo había comentado, se había ganado una buena colleja con algún tomo sobre ciencia, astronomía o incluso una vez, retórica.

- ¿Cuándo alcanzaré, "la madurez física y mental adecuada" para convertirme en lobo? -preguntó un día invernal inusualmente frío.

Thÿowin le miró largamente y suspiró.

- En fin, supongo que vas camino de hacerte un hombre... -Orav hinchó el pecho ufano. También había superado a su maestro en estatura, si bien todavía no era tan fuerte y ágil como él- pero en el fondo sigues siendo un crío...
- ¡Que no! ¡Estoy a punto de alcanzar la mayoría de edad! -protestó el joven.
- ¿Lo ves? Esas rabietas no son dignas de tu edad...
- Es que... tengo mucho carácter, ya me conoces... -se disculpó Orav.
- Pronto, la paciencia es un arte y los caballeros han de conducirse con elegancia...

Y como siempre, le daba largas y le ponía un libro en el regazo. Eso sí que era una dura batalla...



La nieve caía suavemente pero anunciaba ventisca. Orav se arrebujó en su capa y se dirigió al bosque antes de que anocheciera. Su maestro le había pedido unas cuantas hierbas para realizar pociones. ¡Al menos eso sí le dejaba hacerlo! Pero las tontas, las curativas, de aumento de fuerza, restauración de una magia que aún no poseía...

- Que aún soy un crío dice... -comentó para sí cogiendo una rama gruesa de un árbol y dando espadazos con ella- ¿Sabría un crío manejar así una espada?
- Los niños usan palos a modo de espada...

Esa voz. Su amiga, que se había convertido en una bella joven terca como una mula, aparecía de nada para acabar con su amargura. ¿Eh? -pensó sonrojándose.

- Abrígate, te estás poniendo rojo.

Orav se sonrojó aún más y se echó la capucha por encima. Demonios, no podía dejar que supiera sus sentimientos hacia ella...

- ¿Qué haces aquí?
- Pasear... -contestó con un deje de tristeza- ¿Y tú?
- Recoger hierbas para pócimas -dijo el joven dándose importancia.
- ¿Ya eres brujo y te conviertes en lobo? -preguntó ella con sorna.

Solo a ella le había confiado lo de sus futuros poderes -más que nada para que dejara de reírse de él- y le parecía que le había adquirido cierto respeto desde entonces. Pero claro, eso fue cuando eran niños, y el tiempo pasaba y él seguía sin recibir sus dones... Pero la poción se la había tomando y había visto a su yo futuro -eso no se lo había contado por si las moscas- así que todo saldría bien.

- Pronto -dijo con el mismo tono misterioso que usaba Thÿowin. Bueno, el tono de Thÿowin era condescendiente, pero eso a ella no le importaba.
- Oh, ya veo... -respondió ella riéndose- ¿Te importa que te acompañe?
- Claro, una dama no debe viajar sola por el bosque. Bueno, y tú tampoco.
- ¡¡Eh!!

La joven echó a correr detrás de él, que reía a carcajadas. Si, un poco niños todavía eran, ¿pero no era aquello hermoso?


La noche cayó sobre el bosque y una niebla densa comenzó a apoderarse del lugar sutilmente.

- Deberíamos volver -dijo Orav, que amaba mirar las estrellas y contarle todo lo que sabía sobre las constelaciones, pero empezaba a tener demasiado frio.
- No quiero regresar -susurró ella en voz baja.

El joven la miró. Parecía muy triste e incluso... ¿Frágil? Una ternura desconocida se apoderó de él y deseó abrazarla.

- ¿Qué ocurre?

Una lágrima resbaló por la mejilla de su amiga.

- Mis padres... me han comprometido.

Eso sí que no se lo esperaba. Iba a preguntarle si temían que se le pasara el arroz a pesar de que apenas llegaba a la juventud, pero algo le dijo que ese no era momento para bromas. No supo qué decir.

- Es... un viejo rico. Muy, muy viejo. Vive en Ylôwan, en un castillo cerca del rio. Tiene hijos mayores que yo... -contó mientras más lágrimas se apoderaban de sus ojos.
- ¿Y por qué..? -guardó silencio. Realmente no sabía qué decir. Le puso una mano en la espalda.
- No lo sé, al parecer me odian. Y desde luego no quieren descendencia, porque con ese hombre...
- Tal vez esperan que muera y uno de sus hijos te tome.

La joven le miró con odio y no pudo culparla. Aquello había sido una profunda falta de tacto. Suerte que Thÿowin no podía oírle.

- ¿Te parece gracioso? ¡Arruinará mi vida! ¡Jamás encontraré el amor verdadero! -se lamentó ella.
- No sabía que el amor romántico te gustase tanto... De todas maneras... Siempre puedes tener un amante... -Vale, estupendo, le había salido un tono de voz persuasivo que le había dado escalofríos incluso a él. Esperaba que no se hubiera dado cuenta.
- Qué bien, esa es la solución a todos mis problemas... Amantes en la oscuridad -se mofó ella. 
- He dicho "amante" -por un momento le pareció que iba a soltarle un bofetón, pero no lo hizo.
- Tú nunca te enteras de nada... -respondió ella levantándose y alejándose de él.
- ¡Espera, te perderás!
- ¡Conozco este bosque como la palma de mi mano! ¡Podría recorrerlo con los ojos cerrados, llevo caminando por él desde niña! ¡Ojalá fuese una dríada! -exclamó de forma dramática.


Se habían perdido. La niebla era tan densa que apenas podían ver lo que les rodeaba. Orav no había comentado nada acerca de sus palabras pero internamente la culpaba por su cabezonería. Como un caballero elegante, le había dado la mano para que no se separasen y pensaba en cómo hacer un refugio para pasar la noche, porque claramente no encontrarían el camino en medio de la oscuridad. Pero no pensaba darle su capa, hacía un frio que te mueres. Thÿowin estaría orgulloso de él. En parte.

- Lo siento... Estamos en este lío por mi culpa... -se disculpó ella con sinceridad cuando se encontraron bajo la copa de un enorme árbol que les protegería. 
- No pasa nada... La niebla nos ha cogido desprevenidos, nunca pensé que se cerraría con tanta rapidez...
- ¿Crees que habrá lobos?

Su voz no parecía indicar miedo. Más bien... desánimo. Apatía. 

- Si hay lobos hablaré con ellos, pronto me uniré a su manada -dijo guiñándole un ojo. La joven sonrió.
- De momento reunamos ramas, necesito un buen fuego, estoy helada... 
- Sí, te estás quedando un poco morada -dijo él alzando su mano. Su corazón latió con fuerza y se giró rápidamente para disimular.
- No te alejes -suplicó ella.
- Para nada, aquí hay un montón de hojarasca, busca una piedra adecuada...

En poco tiempo lograron encender una hoguera que dio un poco de alegría al lugar, teniendo en cuenta que ya no se veía nada alrededor.

- ¿Ninguna de esas hierbas se comerá, por casualidad? -preguntó ella.
- Ya sabes que sí... Aunque estarían mejor acompañadas de una buena pieza de carne... -suspiró él mientras el estómago le rugía. 
- ¿No puedes invocar un jabalí o algo? -dijo ella con cierto tono de burla. Parecía inusitadamente de mejor humor.
- Ojalá... Thÿowin aún no me ha enseñado hechizos de invocación de comida deliciosa...
- Yo llevo algo de pan encima... Me lo traje para el paseo, lo he amasado yo misma -dijo tendiéndole un trozo.
- ¡Qué rico! -iba a añadir que su futuro marido estaría encantado pero se dio cuenta a tiempo de que sería meter el dedo en la llaga. ¡Qué no maduraba, le decían!

El tiempo pasaba y la niebla se hacía más intensa si eso era posible. Al menos había dejado de nevar, aunque el profundo ramaje del árbol crease una pequeña atmósfera seca y confortable. No habría sido agradable sentarse en el suelo mojado.

- Tengo mucho sueño... -dijo ella, bostezando.
- Ven, vamos a dormir. Nos podemos tapar con los mantos para no pasar frio.

La joven se tumbó a su lado cogiéndole desprevenido, se quitó la capa y se la ofreció para que se taparan. Un sonrojado Orav hizo lo propio con su capa. La joven se abrazó a él y se acomodó en su regazo.

- Que duermas bien, Orav -dijo ella con los ojos cerrados. El corazón del joven latía con tanta fuerza que no creyó que pudiera dormir en toda la noche.


Dedicado a Álvaro, ¡feliz cumpleaños lobezno!

27 diciembre 2018

Kay Pacha











Las aguas habían descendido y el brillo cegador se había apagado. Pichu miró alrededor comprobando que ninguno de los muros había sido dañado en el proceso y que todos estaban bien.

- ¡El panteón de los dioses se vengará por la afrenta infligida a su templo! -gritó el que se creía Viracocha.
- Acabamos de salvar este lugar del agua, no creo que los dioses se enfurezcan precisamente por ello... ¿Estáis todos bien? -preguntó preocupado. Al fin y al cabo era su expedición.
- Si -dijeron todos casi al unísono, salvo el chico que no sabía nadar y que aún estaba muy asustado y el arqueólogo listillo, que parecía muy molesto.
- ¡Oh, esposa de Inti, libérame de mis ataduras! -rogó Viracocha. 
- Madre Luna no va a salvarte... ¿Antes dijiste que esta era tu tumba?

Viracocha le miró entre furioso y halagado.

- ¡Recordáis mis palabras, mortal!
- ¡Amauta! Soy un amauta, un hombre sabio...

Una risita despectiva resonó con el eco de la sala, pero Pichu la ignoró.

- Este es un santuario dedicado en mi honor, ¡Tratadlo con respeto! -exigió el arqueólogo de ojos dorados.
- Pero no es Quisuar Cancha, ¿no? -preguntó el arqueólogo que le cuestionaba para demostrar que él también sabía cosas (y no necesitaba mirar el móvil).
- Desde este templo sagrado se originó el mundo tal y como lo conocéis.

Pichu le miró fascinado. Viracocha había comenzado su obra en el mundo de los antiguos tallando en piedra las figuras de los dos primeros seres humanos, un hombre y una mujer. Colocó las estatuas en diferentes sitios, y éstas se fueron animando a medida que les otorgó un nombre, cobrando vida en la oscuridad del mundo primigenio mucho antes de que el dios iluminara el mundo con su luz, que solo poseía el resplandor de Tití, el puma salvaje y ardiente que vivía en la cima del mundo. Por eso aparecían jaguares en las figuras totémicas del Imperio Inca... Le sonaba haber visto alguno por las cercanías...

- ¡Pichu! ¡Regresa!
- ¿Si? ¡Sí! Aquí estoy, estaba escuchando... 
- ¡No has oído lo último que ha dicho, fijo!
- ¿El qué?

La arqueóloga se desesperó.

- ¡Sobre este santuario pesa una antigua maldición de las tribus..!
- ¡No lo digas, no desveles el misterio! -rogó Pichu con voz de Sméagol. 
- Pero vamos a ver, ¿cuántas maldiciones pesan ya sobre nuestras espaldas? -cuestionó con tono grandilocuente el arqueólogo que no sabía nadar.
- Unas cuantas, a decir verdad... Es decir, no... A ver... -Pichu no sabía cómo explicarse ni hasta qué punto debía hablar. El pokémon Pichu se subió a su hombro y por un momento se sintió como un pirata... Ay, a ver si sus compañeros tenían razón y se le estaba yendo la olla...

Un gran sonido de paneles moviéndose interrumpió sus pensamientos. Uno de los muros comenzó a desplazarse verticalmente y una nube de polvareda les recibió mezclándose con los restos de agua del suelo, ennegreciéndola. 

- Veamos... al próximo que vuelva a tocar cualquier mecanismo misterioso sin mi permiso, ¡está despedido! -amenazó Pichu.
- Lo siento... -dijo la arqueóloga que se hacía pasar por Pacha Mama.

Pichu se asomó con precaución e iluminó la estancia con su móvil. Estaba repleta de telarañas, polvo y parecía que no había sido explorada en siglos, quizá desde su propia construcción. Miró a Viracocha, que estaba inusitadamente silencioso y miraba casi horrorizado a la oscuridad de esa estancia. ¿Reaccionaba así por lo que contenía su interior o porque lo habían descubierto?

- Bueno, yo voy a explorar... Pacha Mama, Mama Quilla y tú -señaló al arqueólogo listillo- os venís conmigo. 
- ¿Yo? -preguntó el chico, confuso.
- Si, claro, no me fio ni un pelo de ti así que te vienes. Los demás vigilad a Viracocha, al otro y pobres de vosotros como oséis tocar algo... Si en un par de horas no hemos vuelto, os doy permiso para que tú y tú -esta vez señaló a la arqueóloga que le caía bien y a otro de los chicos- nos sigáis y nos rescatéis o lo que sea...
- ¿Y yo me tengo que quedar con los lunáticos? -se quejó uno de los arqueólogos.
- No son peligrosos, están maniatados y parece que nuestro Viracocha ha entrado en trance o algo...

El joven miró a Viracocha, que abría la boca en gesto de terror mudo y parecía querer revelar alguna de sus grandes verdades pero algo lo detenía... Esas muecas tendrían que ser suficientes como para disuadirlo de entrar en la estancia polvorienta pero a esas alturas estaba en modo Indiana Jones total y quería seguir adelante.

- Os iremos dejando señales de tiza en las paredes por si nos perdemos... o cualquier otro tipo de señal suponiendo que las paredes sean valiosas. Confío en que seáis lo suficientemente inteligentes como para seguirlas... -les dijo Pichu- De momento me llevo cuerdas, linternas y algún vívere, tengo hambre... 

El arqueólogo listillo rodó los ojos.

- ¡Adelante!

Pichu se internó en la oscuridad, iluminando con la linterna, y se encontró en una amplia sala de piedra sin nada llamativo en su interior a simple vista. Ningún dibujo ni señal, solo dos pasillos que llevaban a las profundidades de la cueva.

- Este va hacia ligeramente hacia arriba y este hacia abajo... ¡Por el de abajo! -terció Pichu, seguro de sí mismo.
- ¿Por qué? -preguntó la arqueóloga Pacha Mama.
- El aire no está tan viciado aquí abajo... En caso de duda, Meriadoc, ¡sigue siempre tu olfato!
- Vale, seguimos instrucciones de Gandalf... ¿A él le atacó un Balrog, recuerdas?
- Oh, no creo que encontremos Balrogs por aquí... Aunque a este paso quién sabe... -musitó para sí Pichu. El pokémon pareció reírse. 

Descendieron por la escalinata durante lo que pareció una eternidad hasta encontrarse en otra sala de piedra toscamente labrada con más símbolos de nativos de la zona y sus dioses. No parecía tener ninguna salida, por lo que Pichu se decepcionó.

- Esto... ¿Son tumbas? -preguntó caminando con cautela Mama Quilla.
- Bueno, tampoco sería tan extraño que fuera un yacimiento... -dijo Pichu mirando a su alrededor. El pokémon bajó de su hombro y empezó a saltar por la sala muy alegre.
- ¿Qué le ocurre?
- No sé... ¿Qué pasa, pequeñín? ¿Has encontrado algo interesante?

Pichu fue hasta una de las esquinas de la sala y lanzó unas pequeñas chispas. El arqueólogo lo siguió e inspeccionó los alrededores.

- ¡Mirad, restos arqueológicos!

Trozos de vasijas y algunos Mullu se encontraban en una oquedad del muro. 

- ¿Qué es eso? -preguntó Pacha Mama.
- Pues Mullu, un molusco de coloración rojiza que se usaba como medio de cambio antes de la conquista española. También como ofrenda para ritos funerarios, ornamentación, joyería, máscaras o pequeñas estatuillas... -contó Pichu desde la esquina mirando su móvil con disimulo. ¡Si que le llegaba lejos la cobertura!
- Interesante... Oye, he encontrado una palanquita. ¿Puedo pulsarla? -preguntó con cierta sorna el arqueólogo listillo.
- Veámosla -dijo Pichu, encantado y hasta sorprendido de que le hubiera pedido permiso. ¡Así no podría despedirle! - Sí... parece una palanca normal y corriente, presiónala a ver qué pasa.

El arqueólogo volvió a rodar los ojos y tiró de la palanca. No se movió.

- No se... mueve... -dijo.
- Dale con más fuerza -aconsejó Pichu.
- ¿Te crees que no lo hago? ¡Ayúdame!

Juntos tiraron de la palanca arriba y abajo alternativamente pero no se movía.

- Aquí hay un botón.

Mama Quilla señaló al muro contiguo, donde cubierto de telarañas había un botón de aspecto oxidado.

- Uy, uy, uy, esto me huele a trampa... Apartaos hasta la puerta y dadme un palo -ordenó Pichu.
- ¿¿Y de dónde vamos a sacar un palo?? -preguntó el otro chico.
- Pues una piqueta, un boli, no sé, algo alargado...
- ¿Te vale este bocata?

Pichu miró a la arqueóloga y se encogió de hombros.

- Qué remedio...

Tapó cuidadosamente el bocadillo y cuando todos estuvieron al otro lado de la puerta presionó con cuidado el botón. Al punto se oyó un ruido, unas cuantas flechas herrumbrosas salieron de diferentes direcciones y un pequeño altar con un cofre surgió del suelo.

- ¡Os lo dije! -exclamó ufano.
- Bueno, también podía haber sido un mecanismo que cerrase esta puerta y nos hubiera pillado en medio dejándonos encerrados... -razonó el arqueólogo listillo. Pichu le fulminó con la mirada.
- Vamos a ver qué es ese altar...
- ¡Oh, mirad esto!

Pacha Mama había entrado por una puerta secreta surgida en el muro justo al lado izquierdo de la escalinata y les gritaba desde el otro lado.

- ¡Has ido sin mi...! ¡Ooh!

Cuando Pichu llegó hasta ella, vio una enorme sala de piedra iluminada por una tenue luz que procedía del exterior y en medio de la misma un hermoso círculo que llevaba por unas escaleras a un trono con la imagen de Viracocha tallada. 


Dedicado a Pichu, ¡feliz cumpleaños bollu!

25 diciembre 2018

Christmastide

¡Felices fiestas!

Dedicado a mis amigos, ¡yo os aaamo!

19 diciembre 2018

Eternal Flame

Año 480 D.C. Lugar desconocido.

Se encontraba en una estancia de piedra iluminada con antorchas. El ambiente era solemne y podía sentir una energía mágica manando de los muros y de los magos encapuchados que la rodeaban. Thöw estaba a su lado. No tenía nada que temer. 


Año 2009 D.C. Parque Azëbera.

- Bueno... pues tendremos que seguir protegiendo la piedra, ¿no?

Jeanpo contempló a Srynna, que guardó silencio. La situación era realmente grave, pero le seguía pareciendo tan irreal, tan surrealista... ¿Cómo dos personas normales como ella y Wherynn habían acabado metidas en tal lio, con magia, guerreros antiguos y viajes en el tiempo incluidos? Cuando todo acabara convencería a Wherynn para que escribiera un libro, ¡Sería una historia estupenda!

- Aún no entendéis... El mundo tal y como lo conocéis podría acabar -dijo el guerrero con voz apagada- En un suspiro. No seríais capaces de recordar nada que no fuera la esclavitud más cruel, los Nöh os torturarían hasta la locura...
- Si se ponen en plan egipcios necesitarán que estemos cuerdas para construir sus pirámides y monumentos... -respondió Srynna, segura de sí misma.
- ¿Hablas en serio? -cuestionó él, molesto por su actitud imprudente. 
- Jeanpo… Sé que estamos en medio de una aventura épica increíble, que parece mentira, pero se que todo saldrá bien. En los grandes relatos literarios todo acaba bien. No puede ser de otra forma.
- ¡Esto es la vida real! -exclamó el joven exasperado.
- Quizá solo una de tantas vidas reales... Yo no temo a la tumba, ¿sabes? No tengo miedo.
- ¿Alguna vez has estado a punto de morir? -preguntó Jeanpo alterado.
- ¡No! Y se que esta vez tampoco estoy cerca. Me queda mucho, los Nöh serán destruidos y todo volverá a ser como siempre. Tú volverás a tu época y esto solo será la gran hazaña de nuestra juventud...

Nunca la había visto tan serena y madura. Y eso le asustaba. Y le dolía. No quería volver a su época y abandonar a sus dos locas...

- Vuelve a llover. Será mejor que nos resguardemos -terció la chica con voz maternal.


Año 480 D.C. Lugar desconocido.

El viento susurraba entre las torres del templo. Un viento helado que le recordaba al invierno que aún estaba tan lejano... Sin embargo, en aquel lugar en medio de la nada, la nieve caía con suavidad sobre las montañas. Un auténtico lugar de recogimiento y meditación.

- Lo has hecho muy bien, Mapa Cósmico. Nunca debí dudar de ti... Pero había tantas cosas que ignoraba... -comentó Thöw con voz ausente.
- Ya, lo entiendo, no te preocupes... ¿Cuándo regresamos?
- ¿Regresar? -preguntó el mago mirando la nieve. Quizá ya no haya donde regresar...


Año 2009 D.C. Parque Azëbera.

La noche transcurrió tranquila aunque los chicos durmieron inquietos. Estaban pendientes de cualquier ruido: crujido de ramas, la lluvia, algún chillido de animales desconocidos -¡espero que no sean ratas o gritaré! exclamó Srynna- y sonidos que no eran capaces de identificar pero parecían corresponder a los naturales en un parque donde la gente hacía acampada. Por la mañana temprano, unos leves rayos de sol les hicieron levantarse.

- Se nota que estamos casi en otoño... ¡Mira esas hojas! -señaló Srynna a los árboles, cuyas hojas caían en una danza sumamente relajante con la brisa matutina.
- ¿No te extraña que esos dos no hayan vuelto? -preguntó Jeanpo con voz cavernosa.
- Bueno... Un poco sí, pero tenían muchas cosas de las que hablar al parecer... El pasado misterioso de Thöw y eso, se habrán quedado allí a dormir, no sé... 

Jeanpo salió de la tienda poco convencido. No quería invocar a Thöw y parecer un paranoico, pero en parte deseaba una excusa para que volvieran y les contaran todo, y se acabase toda aquella pesadilla... No quería volver a ver aldeas arrasadas y gente quemada viva o las atrocidades aún peores que eran capaces de cometer en esa tribu... Construir pirámides, ojalá... 

- ¡Mira, la ardilla cotilla! -exclamó Srynna. 

La ardilla de capa negra portaba consigo un pequeño pergamino que parecía muy arrugado. Srynna lo cogió y el animalillo se alejó con prisa, subió a la rama de un árbol y se les quedó observando ensimismada. 

- ¿Qué pone? -preguntó tendiéndoselo a Jeanpo.
- Míralo... Es como... ¿Un hechizo? Pone "Para W".
- ¿Whers? -adivinó Srynna.
- Supongo... No entiendo nada... ¿Será de su novio el Nöh?
- ¡Qué romántico!

El guerrero la miró entre anonadado y furioso.

- ¿"Romántico"?
- ¡El malvado Nö y la heroína Mapa Cósmico luchan por su amor en medio de una cruenta guerra! ¡Es el argumento perfecto para su novela!
- ¿De qué hablas? -cuestionó Jeanpo, aunque le aliviaba ver que Srynna volvía a ser la demente histérica de siempre.

Un tremendo crujido que sonó como un árbol partiéndose en dos les hizo saltar del susto y a Srynna lanzar un grito angustiado.

- Si antes lo pienso... -dijo para sí Jeanpo mientras buscaba con la mirada de donde procedía el ruido.
- ¿¿Qué ha sido eso?? -preguntó Srynna- ¿Quién anda ahí? ¡Ay, no, eso nunca se pregunta!
- Completamente loca... -murmuró Jeanpo mirando a todos lados.
- ¡¡Aaaaah!!

Varios Nöh surgieron del bosque encapuchados con sus temibles capas negras y sin pensárselo en absoluto Srynna lanzó una ráfaga de hielo, que dejó congelados a dos de ellos al mismo tiempo y el prado a su alrededor cubierto de escarcha. Jeanpo por su parte creó tal desasosiego en los corazones del enemigo que Srynna congeló a los otros tres con uno de sus torbellinos más poderosos y fascinantes.

- ¿Qué demonios..? ¡Nos atacan! -gritó la chica corriendo hacia los enemigos y comprobando que no podían moverse -¡Invoca a Thöw ya!

Jeanpo inició su retahíla de palabras, que fue interrumpida cuando una fuerza desconocida le atacó por la espalda haciendo que perdiera el conocimiento.


Dedicado a Jeanpo, ¡feliz cumpleaños majo!

05 diciembre 2018

Anemoi

Aquella noche el Érebo le pareció más sombrío que nunca... Las densas nieblas de oscuridad rodeaban los bordes del mundo y su propia mente, que recorría caótica un sinfín de pensamientos... ¿Había hecho bien confiando sus sueños a Tánatos? Pensó en su madre, Nix, arrastrando las oscuras nieblas de Érebo por los cielos llevando la noche al mundo, y deseó tener a su lado a Hemera para que trayera consigo el día... Nix ocluía la luz del Éter, ese aire superior brillante y luminoso, y Hemera despejaba la oscuridad permitiendo que el Éter volviese a iluminar la tierra... 

- El Éter... -murmuró Ëdpôr para sí.
- Tanta sabiduría en las antiguas cosmogonías... -susurró Tánatos.

El Oniro meditó por un instante. Tánatos sonrió. La oscuridad les envolvió y Ëdpôr caminó sumido en sus pensamientos... 


Las dos puertas brillaban imponentes en el Érebo. Cuerno y marfil, autenticidad y falacia. Atravesarlas era su sueño desde el inicio de su cometido, porque la curiosidad de su mente iba mucho más allá que la de sus hermanos... 

- Tienes sentimientos contradictorios y quieres cumplir tantos deseos ilícitos... ¿No es cierto, sobrino? 

Ëdpôr no supo responder. En realidad tenía las palabras, pero verbalizarlas le parecía una blasfemia, algo en contra de su naturaleza. Tenía que ser quien estaba destinado a ser, pero era tan diferente... 

- Quiero conocer a Éter.

Tánatos esbozó una sonrisa siniestra.

- Tu y yo no somos tan diferentes... -un escalofrío recorrió la espina dorsal de Ëdpôr- ¿Tiene personificación siquiera? ¿Alguien le conoce?
- Nix, y... 
- ¿..Y? - dijo Tánatos como si nuevamente leyera sus pensamientos.
- Los Dioses del viento.

Los Anemoi eran seres que regían los cuatro puntos cardinales y conocían el Éter. Su libertad hacía que no tuvieran ninguna atadura ni cadena a ningún Dios o mortal, salvo a Eolo, su rey. Si bien los demás dioses podían influirles... 

- ¿Y quizá te sea preciso un dios que los logre persuadir para que te digan cuanto quieres saber? -preguntó Tánatos con su tenebrosa voz.
- No... Creo que nuestra presencia será bienvenida y... Nos dirán cuanto deseemos. Si somos cautos.
- Adelante pues, sobrino.

Nunca supo dilucidar por qué le producía semejante pavor estar emparentado con aquel ser de oscuridad... Tal vez representaba todo lo que temía de si mismo... 


Eolia era un hermoso archipiélago cuya belleza parecía relucir aún más con la luna menguante nocturna. Ëdpôr se sentía ligeramente culpable de no estar cumpliendo con los sueños lúcidos de aquella noche, pero él también tenía sus propios sueños e inquietudes. La isla mítica les dio la bienvenida en silencio cuando desembarcaron en sus costas.

- ¿Vas a invocar a los vientos? ¿No temes la ira de Eolo? -cuestionó Tánatos de repente con su sonrisa inquietante.

¿A qué venía eso? ¿Pretendía hacerle dudar?

- Si, invocaré al viento y confío en vos para que me ayudéis con Eolo...
- Oh, sobrino, ¡No hace falta ser tan ceremonioso! La solemnidad solo es necesaria para los que no son nuestros allegados... -respondió Tánatos. La visión de su tea invertida iluminando la oscuridad nocturna volvió a provocarle un inexplicable terror.
- Bien... ¡Bóreas, viento del norte, yo os invoco!

Un frio invernal se apoderó del paisaje. Un anciano alado con barba y cabellos desgreñados hizo su aparición portando una caracola y vistiendo una túnica de nubes.

- ¿Quién osa perturbar mi llegada a las tierras más norteñas? -preguntó con voz profunda. 

El Oniro meditó un instante antes de responder, pues conocía el temperamento violento de aquel viento y su fortaleza.

- Venerado Bóreas, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter... 
- No te andas con rodeos, ¿Verdad hijo? Te acompaña una presencia muy oscura, demasiado para este anciano... 

Ëdpôr miró a su alrededor. No veía a  Tánatos, pero su densa oscuridad, como Bóreas había notado, se dejaba sentir en el ambiente.

- ¿Podéis decirme algo sobre Éter, venerable viento?

El anciano sonrió crípticamente. 

- Es un elemento más puro y más brillante que el aire, y a la vez la región que ocupa por encima del cielo. No puedo deciros más.

El Oniro se quedó bastante decepcionado pero trató de ocultarlo.

- De acuerdo. Gracias por vuestra ayuda y honrarme con vuestra presencia. 
- Me voy pues a las glaciales tierras al norte -dijo el anciano desapareciendo en una gélida brisa.

El joven esperó unos instantes y suspiró.

- ¡Noto, viento del sur, yo os invoco!

Una pequeña tormenta que recordaba a las de finales de verano y otoño hizo acto de presencia, 

- ¿Quién osa perturbar mi presencia en la salida de Sirio tras el solsticio de verano?

¿Vivían aquellos vientos en estaciones diferentes que no se correspondían a las del mundo real? 

- Venerado Noto, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter... -dijo Ëdpôr pensando que utilizar la misma fórmula con todos los vientos sería lo más apropiado. 
- Éter es el elemento más puro y brillante, por encima del aire. Es el aire superior -dijo para después guardar silencio. El Oniro supo que no le diría nada más.
- De acuerdo. Gracias por vuestra ayuda y honrarme con vuestra presencia.
- Cuidaos del aura oscura que os rodea, Oniro… -dijo el viento antes de desaparecer entre una densa nube de niebla. Ëdpôr volvió a suspirar.
- ¡Céfiro, viento del oeste, yo os invoco!

Al punto apareció el viento más apacible de todos, el fructificador, mensajero de la primavera.

- ¿Quién acude a mi mientras llevo al mundo las suaves brisas de primavera y principios de verano? -preguntó con voz suave.
- Venerado Céfiro, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter...

El hombre joven con alas de mariposa o hada, imberbe y semidesnudo a excepción de un manto sostenido entre sus manos, en el cual llevaba y esparcía montones de flores incluso en aquel momento, le resultaba tremendamente atractivo. Con razón Cloris le había escogido antes que a su hermano Bóreas...

- Éter es la región por encima del aire y bajo el firmamento. Es donde habitan los dioses, de él surgen nubes por voluntad de Zeus. El sol está allí, es consorte de Gea y padre de las ninfas de las nubes, las néfeles. Es el elemento divino que domina todo.

Bueno, al menos este viento hablaba más que el resto y parecía más amable.

- ¿Deseáis saber algo más? La primavera espera mis flores...
- ¿Puedo invocaros en otro momento si me sois necesario?

Ese cautivador viento hacía florecer su lado más seductor, nunca mejor dicho.

- Por supuesto, Oniro. Cuando queráis -se despidió entre ráfagas de flores -pero alejaos de esa inmensa oscuridad que os anega -suplicó- la luz brillante siempre es más sutil que las caricias de la noche...

No entendió eso último, pero al menos sabía que podía volver a invocarlo en algún otro instante. Perfecto, la soledad del Érebo en ocasiones le resultaba demasiado hastiante y aquel ser de luz podría iluminar sus noches más tenebrosas... Suspiró.

- ¡Euro, viento del este, yo os invoco!

Un funesto viento de calor y lluvia con una vasija invertida derramando agua emergió ante él. ¿Por qué adoraban tanto llevar elementos invertidos consigo? Le daban muy mala espina...

- Venerado Euro, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter... -dijo, aunque realmente no creía que pudiera decirle más de lo que ya sabía.
- Éter es hermano de Érebo, región que conocéis. Vos deberíais saber más que yo de esos lares.
- Cierto... Gracias por honrarme con vuestra presencia e ilustrarme con vuestra erudición.
- Adiós pues, Oniro, y no os dejéis conquistar por esa profunda oscuridad... -advirtió mientras desaparecía. 

Ëdpôr se quedó solo. Aquello no era como había esperado. Los vientos apenas le habían ilustrado sobre Éter y todos coincidían en que juntarse con Tánatos no era una buena idea... ¿Debía invocar a los vientos menores?

- ¿Acudiréis ahora a los Anemoi Thuellai, sobrino? ¿A los demonios malvados y violentos creados por Tifón, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis?

Como si su sola mención bastase, un orfeón de vientos diferentes emergió de la nada. Un hombre alado, viejo y barbudo vestido de túnica sosteniendo entre sus manos una cesta que parecía un escudo de granizo; un joven alado, imberbe, con túnica y calzando coturnos y un manto repleto de frutas y granos; otro anciano alado y barbudo, de cabellos desordenados, con túnica y una vasija de bronce de la cual esparcía ardientes cenizas; y un hombre muy joven, sin barba, con túnica y sosteniendo un timón de una nave.

- ¿Tenéis preparados unos corderos negros? -musitó Tánatos con voz siniestra. A Ëdpôr no le hacía ninguna gracia, el conjunto de sus presencias oscuras le nublaba el juicio.
- ¿Acudís a los vientos menores en busca de sabiduría? Viajamos por todo el mundo y conocemos sus fronteras y secretos más profundos... -tomó la palabra Cecias.
- Yo... quería conocer a Éter... -titubeó el Oniro, que de pronto se sentía inseguro.
- Nunca llegaréis a él -aseguró Libis.
- No sois digno -dijo Coro.
- No os recibiría -afirmó Apeliotes.
- No podéis siquiera hablar en serio -adujo Cecias.
- Hermanos... Todo está dicho. Podéis retiraros -invitó Tánatos. Los vientos no dijeron nada y se fueron, contentos de poder huir de su manto de oscuridad. ¿Y bien, sobrino? ¿Aún crees que tus sueños pueden cumplirse?
- Si no puedo conocer a Éter... Tal vez pueda persuadir a Gea, su prometida, y a las néfeles… Incluso a Helios o Apolo...
- ¿Los Dioses Olímpicos? ¿Tal lejos estás dispuesto a llegar por una fantasía?

Ëdpôr miró largamente a Tánatos, la pulsión de la muerte, y sintió deseos de abandonar la lucha de la vida y volver a la quiescencia y a la tumba... Todo por su maldita antorcha invertida. ¿No podía portar la corona o la mariposa en aquella ocasión? ¿Podía querer hacer morir incluso a los inmortales eternos? ¿A él, una de las mil personificaciones de los sueños?

- Quiero saber cómo surgen los sueños y si se puede ver más allá de las puertas... Y lo averiguaré solo si es preciso, aunque me pierda por el camino...

Tánatos volvió a sonreír.


Dedicado a Pedro Soares, ¡feliz cumpleaños bollu!

01 diciembre 2018

The Mysts of Sovngarde II


Las nebulosas iluminaban el cielo de Sovngarde. Era un lugar oscuro y misterioso perdido en algún lugar de la inmensidad del universo, en una realidad astral olvidada por los ancestros de nuestro linaje maldito siglos atrás... Los mortales y el silencio moraban este mundo de sensaciones místicas y sentimientos puros oculto en lo infinito, los mismos que anegaron con sus lágrimas nuestra estirpe de blasfemia emponzoñada con el veneno de la rosa mística que nunca debió existir ni ser encontrada... 

La tormenta brotó en Sovngarde y la lluvia cubrió el paisaje de niebla dificultando la visión del corazón... Caminé por el abismo de realidad sin rumbo en busca de la iluminación y la rosa, siempre hacia delante, a ninguna parte. Me guiaba mi luz interior en medio de la oscuridad, aunque mi visión de aquel mundo siempre fue y sería mi origen y realidad. Conocía sus misterios y enigmas como si fuese su creadora, aunque aquella utopía no me perteneciera aun siendo su esencia. 

La lluvia y el cielo tormentoso revelaron otro arcano y su profecía entre los truenos. 

El firmamento insondable no perdía su belleza a pesar de la niebla de nebulosas que lo ocultaba como un eclipse. Sovngarde era el misterio más allá, la tierra del olvido y el nunca jamás donde nuestro linaje no podría existir. Sus secretos eran como su lluvia, livianos y capaces de anegar con su verdad los espíritus. Y con ellos la rosa, símbolo del misticismo de aquel mundo, lo prohibido, cautivadora como la manzana del Edén. Y yo debía encontrarla como descendiente de aquellos amantes, por amor y por culpa para no caer en sus mismos errores.

La lluvia purificaba mi espíritu de todo mal, los truenos se alejaban y el camino se abría paso frente a mí. La luz brillaba en mi interior con un fulgor deslumbrante y aun así me sentía perdida en aquel mundo de dualidad mientras el silencio se adueñaba lentamente de mis pensamientos más oscuros en la tormenta... 


Continuará...