28 diciembre 2018

The Unnamed Feeling

Varios años habían pasado y Orav seguía con su adiestramiento. Thÿowin se había convertido en su maestro, en su mentor, y lo más importante, en su amigo. A él le confiaba todas sus tribulaciones, las peleas con su madre, que seguía tratándole como a un niño a pesar de que hacía ya mucho que la superaba en estatura, y sus disyuntivas. Hacía tiempo que había acabado la escuela, pero Thÿowin insistía en que siguiera estudiando las artes liberales mientras se entrenaba. No quería un guerrero cabeza hueca, aunque Orav tampoco veía esencial ser un erudito... Si alguna vez se lo había comentado, se había ganado una buena colleja con algún tomo sobre ciencia, astronomía o incluso una vez, retórica.

- ¿Cuándo alcanzaré, "la madurez física y mental adecuada" para convertirme en lobo? -preguntó un día invernal inusualmente frío.

Thÿowin le miró largamente y suspiró.

- En fin, supongo que vas camino de hacerte un hombre... -Orav hinchó el pecho ufano. También había superado a su maestro en estatura, si bien todavía no era tan fuerte y ágil como él- pero en el fondo sigues siendo un crío...
- ¡Que no! ¡Estoy a punto de alcanzar la mayoría de edad! -protestó el joven.
- ¿Lo ves? Esas rabietas no son dignas de tu edad...
- Es que... tengo mucho carácter, ya me conoces... -se disculpó Orav.
- Pronto, la paciencia es un arte y los caballeros han de conducirse con elegancia...

Y como siempre, le daba largas y le ponía un libro en el regazo. Eso sí que era una dura batalla...



La nieve caía suavemente pero anunciaba ventisca. Orav se arrebujó en su capa y se dirigió al bosque antes de que anocheciera. Su maestro le había pedido unas cuantas hierbas para realizar pociones. ¡Al menos eso sí le dejaba hacerlo! Pero las tontas, las curativas, de aumento de fuerza, restauración de una magia que aún no poseía...

- Que aún soy un crío dice... -comentó para sí cogiendo una rama gruesa de un árbol y dando espadazos con ella- ¿Sabría un crío manejar así una espada?
- Los niños usan palos a modo de espada...

Esa voz. Su amiga, que se había convertido en una bella joven terca como una mula, aparecía de nada para acabar con su amargura. ¿Eh? -pensó sonrojándose.

- Abrígate, te estás poniendo rojo.

Orav se sonrojó aún más y se echó la capucha por encima. Demonios, no podía dejar que supiera sus sentimientos hacia ella...

- ¿Qué haces aquí?
- Pasear... -contestó con un deje de tristeza- ¿Y tú?
- Recoger hierbas para pócimas -dijo el joven dándose importancia.
- ¿Ya eres brujo y te conviertes en lobo? -preguntó ella con sorna.

Solo a ella le había confiado lo de sus futuros poderes -más que nada para que dejara de reírse de él- y le parecía que le había adquirido cierto respeto desde entonces. Pero claro, eso fue cuando eran niños, y el tiempo pasaba y él seguía sin recibir sus dones... Pero la poción se la había tomando y había visto a su yo futuro -eso no se lo había contado por si las moscas- así que todo saldría bien.

- Pronto -dijo con el mismo tono misterioso que usaba Thÿowin. Bueno, el tono de Thÿowin era condescendiente, pero eso a ella no le importaba.
- Oh, ya veo... -respondió ella riéndose- ¿Te importa que te acompañe?
- Claro, una dama no debe viajar sola por el bosque. Bueno, y tú tampoco.
- ¡¡Eh!!

La joven echó a correr detrás de él, que reía a carcajadas. Si, un poco niños todavía eran, ¿pero no era aquello hermoso?


La noche cayó sobre el bosque y una niebla densa comenzó a apoderarse del lugar sutilmente.

- Deberíamos volver -dijo Orav, que amaba mirar las estrellas y contarle todo lo que sabía sobre las constelaciones, pero empezaba a tener demasiado frio.
- No quiero regresar -susurró ella en voz baja.

El joven la miró. Parecía muy triste e incluso... ¿Frágil? Una ternura desconocida se apoderó de él y deseó abrazarla.

- ¿Qué ocurre?

Una lágrima resbaló por la mejilla de su amiga.

- Mis padres... me han comprometido.

Eso sí que no se lo esperaba. Iba a preguntarle si temían que se le pasara el arroz a pesar de que apenas llegaba a la juventud, pero algo le dijo que ese no era momento para bromas. No supo qué decir.

- Es... un viejo rico. Muy, muy viejo. Vive en Ylôwan, en un castillo cerca del rio. Tiene hijos mayores que yo... -contó mientras más lágrimas se apoderaban de sus ojos.
- ¿Y por qué..? -guardó silencio. Realmente no sabía qué decir. Le puso una mano en la espalda.
- No lo sé, al parecer me odian. Y desde luego no quieren descendencia, porque con ese hombre...
- Tal vez esperan que muera y uno de sus hijos te tome.

La joven le miró con odio y no pudo culparla. Aquello había sido una profunda falta de tacto. Suerte que Thÿowin no podía oírle.

- ¿Te parece gracioso? ¡Arruinará mi vida! ¡Jamás encontraré el amor verdadero! -se lamentó ella.
- No sabía que el amor romántico te gustase tanto... De todas maneras... Siempre puedes tener un amante... -Vale, estupendo, le había salido un tono de voz persuasivo que le había dado escalofríos incluso a él. Esperaba que no se hubiera dado cuenta.
- Qué bien, esa es la solución a todos mis problemas... Amantes en la oscuridad -se mofó ella. 
- He dicho "amante" -por un momento le pareció que iba a soltarle un bofetón, pero no lo hizo.
- Tú nunca te enteras de nada... -respondió ella levantándose y alejándose de él.
- ¡Espera, te perderás!
- ¡Conozco este bosque como la palma de mi mano! ¡Podría recorrerlo con los ojos cerrados, llevo caminando por él desde niña! ¡Ojalá fuese una dríada! -exclamó de forma dramática.


Se habían perdido. La niebla era tan densa que apenas podían ver lo que les rodeaba. Orav no había comentado nada acerca de sus palabras pero internamente la culpaba por su cabezonería. Como un caballero elegante, le había dado la mano para que no se separasen y pensaba en cómo hacer un refugio para pasar la noche, porque claramente no encontrarían el camino en medio de la oscuridad. Pero no pensaba darle su capa, hacía un frio que te mueres. Thÿowin estaría orgulloso de él. En parte.

- Lo siento... Estamos en este lío por mi culpa... -se disculpó ella con sinceridad cuando se encontraron bajo la copa de un enorme árbol que les protegería. 
- No pasa nada... La niebla nos ha cogido desprevenidos, nunca pensé que se cerraría con tanta rapidez...
- ¿Crees que habrá lobos?

Su voz no parecía indicar miedo. Más bien... desánimo. Apatía. 

- Si hay lobos hablaré con ellos, pronto me uniré a su manada -dijo guiñándole un ojo. La joven sonrió.
- De momento reunamos ramas, necesito un buen fuego, estoy helada... 
- Sí, te estás quedando un poco morada -dijo él alzando su mano. Su corazón latió con fuerza y se giró rápidamente para disimular.
- No te alejes -suplicó ella.
- Para nada, aquí hay un montón de hojarasca, busca una piedra adecuada...

En poco tiempo lograron encender una hoguera que dio un poco de alegría al lugar, teniendo en cuenta que ya no se veía nada alrededor.

- ¿Ninguna de esas hierbas se comerá, por casualidad? -preguntó ella.
- Ya sabes que sí... Aunque estarían mejor acompañadas de una buena pieza de carne... -suspiró él mientras el estómago le rugía. 
- ¿No puedes invocar un jabalí o algo? -dijo ella con cierto tono de burla. Parecía inusitadamente de mejor humor.
- Ojalá... Thÿowin aún no me ha enseñado hechizos de invocación de comida deliciosa...
- Yo llevo algo de pan encima... Me lo traje para el paseo, lo he amasado yo misma -dijo tendiéndole un trozo.
- ¡Qué rico! -iba a añadir que su futuro marido estaría encantado pero se dio cuenta a tiempo de que sería meter el dedo en la llaga. ¡Qué no maduraba, le decían!

El tiempo pasaba y la niebla se hacía más intensa si eso era posible. Al menos había dejado de nevar, aunque el profundo ramaje del árbol crease una pequeña atmósfera seca y confortable. No habría sido agradable sentarse en el suelo mojado.

- Tengo mucho sueño... -dijo ella, bostezando.
- Ven, vamos a dormir. Nos podemos tapar con los mantos para no pasar frio.

La joven se tumbó a su lado cogiéndole desprevenido, se quitó la capa y se la ofreció para que se taparan. Un sonrojado Orav hizo lo propio con su capa. La joven se abrazó a él y se acomodó en su regazo.

- Que duermas bien, Orav -dijo ella con los ojos cerrados. El corazón del joven latía con tanta fuerza que no creyó que pudiera dormir en toda la noche.


Dedicado a Álvaro, ¡feliz cumpleaños lobezno!

27 diciembre 2018

Kay Pacha











Las aguas habían descendido y el brillo cegador se había apagado. Pichu miró alrededor comprobando que ninguno de los muros había sido dañado en el proceso y que todos estaban bien.

- ¡El panteón de los dioses se vengará por la afrenta infligida a su templo! -gritó el que se creía Viracocha.
- Acabamos de salvar este lugar del agua, no creo que los dioses se enfurezcan precisamente por ello... ¿Estáis todos bien? -preguntó preocupado. Al fin y al cabo era su expedición.
- Si -dijeron todos casi al unísono, salvo el chico que no sabía nadar y que aún estaba muy asustado y el arqueólogo listillo, que parecía muy molesto.
- ¡Oh, esposa de Inti, libérame de mis ataduras! -rogó Viracocha. 
- Madre Luna no va a salvarte... ¿Antes dijiste que esta era tu tumba?

Viracocha le miró entre furioso y halagado.

- ¡Recordáis mis palabras, mortal!
- ¡Amauta! Soy un amauta, un hombre sabio...

Una risita despectiva resonó con el eco de la sala, pero Pichu la ignoró.

- Este es un santuario dedicado en mi honor, ¡Tratadlo con respeto! -exigió el arqueólogo de ojos dorados.
- Pero no es Quisuar Cancha, ¿no? -preguntó el arqueólogo que le cuestionaba para demostrar que él también sabía cosas (y no necesitaba mirar el móvil).
- Desde este templo sagrado se originó el mundo tal y como lo conocéis.

Pichu le miró fascinado. Viracocha había comenzado su obra en el mundo de los antiguos tallando en piedra las figuras de los dos primeros seres humanos, un hombre y una mujer. Colocó las estatuas en diferentes sitios, y éstas se fueron animando a medida que les otorgó un nombre, cobrando vida en la oscuridad del mundo primigenio mucho antes de que el dios iluminara el mundo con su luz, que solo poseía el resplandor de Tití, el puma salvaje y ardiente que vivía en la cima del mundo. Por eso aparecían jaguares en las figuras totémicas del Imperio Inca... Le sonaba haber visto alguno por las cercanías...

- ¡Pichu! ¡Regresa!
- ¿Si? ¡Sí! Aquí estoy, estaba escuchando... 
- ¡No has oído lo último que ha dicho, fijo!
- ¿El qué?

La arqueóloga se desesperó.

- ¡Sobre este santuario pesa una antigua maldición de las tribus..!
- ¡No lo digas, no desveles el misterio! -rogó Pichu con voz de Sméagol. 
- Pero vamos a ver, ¿cuántas maldiciones pesan ya sobre nuestras espaldas? -cuestionó con tono grandilocuente el arqueólogo que no sabía nadar.
- Unas cuantas, a decir verdad... Es decir, no... A ver... -Pichu no sabía cómo explicarse ni hasta qué punto debía hablar. El pokémon Pichu se subió a su hombro y por un momento se sintió como un pirata... Ay, a ver si sus compañeros tenían razón y se le estaba yendo la olla...

Un gran sonido de paneles moviéndose interrumpió sus pensamientos. Uno de los muros comenzó a desplazarse verticalmente y una nube de polvareda les recibió mezclándose con los restos de agua del suelo, ennegreciéndola. 

- Veamos... al próximo que vuelva a tocar cualquier mecanismo misterioso sin mi permiso, ¡está despedido! -amenazó Pichu.
- Lo siento... -dijo la arqueóloga que se hacía pasar por Pacha Mama.

Pichu se asomó con precaución e iluminó la estancia con su móvil. Estaba repleta de telarañas, polvo y parecía que no había sido explorada en siglos, quizá desde su propia construcción. Miró a Viracocha, que estaba inusitadamente silencioso y miraba casi horrorizado a la oscuridad de esa estancia. ¿Reaccionaba así por lo que contenía su interior o porque lo habían descubierto?

- Bueno, yo voy a explorar... Pacha Mama, Mama Quilla y tú -señaló al arqueólogo listillo- os venís conmigo. 
- ¿Yo? -preguntó el chico, confuso.
- Si, claro, no me fio ni un pelo de ti así que te vienes. Los demás vigilad a Viracocha, al otro y pobres de vosotros como oséis tocar algo... Si en un par de horas no hemos vuelto, os doy permiso para que tú y tú -esta vez señaló a la arqueóloga que le caía bien y a otro de los chicos- nos sigáis y nos rescatéis o lo que sea...
- ¿Y yo me tengo que quedar con los lunáticos? -se quejó uno de los arqueólogos.
- No son peligrosos, están maniatados y parece que nuestro Viracocha ha entrado en trance o algo...

El joven miró a Viracocha, que abría la boca en gesto de terror mudo y parecía querer revelar alguna de sus grandes verdades pero algo lo detenía... Esas muecas tendrían que ser suficientes como para disuadirlo de entrar en la estancia polvorienta pero a esas alturas estaba en modo Indiana Jones total y quería seguir adelante.

- Os iremos dejando señales de tiza en las paredes por si nos perdemos... o cualquier otro tipo de señal suponiendo que las paredes sean valiosas. Confío en que seáis lo suficientemente inteligentes como para seguirlas... -les dijo Pichu- De momento me llevo cuerdas, linternas y algún vívere, tengo hambre... 

El arqueólogo listillo rodó los ojos.

- ¡Adelante!

Pichu se internó en la oscuridad, iluminando con la linterna, y se encontró en una amplia sala de piedra sin nada llamativo en su interior a simple vista. Ningún dibujo ni señal, solo dos pasillos que llevaban a las profundidades de la cueva.

- Este va hacia ligeramente hacia arriba y este hacia abajo... ¡Por el de abajo! -terció Pichu, seguro de sí mismo.
- ¿Por qué? -preguntó la arqueóloga Pacha Mama.
- El aire no está tan viciado aquí abajo... En caso de duda, Meriadoc, ¡sigue siempre tu olfato!
- Vale, seguimos instrucciones de Gandalf... ¿A él le atacó un Balrog, recuerdas?
- Oh, no creo que encontremos Balrogs por aquí... Aunque a este paso quién sabe... -musitó para sí Pichu. El pokémon pareció reírse. 

Descendieron por la escalinata durante lo que pareció una eternidad hasta encontrarse en otra sala de piedra toscamente labrada con más símbolos de nativos de la zona y sus dioses. No parecía tener ninguna salida, por lo que Pichu se decepcionó.

- Esto... ¿Son tumbas? -preguntó caminando con cautela Mama Quilla.
- Bueno, tampoco sería tan extraño que fuera un yacimiento... -dijo Pichu mirando a su alrededor. El pokémon bajó de su hombro y empezó a saltar por la sala muy alegre.
- ¿Qué le ocurre?
- No sé... ¿Qué pasa, pequeñín? ¿Has encontrado algo interesante?

Pichu fue hasta una de las esquinas de la sala y lanzó unas pequeñas chispas. El arqueólogo lo siguió e inspeccionó los alrededores.

- ¡Mirad, restos arqueológicos!

Trozos de vasijas y algunos Mullu se encontraban en una oquedad del muro. 

- ¿Qué es eso? -preguntó Pacha Mama.
- Pues Mullu, un molusco de coloración rojiza que se usaba como medio de cambio antes de la conquista española. También como ofrenda para ritos funerarios, ornamentación, joyería, máscaras o pequeñas estatuillas... -contó Pichu desde la esquina mirando su móvil con disimulo. ¡Si que le llegaba lejos la cobertura!
- Interesante... Oye, he encontrado una palanquita. ¿Puedo pulsarla? -preguntó con cierta sorna el arqueólogo listillo.
- Veámosla -dijo Pichu, encantado y hasta sorprendido de que le hubiera pedido permiso. ¡Así no podría despedirle! - Sí... parece una palanca normal y corriente, presiónala a ver qué pasa.

El arqueólogo volvió a rodar los ojos y tiró de la palanca. No se movió.

- No se... mueve... -dijo.
- Dale con más fuerza -aconsejó Pichu.
- ¿Te crees que no lo hago? ¡Ayúdame!

Juntos tiraron de la palanca arriba y abajo alternativamente pero no se movía.

- Aquí hay un botón.

Mama Quilla señaló al muro contiguo, donde cubierto de telarañas había un botón de aspecto oxidado.

- Uy, uy, uy, esto me huele a trampa... Apartaos hasta la puerta y dadme un palo -ordenó Pichu.
- ¿¿Y de dónde vamos a sacar un palo?? -preguntó el otro chico.
- Pues una piqueta, un boli, no sé, algo alargado...
- ¿Te vale este bocata?

Pichu miró a la arqueóloga y se encogió de hombros.

- Qué remedio...

Tapó cuidadosamente el bocadillo y cuando todos estuvieron al otro lado de la puerta presionó con cuidado el botón. Al punto se oyó un ruido, unas cuantas flechas herrumbrosas salieron de diferentes direcciones y un pequeño altar con un cofre surgió del suelo.

- ¡Os lo dije! -exclamó ufano.
- Bueno, también podía haber sido un mecanismo que cerrase esta puerta y nos hubiera pillado en medio dejándonos encerrados... -razonó el arqueólogo listillo. Pichu le fulminó con la mirada.
- Vamos a ver qué es ese altar...
- ¡Oh, mirad esto!

Pacha Mama había entrado por una puerta secreta surgida en el muro justo al lado izquierdo de la escalinata y les gritaba desde el otro lado.

- ¡Has ido sin mi...! ¡Ooh!

Cuando Pichu llegó hasta ella, vio una enorme sala de piedra iluminada por una tenue luz que procedía del exterior y en medio de la misma un hermoso círculo que llevaba por unas escaleras a un trono con la imagen de Viracocha tallada. 


Dedicado a Pichu, ¡feliz cumpleaños bollu!

25 diciembre 2018

Christmastide

¡Felices fiestas!

Dedicado a mis amigos, ¡yo os aaamo!

19 diciembre 2018

Eternal Flame

Año 480 D.C. Lugar desconocido.

Se encontraba en una estancia de piedra iluminada con antorchas. El ambiente era solemne y podía sentir una energía mágica manando de los muros y de los magos encapuchados que la rodeaban. Thöw estaba a su lado. No tenía nada que temer. 


Año 2009 D.C. Parque Azëbera.

- Bueno... pues tendremos que seguir protegiendo la piedra, ¿no?

Jeanpo contempló a Srynna, que guardó silencio. La situación era realmente grave, pero le seguía pareciendo tan irreal, tan surrealista... ¿Cómo dos personas normales como ella y Wherynn habían acabado metidas en tal lio, con magia, guerreros antiguos y viajes en el tiempo incluidos? Cuando todo acabara convencería a Wherynn para que escribiera un libro, ¡Sería una historia estupenda!

- Aún no entendéis... El mundo tal y como lo conocéis podría acabar -dijo el guerrero con voz apagada- En un suspiro. No seríais capaces de recordar nada que no fuera la esclavitud más cruel, los Nöh os torturarían hasta la locura...
- Si se ponen en plan egipcios necesitarán que estemos cuerdas para construir sus pirámides y monumentos... -respondió Srynna, segura de sí misma.
- ¿Hablas en serio? -cuestionó él, molesto por su actitud imprudente. 
- Jeanpo… Sé que estamos en medio de una aventura épica increíble, que parece mentira, pero se que todo saldrá bien. En los grandes relatos literarios todo acaba bien. No puede ser de otra forma.
- ¡Esto es la vida real! -exclamó el joven exasperado.
- Quizá solo una de tantas vidas reales... Yo no temo a la tumba, ¿sabes? No tengo miedo.
- ¿Alguna vez has estado a punto de morir? -preguntó Jeanpo alterado.
- ¡No! Y se que esta vez tampoco estoy cerca. Me queda mucho, los Nöh serán destruidos y todo volverá a ser como siempre. Tú volverás a tu época y esto solo será la gran hazaña de nuestra juventud...

Nunca la había visto tan serena y madura. Y eso le asustaba. Y le dolía. No quería volver a su época y abandonar a sus dos locas...

- Vuelve a llover. Será mejor que nos resguardemos -terció la chica con voz maternal.


Año 480 D.C. Lugar desconocido.

El viento susurraba entre las torres del templo. Un viento helado que le recordaba al invierno que aún estaba tan lejano... Sin embargo, en aquel lugar en medio de la nada, la nieve caía con suavidad sobre las montañas. Un auténtico lugar de recogimiento y meditación.

- Lo has hecho muy bien, Mapa Cósmico. Nunca debí dudar de ti... Pero había tantas cosas que ignoraba... -comentó Thöw con voz ausente.
- Ya, lo entiendo, no te preocupes... ¿Cuándo regresamos?
- ¿Regresar? -preguntó el mago mirando la nieve. Quizá ya no haya donde regresar...


Año 2009 D.C. Parque Azëbera.

La noche transcurrió tranquila aunque los chicos durmieron inquietos. Estaban pendientes de cualquier ruido: crujido de ramas, la lluvia, algún chillido de animales desconocidos -¡espero que no sean ratas o gritaré! exclamó Srynna- y sonidos que no eran capaces de identificar pero parecían corresponder a los naturales en un parque donde la gente hacía acampada. Por la mañana temprano, unos leves rayos de sol les hicieron levantarse.

- Se nota que estamos casi en otoño... ¡Mira esas hojas! -señaló Srynna a los árboles, cuyas hojas caían en una danza sumamente relajante con la brisa matutina.
- ¿No te extraña que esos dos no hayan vuelto? -preguntó Jeanpo con voz cavernosa.
- Bueno... Un poco sí, pero tenían muchas cosas de las que hablar al parecer... El pasado misterioso de Thöw y eso, se habrán quedado allí a dormir, no sé... 

Jeanpo salió de la tienda poco convencido. No quería invocar a Thöw y parecer un paranoico, pero en parte deseaba una excusa para que volvieran y les contaran todo, y se acabase toda aquella pesadilla... No quería volver a ver aldeas arrasadas y gente quemada viva o las atrocidades aún peores que eran capaces de cometer en esa tribu... Construir pirámides, ojalá... 

- ¡Mira, la ardilla cotilla! -exclamó Srynna. 

La ardilla de capa negra portaba consigo un pequeño pergamino que parecía muy arrugado. Srynna lo cogió y el animalillo se alejó con prisa, subió a la rama de un árbol y se les quedó observando ensimismada. 

- ¿Qué pone? -preguntó tendiéndoselo a Jeanpo.
- Míralo... Es como... ¿Un hechizo? Pone "Para W".
- ¿Whers? -adivinó Srynna.
- Supongo... No entiendo nada... ¿Será de su novio el Nöh?
- ¡Qué romántico!

El guerrero la miró entre anonadado y furioso.

- ¿"Romántico"?
- ¡El malvado Nö y la heroína Mapa Cósmico luchan por su amor en medio de una cruenta guerra! ¡Es el argumento perfecto para su novela!
- ¿De qué hablas? -cuestionó Jeanpo, aunque le aliviaba ver que Srynna volvía a ser la demente histérica de siempre.

Un tremendo crujido que sonó como un árbol partiéndose en dos les hizo saltar del susto y a Srynna lanzar un grito angustiado.

- Si antes lo pienso... -dijo para sí Jeanpo mientras buscaba con la mirada de donde procedía el ruido.
- ¿¿Qué ha sido eso?? -preguntó Srynna- ¿Quién anda ahí? ¡Ay, no, eso nunca se pregunta!
- Completamente loca... -murmuró Jeanpo mirando a todos lados.
- ¡¡Aaaaah!!

Varios Nöh surgieron del bosque encapuchados con sus temibles capas negras y sin pensárselo en absoluto Srynna lanzó una ráfaga de hielo, que dejó congelados a dos de ellos al mismo tiempo y el prado a su alrededor cubierto de escarcha. Jeanpo por su parte creó tal desasosiego en los corazones del enemigo que Srynna congeló a los otros tres con uno de sus torbellinos más poderosos y fascinantes.

- ¿Qué demonios..? ¡Nos atacan! -gritó la chica corriendo hacia los enemigos y comprobando que no podían moverse -¡Invoca a Thöw ya!

Jeanpo inició su retahíla de palabras, que fue interrumpida cuando una fuerza desconocida le atacó por la espalda haciendo que perdiera el conocimiento.


Dedicado a Jeanpo, ¡feliz cumpleaños majo!

05 diciembre 2018

Anemoi

Aquella noche el Érebo le pareció más sombrío que nunca... Las densas nieblas de oscuridad rodeaban los bordes del mundo y su propia mente, que recorría caótica un sinfín de pensamientos... ¿Había hecho bien confiando sus sueños a Tánatos? Pensó en su madre, Nix, arrastrando las oscuras nieblas de Érebo por los cielos llevando la noche al mundo, y deseó tener a su lado a Hemera para que trayera consigo el día... Nix ocluía la luz del Éter, ese aire superior brillante y luminoso, y Hemera despejaba la oscuridad permitiendo que el Éter volviese a iluminar la tierra... 

- El Éter... -murmuró Ëdpôr para sí.
- Tanta sabiduría en las antiguas cosmogonías... -susurró Tánatos.

El Oniro meditó por un instante. Tánatos sonrió. La oscuridad les envolvió y Ëdpôr caminó sumido en sus pensamientos... 


Las dos puertas brillaban imponentes en el Érebo. Cuerno y marfil, autenticidad y falacia. Atravesarlas era su sueño desde el inicio de su cometido, porque la curiosidad de su mente iba mucho más allá que la de sus hermanos... 

- Tienes sentimientos contradictorios y quieres cumplir tantos deseos ilícitos... ¿No es cierto, sobrino? 

Ëdpôr no supo responder. En realidad tenía las palabras, pero verbalizarlas le parecía una blasfemia, algo en contra de su naturaleza. Tenía que ser quien estaba destinado a ser, pero era tan diferente... 

- Quiero conocer a Éter.

Tánatos esbozó una sonrisa siniestra.

- Tu y yo no somos tan diferentes... -un escalofrío recorrió la espina dorsal de Ëdpôr- ¿Tiene personificación siquiera? ¿Alguien le conoce?
- Nix, y... 
- ¿..Y? - dijo Tánatos como si nuevamente leyera sus pensamientos.
- Los Dioses del viento.

Los Anemoi eran seres que regían los cuatro puntos cardinales y conocían el Éter. Su libertad hacía que no tuvieran ninguna atadura ni cadena a ningún Dios o mortal, salvo a Eolo, su rey. Si bien los demás dioses podían influirles... 

- ¿Y quizá te sea preciso un dios que los logre persuadir para que te digan cuanto quieres saber? -preguntó Tánatos con su tenebrosa voz.
- No... Creo que nuestra presencia será bienvenida y... Nos dirán cuanto deseemos. Si somos cautos.
- Adelante pues, sobrino.

Nunca supo dilucidar por qué le producía semejante pavor estar emparentado con aquel ser de oscuridad... Tal vez representaba todo lo que temía de si mismo... 


Eolia era un hermoso archipiélago cuya belleza parecía relucir aún más con la luna menguante nocturna. Ëdpôr se sentía ligeramente culpable de no estar cumpliendo con los sueños lúcidos de aquella noche, pero él también tenía sus propios sueños e inquietudes. La isla mítica les dio la bienvenida en silencio cuando desembarcaron en sus costas.

- ¿Vas a invocar a los vientos? ¿No temes la ira de Eolo? -cuestionó Tánatos de repente con su sonrisa inquietante.

¿A qué venía eso? ¿Pretendía hacerle dudar?

- Si, invocaré al viento y confío en vos para que me ayudéis con Eolo...
- Oh, sobrino, ¡No hace falta ser tan ceremonioso! La solemnidad solo es necesaria para los que no son nuestros allegados... -respondió Tánatos. La visión de su tea invertida iluminando la oscuridad nocturna volvió a provocarle un inexplicable terror.
- Bien... ¡Bóreas, viento del norte, yo os invoco!

Un frio invernal se apoderó del paisaje. Un anciano alado con barba y cabellos desgreñados hizo su aparición portando una caracola y vistiendo una túnica de nubes.

- ¿Quién osa perturbar mi llegada a las tierras más norteñas? -preguntó con voz profunda. 

El Oniro meditó un instante antes de responder, pues conocía el temperamento violento de aquel viento y su fortaleza.

- Venerado Bóreas, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter... 
- No te andas con rodeos, ¿Verdad hijo? Te acompaña una presencia muy oscura, demasiado para este anciano... 

Ëdpôr miró a su alrededor. No veía a  Tánatos, pero su densa oscuridad, como Bóreas había notado, se dejaba sentir en el ambiente.

- ¿Podéis decirme algo sobre Éter, venerable viento?

El anciano sonrió crípticamente. 

- Es un elemento más puro y más brillante que el aire, y a la vez la región que ocupa por encima del cielo. No puedo deciros más.

El Oniro se quedó bastante decepcionado pero trató de ocultarlo.

- De acuerdo. Gracias por vuestra ayuda y honrarme con vuestra presencia. 
- Me voy pues a las glaciales tierras al norte -dijo el anciano desapareciendo en una gélida brisa.

El joven esperó unos instantes y suspiró.

- ¡Noto, viento del sur, yo os invoco!

Una pequeña tormenta que recordaba a las de finales de verano y otoño hizo acto de presencia, 

- ¿Quién osa perturbar mi presencia en la salida de Sirio tras el solsticio de verano?

¿Vivían aquellos vientos en estaciones diferentes que no se correspondían a las del mundo real? 

- Venerado Noto, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter... -dijo Ëdpôr pensando que utilizar la misma fórmula con todos los vientos sería lo más apropiado. 
- Éter es el elemento más puro y brillante, por encima del aire. Es el aire superior -dijo para después guardar silencio. El Oniro supo que no le diría nada más.
- De acuerdo. Gracias por vuestra ayuda y honrarme con vuestra presencia.
- Cuidaos del aura oscura que os rodea, Oniro… -dijo el viento antes de desaparecer entre una densa nube de niebla. Ëdpôr volvió a suspirar.
- ¡Céfiro, viento del oeste, yo os invoco!

Al punto apareció el viento más apacible de todos, el fructificador, mensajero de la primavera.

- ¿Quién acude a mi mientras llevo al mundo las suaves brisas de primavera y principios de verano? -preguntó con voz suave.
- Venerado Céfiro, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter...

El hombre joven con alas de mariposa o hada, imberbe y semidesnudo a excepción de un manto sostenido entre sus manos, en el cual llevaba y esparcía montones de flores incluso en aquel momento, le resultaba tremendamente atractivo. Con razón Cloris le había escogido antes que a su hermano Bóreas...

- Éter es la región por encima del aire y bajo el firmamento. Es donde habitan los dioses, de él surgen nubes por voluntad de Zeus. El sol está allí, es consorte de Gea y padre de las ninfas de las nubes, las néfeles. Es el elemento divino que domina todo.

Bueno, al menos este viento hablaba más que el resto y parecía más amable.

- ¿Deseáis saber algo más? La primavera espera mis flores...
- ¿Puedo invocaros en otro momento si me sois necesario?

Ese cautivador viento hacía florecer su lado más seductor, nunca mejor dicho.

- Por supuesto, Oniro. Cuando queráis -se despidió entre ráfagas de flores -pero alejaos de esa inmensa oscuridad que os anega -suplicó- la luz brillante siempre es más sutil que las caricias de la noche...

No entendió eso último, pero al menos sabía que podía volver a invocarlo en algún otro instante. Perfecto, la soledad del Érebo en ocasiones le resultaba demasiado hastiante y aquel ser de luz podría iluminar sus noches más tenebrosas... Suspiró.

- ¡Euro, viento del este, yo os invoco!

Un funesto viento de calor y lluvia con una vasija invertida derramando agua emergió ante él. ¿Por qué adoraban tanto llevar elementos invertidos consigo? Le daban muy mala espina...

- Venerado Euro, querría que compartierais conmigo vuestra sabiduría y me ilustraseis acerca de Éter... -dijo, aunque realmente no creía que pudiera decirle más de lo que ya sabía.
- Éter es hermano de Érebo, región que conocéis. Vos deberíais saber más que yo de esos lares.
- Cierto... Gracias por honrarme con vuestra presencia e ilustrarme con vuestra erudición.
- Adiós pues, Oniro, y no os dejéis conquistar por esa profunda oscuridad... -advirtió mientras desaparecía. 

Ëdpôr se quedó solo. Aquello no era como había esperado. Los vientos apenas le habían ilustrado sobre Éter y todos coincidían en que juntarse con Tánatos no era una buena idea... ¿Debía invocar a los vientos menores?

- ¿Acudiréis ahora a los Anemoi Thuellai, sobrino? ¿A los demonios malvados y violentos creados por Tifón, Cecias, Apeliotes, Coro y Libis?

Como si su sola mención bastase, un orfeón de vientos diferentes emergió de la nada. Un hombre alado, viejo y barbudo vestido de túnica sosteniendo entre sus manos una cesta que parecía un escudo de granizo; un joven alado, imberbe, con túnica y calzando coturnos y un manto repleto de frutas y granos; otro anciano alado y barbudo, de cabellos desordenados, con túnica y una vasija de bronce de la cual esparcía ardientes cenizas; y un hombre muy joven, sin barba, con túnica y sosteniendo un timón de una nave.

- ¿Tenéis preparados unos corderos negros? -musitó Tánatos con voz siniestra. A Ëdpôr no le hacía ninguna gracia, el conjunto de sus presencias oscuras le nublaba el juicio.
- ¿Acudís a los vientos menores en busca de sabiduría? Viajamos por todo el mundo y conocemos sus fronteras y secretos más profundos... -tomó la palabra Cecias.
- Yo... quería conocer a Éter... -titubeó el Oniro, que de pronto se sentía inseguro.
- Nunca llegaréis a él -aseguró Libis.
- No sois digno -dijo Coro.
- No os recibiría -afirmó Apeliotes.
- No podéis siquiera hablar en serio -adujo Cecias.
- Hermanos... Todo está dicho. Podéis retiraros -invitó Tánatos. Los vientos no dijeron nada y se fueron, contentos de poder huir de su manto de oscuridad. ¿Y bien, sobrino? ¿Aún crees que tus sueños pueden cumplirse?
- Si no puedo conocer a Éter... Tal vez pueda persuadir a Gea, su prometida, y a las néfeles… Incluso a Helios o Apolo...
- ¿Los Dioses Olímpicos? ¿Tal lejos estás dispuesto a llegar por una fantasía?

Ëdpôr miró largamente a Tánatos, la pulsión de la muerte, y sintió deseos de abandonar la lucha de la vida y volver a la quiescencia y a la tumba... Todo por su maldita antorcha invertida. ¿No podía portar la corona o la mariposa en aquella ocasión? ¿Podía querer hacer morir incluso a los inmortales eternos? ¿A él, una de las mil personificaciones de los sueños?

- Quiero saber cómo surgen los sueños y si se puede ver más allá de las puertas... Y lo averiguaré solo si es preciso, aunque me pierda por el camino...

Tánatos volvió a sonreír.


Dedicado a Pedro Soares, ¡feliz cumpleaños bollu!

01 diciembre 2018

The Mysts of Sovngarde II


Las nebulosas iluminaban el cielo de Sovngarde. Era un lugar oscuro y misterioso perdido en algún lugar de la inmensidad del universo, en una realidad astral olvidada por los ancestros de nuestro linaje maldito siglos atrás... Los mortales y el silencio moraban este mundo de sensaciones místicas y sentimientos puros oculto en lo infinito, los mismos que anegaron con sus lágrimas nuestra estirpe de blasfemia emponzoñada con el veneno de la rosa mística que nunca debió existir ni ser encontrada... 

La tormenta brotó en Sovngarde y la lluvia cubrió el paisaje de niebla dificultando la visión del corazón... Caminé por el abismo de realidad sin rumbo en busca de la iluminación y la rosa, siempre hacia delante, a ninguna parte. Me guiaba mi luz interior en medio de la oscuridad, aunque mi visión de aquel mundo siempre fue y sería mi origen y realidad. Conocía sus misterios y enigmas como si fuese su creadora, aunque aquella utopía no me perteneciera aun siendo su esencia. 

La lluvia y el cielo tormentoso revelaron otro arcano y su profecía entre los truenos. 

El firmamento insondable no perdía su belleza a pesar de la niebla de nebulosas que lo ocultaba como un eclipse. Sovngarde era el misterio más allá, la tierra del olvido y el nunca jamás donde nuestro linaje no podría existir. Sus secretos eran como su lluvia, livianos y capaces de anegar con su verdad los espíritus. Y con ellos la rosa, símbolo del misticismo de aquel mundo, lo prohibido, cautivadora como la manzana del Edén. Y yo debía encontrarla como descendiente de aquellos amantes, por amor y por culpa para no caer en sus mismos errores.

La lluvia purificaba mi espíritu de todo mal, los truenos se alejaban y el camino se abría paso frente a mí. La luz brillaba en mi interior con un fulgor deslumbrante y aun así me sentía perdida en aquel mundo de dualidad mientras el silencio se adueñaba lentamente de mis pensamientos más oscuros en la tormenta... 


Continuará...

26 noviembre 2018

Sounds of Black Death


Bajó las escaleras entre los muros de piedra camino a su santuario, al refugio de su alma. El aire estaba viciado, el ambiente olía a azufre, se sentía como en casa en su laboratorio de alquimia. 
Un bastión de conocimiento a solas en aquella sala, iluminada con la luz de las velas que aportaba una atmósfera mágica, donde sus sueños de ciencia se cumplían bajo el designio de los astros que le guiaban en el camino de la erudición. Nadie entendía su pasión por aquella disciplina, que no quisiera ser un guerrero inmerso en guerras a lomos de un caballo en busca de la muerte más honorable y la gloria de la conquista de tierras lejanas... Por ello era un ermitaño olvidado del mundo, sumergido entre sus libros y manuscritos antiguos en busca de conclusiones a los interrogantes de la naturaleza, más allá de la imaginación de sus tiempos. 

Largas jornadas pasaba en soledad, aprendiendo el arte místico de la crisopeya, leyendo en las horas diurnas y contemplando el firmamento en las nocturnas. Los años pasaban encerrado entre sus muros, perdiendo la cordura y recobrando la esencia, alejado de la realidad sumido en ensoñaciones, en los delirios más profundos de su época. Los filósofos acudían a su gran sabiduría, los astrólogos a su potente hechicería, los magos a su oscura nigromancia y los augures a su grandiosa metafísica.
Los rapsodas comenzaron a componer canciones sobre él, se decía que portaba el mal, mucho por lo que sacrificar. Sus historias nunca le llegaron, entre muros siempre custodiado llevaba una existencia tranquila pero los recuerdos le asolaban. Unas visiones de la guerra siempre le visitaban en sueños, quizá ese no era su destino aunque la conciencia le remordiera...

Cabalgaba lejos, lejos de su hogar hacia una tierra lejana y desconocida. Las flechas llovían en su huida del enemigo, que les doblaba las fuerzas. Espadas, vidas en peligro, sangre en el campo de batalla, una causa perdida desde que comenzaran la campaña de invasión a sus rivales. La gloria les esperaba, la muerte les haría venerables, los escritos narrarían la cruenta lucha que les llevó a la victoria. Y nunca avanzarían, ojo por ojo y diente por diente, la historia los olvidaría con el tiempo y los escritos se perderían. 

Y un día llegó la visión a sus ojos, todo lo que anhelaba y nunca se cumplía, el orden perfecto de los elementos para crear todo aquello con lo que siempre habían soñado los sabios. Los volúmenes de la Biblioteca de Alejandría conservarían su hazaña incólume por siglos, haciendo eterno su trascendental descubrimiento y guardando su secreto junto a todos sus significados. Se quedó en silencio maravillado de lo que había logrado, una revelación única en su época. Pero el tiempo no pensaba lo mismo, el enemigo se acercaba y no era capaz de verlo. La puerta se abrió y encontró al viejo anciano rodeado de todo cuanto amaba en su laboratorio. La Muerte Negra no tuvo piedad y segó su existencia del mundo de forma cruel sin ninguna misericordia. Mientras sus ojos se apagaban con miedo su espíritu se elevaba a mundos desconocidos, donde la alquimia no existía y todo dejaba de tener el mismo sentido. Con la decadencia todo fue destruido y la huella de su existencia borrada de la historia. Con el tiempo todos olvidaron al anciano descubridor del mayor misterio de la alquimia. Los astros marcaban su fatal destino pero él nunca creyó en aquellos infaustos augurios. Jamás pensó que los hombres preferirían permanecer ciegos en un mundo aún por descubrir donde él poseía las respuestas silenciadas abruptamente.


Dedicado a Laura, una guerrera.

13 noviembre 2018

Sweetheart

Mi ser de Astralia, mi dulsurita, eres un sueño hecho realidad. El príncipe azul que siempre quise a mi lado y pensé que no existiría porque tanta perfección en un ser no podría pertenecer a este mundo. Y tú lo superas. Todos mis sueños, deseos, fantasías... Eres todo lo que quiero a mi lado y nunca dejaré de amarte. 

Chikorita y Dragonite también te adoran y te mandan besitos (y pedetes y látigo cepa). 

Por otro año de felicidad, risas, alegría, aventuras y seguir creciendo juntos como dos pequeños pokemon cariñositos. Eres mi luz y brillas a cada instante, iluminando mi mundo y todo lo que lo rodea. ¡Qué suerte aquel día de noviembre! La sonrisa no me ha abandonado desde entonces y espero poder hacerte sonreír de igual manera. ¡Te quiero!


Dedicado a Cris, mi príncipe azul.

05 noviembre 2018

Catasterismi (Katasterismoi)


Una profecía encerrada en un desierto de oscuridad
custodiado por una joven sin voz.
Un deseo sellado en las constelaciones de un cosmos
de silencio ignoto y magno.
Los designios del destino bajo el manto estrellado
de su empíreo firmamento.
En el universo que dio luz al misterio
de los divinos arcanos...

El brillo del amanecer dio paso al solsticio
en su ciclo sin fin a lo largo de la eternidad,
cuando los portales se abrieron iluminando
aquel vasto mundo de inspiración elísea.
Los antiguos moradores de su bello Edén
lo legaron a sus descendientes en visiones,
la armonía y el equilibrio lo regían
hasta que el equinoccio
lo fragmentó
en el olvido...


Dedicado a los ladoscurienses, siempre creativos.

01 noviembre 2018

The Mysts of Sovngarde I


La dualidad y el equilibrio han existido desde siempre, desde los inicios de la realidad...
En el origen hubo dos seres antagónicos, enemigos desde la cuna... Su genealogía era el linaje del odio, pero su profundo amor les consumía... 

Ambos crearon dos realidades diferentes, dos mundos enemigos de luz y oscuridad. Silenciaron sus sentimientos e iniciaron una guerra sin fin... Ninguno cedía terreno y sus mundos se fueron alejando cada vez más hasta perderse en el silencio. Y ambos sabían que estaban condenados a encontrarse en los nexos de unión de ambas realidades.

Las miradas se cruzaban, rey y reina se contemplaban, el silencio decía más que cualquiera de sus palabras.

La unión de ambos creó un linaje secreto y prohibido. Criaturas místicas con poderes inimaginables, ocultos y sumamente peligrosos. Seres oscuros con una brillante luz interior poseedores del don de la profecía, el bien y el mal. Una profunda dualidad que reflejaba su ascendencia maldita...

Tu y yo pertenecemos a esa estirpe de blasfemia, condenada desde la eternidad. Los albores del tiempo aún nos recuerdan que el olvido del odio nunca creó verdadero amor. Yo siempre te he amado, y odiado con una intensidad que nunca llegarías a imaginar ni en tus peores pesadillas. Pero esa es nuestra dualidad, ¿no? El silencio que nos castiga...

Nuestros ancestros, su progenie y descendencia fluyen por el universo sin fin perdidos en la inmortalidad cuando nosotros elegimos morir... ¿Puedes revelarme la profecía que marca nuestro destino? ¿Entiendes algo de este caos sin sentido para ti y toda tu realidad? ¿Crees que puedes leer mi alma o que mi corazón aún te pertenece? No seas iluso, mortal, yo ya he encontrado la luz y tu sigues en mi oscuridad...

Aquellos dos seres amaron con una inmensa fuerza pasional que no existía en sus mundos. Se emponzoñaron con el veneno de la rosa mística y liberaron sus mentes de la fantasía. ¿Entiendes que debo encontrarla para poder liberar tu corazón? La dualidad nos está convirtiendo en nuestros ancestros, con sus errores y enigmas. Duerme ahora, mi amor, pronto despertarás... 


Continuará... 

28 octubre 2018

Rara avis

El sol ardía radiante en el firmamento creando hermosísimas iridiscencias en el océano. Un nuevo comienzo. Däyn respiró con fuerza el aire con olor a salitre y se sintió renovado. Se acercó al muelle observando los navíos que allí se encontraban hasta que uno en particular llamó su atención. Era un barco restaurado, recién pintado y en un estado envidiable... Y sin embargo, le daba la impresión de tener algún oscuro y tenebroso pasado. Sacudió la cabeza y sonrió. ¿Quién podría tener pensamientos sombríos en un día tan brillante?

- ¡Arriad las velash! ¡Rumboh a la afventuhra!
- ¡Pero si aún no partimos!

El joven miró hacia el lugar de las voces y vio a un señor con pinta de capitán y un pendiente de aro en su oreja izquierda que parecía muy ufano. Los ojos le brillaban y contemplaba con admiración su nave con un orgullo difícil de describir. 

- ¡Buenos días! -saludó Däyn acercándose. Por un momento, se sorprendió al ver aparecer del interior de la embarcación a otro señor bajito con un taparrabos hecho de hojas de platanero que le hacía parecer un nativo de tierras lejanas.
- ¡Holah, muchaxo! ¿Qué deseas? -preguntó con voz gangosa.
- Bonito barco, señor... ¿Es suyo?

El Capi sonrió orgulloso y señaló al navío.

- Eshta esh la Galera Roja.

El corazón de Däyn dio un vuelco. ¿"La Galera Roja"?

- ¿Por qué ese nombre? -cuestionó.
- El Bucanhero de Fhuegoh en rehalidaz es un antighuo bharco pertenehcienteh a losh pihratas Tdang, pero tras unah afventura en alhta mar lo hicimosh nuesstro. Estaba en un eshtado dehplorableh el pobrecihto, pero lo hemosh restaurahdo y cambiando de nombre rehspetahndo su pasado... ¡Y ahora es una vahliente embahrcación que nosh llevaráh a mil y un aventurahs! Tiene ciertho rastro de tehnebrohsidad en lahs bodeghas y eso... pero ya lo iremos soluhcionahndo poco a poco -sonrió confiado.
- Nada "precupante" -corroboró el hombre del taparrabos.
- ¿Y tú quién eres, jovencito?
- ¡Oh! Me llamo Däyn, soy... Bueno, me encanta el mar. Un viajero...
- Me llamo Krämse.

El hombrecillo del taparrabos había bajado por la escalinata del barco y le daba la mano afectuosamente. Le miró largamente y le pareció que sus ojos le atravesaban el alma, como si pudiera leer en su interior... No, no, no, estaba allí precisamente para olvidar todo aquello, para cambiar de aires y rumbo. Un nuevo comienzo.

- Este chico me gusta. Tiene un pasado interesante a juzgar por su mirada y sería un marinero de primera, ¿si? ¿Quieres unirte a nosotros, si? -le preguntó con una sonrisa.
- ¡Querido Krämse! ¿Eshtáis sehguroh? Nuehstra tripulación...
- … Necesita un poeta, un artista, ahora que varios de sus miembros han decidido poner tierra de por medio. Jajaja -rió su propio juego de palabras- necesitamos jóvenes deseosos de aventuras.
- ¿Sabhhéis tohnadas marinehras?

Däyn miró al hombre del pendiente.

- Yo...
- Me llamoh Capi, phor ciertoh, shoy el capitáhn de eshte bfarco. Aunque Krämse tamhbién es capitán, pero me dejah ejjercer el mandoh porque asíh puebde dishfrutar de la brisah marina... ¿Y esa tonada?

No sabía qué hacer. No conocía canciones de piratas más allá de "Yo, ho, ho y una botella de ron" pero seguro que no era eso lo que querían... ¿Y si les recitaba alguna poesía de las suyas?

"¡Madera bajo mis botas!
¡Conciertos de artillería
bravía en funestas notas!
¡Ondea la epifanía
del fin de la jerarquía
bruñida entre pergaminos, 
que arpías y libertinos
tomaron por pleitesía!"

Parecía haber captado su esencia. Todos los marineros le miraban boquiabiertos.

"¡Ya ruge nuestra amnistía!
¡Sucumben los calabozos
en la acuática homilía
de piratas y sollozos!
¡Y alzados entre los trozos, 
velamos el cementerio
que atestigua que un imperio
se consume en sus esbozos!"


Silencio absoluto.

- Se... llama "Homilía pirata..." -dijo con cierta timidez.
- ¡FASCINAHNTE! ¡Qué ohbra de arte! ¡Qué arhtishta entre nuestrhas filas! -aplaudió Capi encantado.
- Me gusta mucho, ¿si? ¿Te unirás a nosotros? 

Däyn asintió emocionado. ¡Por fin podría hacerse a la mar!

- ¡Yha verás quéh bfien! ¡Thal ves enconthremos sirehnas... ¡¡o bohcinahs!! -rió el Capi ante su propio chiste. Däyn soltó un bufido de risa. ¡Qué señor más ocurrente!
- Te advierto de que vamos en busca de serias aventuras, tesoros ocultos y navegaremos por sitios peligrosos... Pero seguramente tu magia interior nos será muy útil...
- ¿Eh?

Krämse le sonrió y empezó a reírse compulsivamente al compás de todo su cuerpo. Däyn alucinaba, ¿Dónde se estaba metiendo?

- Ocultas secretos, muchacho, y está bien. ¿Dominas los vientos de cristal?

El joven se puso en guardia. ¿Quién era ese señor y por qué sabía eso sobre él?

- No te "precupes", todos tenemos nuestros enigmas. Mira, ven. 

El hombrecillo le invitó a subir a la nave y Däyn, tras ver la mirada de aprobación del Capi, que parecía encantado con su nueva presencia en el barco, le siguió. El señorín le llevó hasta su camarote, que estaba adornado de forma muy particular, con objetos recogidos de los lugares más recónditos del mundo y algunas conchas marinas que reconocía de las cercanías. Incluso tenía unos pequeños arrecifes en un acuario... Pero lo que realmente captó su atención fue un magnífico astrolabio que guardaba encima de la mesa custodiado por un cristal.

- ¡Oh... qué maravilla! -admiró con sinceridad.
- Es mi astrolabio de Hiparco de Nicea. Un sextante de lo más particular y antiguo. 
- El matemático y astrónomo griego... -recordó Däyn mientras lo observaba detenidamente.
- Sabía mucho de constelaciones, ¿si? Como tú.

Däyn le miró y Krämse sonrió enigmáticamente. 

- El universo... un pequeño cosmos a escala...
- ¿Cómo..?
- ¡Oh! ¿Tienes la brújula? 

Aquello era demasiado. ¿Cómo podía saber..?

- Nuestro capitán también tiene una. La suya indica el noroeste -dijo mirándolo significativamente. Sintiéndose más seguro, Däyn rebuscó en su capa y sacó su propia brújula. En aquel momento estaba detenida marcando el norte.
- Bonita pieza. Mágica, ¿si? Indica tu corazón, ¿no?

No sabía qué decir. 

- Tranquilo, estás a salvo aquí. Tal vez no de la sacerdotisa del navío, pero de todos los demás si. Solo son marineros, Capi es su capitán y buscan tesoros.
- ¿Hay una... sacerdotisa?

Oh, no.

- ¡No pasa nada! Ella ni siquiera lo sabe. Trae mala suerte tener mujeres a bordo, ¿si? Pero Capi siempre ha sido un aventurero y nada supersticioso. Ni notarás su presencia, oh, aunque ella si que notará la tuya...
- No se si esto es buena idea... -titubeó Däyn.
- Tranquilo, es invisible a los ojos. No te hará daño.

Definitivamente, no entendía nada.

- Tú olvida lo que te he dicho, ¿si? Vamos a preguntar a Capi cuando quiere partir, ahora que por fin has llegado para unirte a nuestra tripulación.
- ¿Me esperabais?

Krämse le miró y por un instante le pareció que era consciente de que sin querer había hablando demasiado. 

- A un artista. Los viajes son aburridos sin algo de sesera a bordo, ¿si?


Unas horas más tarde se reunieron por fin en cubierta y desamarraron el barco. Al principio comenzó a surcar los mares con lentitud, alejándose del puerto que le había visto renacer.

- ¡Llehvaba thanto tiempo en losh astihlleros! -suspiró el Capi, encantado de volver a navegar- ¡No había quiénh exhorcizahra a esos eshpírituhs! 
- ¿Qué?

Varios marineros se giraron, asustados, mientras el Capi tomaba el timón.

- ¡Ooh! ¡Es un dhecir! Como erah de losh Tdagn… -disimuló moviendo el navío distraído mientras miraba su brújula. 
- ¿Había espíritus a bordo?

Nadie contestó y todos comenzaron sus labores. ¿Tendría que arrepentirse de haber partido a la aventura?


La noche estrellada y el mar el calma serenaban sus pensamientos. Le habían asignado un bonito y tranquilo camarote en lo más profundo del barco, donde las aguas susurraban sus misterios a la vieja madera de la embarcación, que mantenía su aire lóbrego a pesar de la restauración y los alegres adornos de los que la habían provisto, como Capi había mencionado. En realidad lo notaba en su atmósfera... "El Bucanero de Fuego", ¿Quién lo hubiera dicho? Sacó su brújula, que giraba de nuevo incontrolada hasta que señaló un punto perteneciente a un islote cercano que podía ver a simple vista.

- ¡Eh! -gritó al muchacho de la torre vigía. No estaba. Miró a su alrededor y decidió subirse a una cofa en busca de algo que le dijera por qué la brújula señalaba ese lugar. Miró guiándose por la luz de las estrellas y lo que vio le dejó sin aliento.


Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños Licaón!

19 octubre 2018

Amanecer


La etérea bruma me hacía sentir que me encontraba en uno de mis sueños, en uno de mis viajes astrales a la eternidad... 

El aire de las civilizaciones antiguas se percibía en la atmósfera, bajo los rayos de sol que iluminaban el cálido paisaje desértico con su brillo áureo... Caminaba con la túnica hecha jirones por el solitario paisaje con el sol como guía en busca de la iluminación, de la poesía interior y de tu mirada, como siempre. En busca de la verdad que nunca sería revelada sino a través de metáforas, aquellas donde éramos libres, creadores de mundos, inspiradores de sueños lúcidos, mundos de ilusión y amores más allá. 

La profecía del sol revelaba que la creación no era más que una verdad a medias entre dos manos entrelazadas...


Dedicado a Carmen, por sus viajes a tierras lejanas.

09 octubre 2018

Absalón, the Ëdeweiss

La brisa mecía un mechón de pelo ondulado de la meiga mientras el grupo contemplaba el valle de la bruja. ¿En serio tenían que bajar por un Ëdeweiss manflorita para Pänsy? ¿No podía buscarse un novio ella misma? ¿Cuándo se había ondulado SU pelo Polvo de Galleta, y lo más importante, por qué?

- ¿Cuando..?
- Bueno, lo mejor será acabar cuanto antes con esta pantomima. Vamos a Êdimbürgh, convencemos a un hombre desnudo de liarse con Pänsy y le decimos que es el Ëdeweiss.
- ¿En serio? ¿Pero os creéis que la bruja no se va a dar cuenta? -razonó Chico-chica para admiración de Märga.
- ¿Y qué sugieres que hagamos? -lloriqueó Polvo.
- ¡Pues lo que dice la meiga, ir, coger la flor, levantar el conjuro..!
- ¡Eso nos llevaría milenios!
- ¡Exagerados! ¡Su magia es poderosísima!
- ¡Si lo fuera tanto..!

Polvo de Galleta se calló al punto cuando vio la expresión tenebrosa de Märga.

- ¿No dijisteis que queríais aventuras?
- ¡Pero no así! ¡Mi cuerpo!

Cuando la meiga logró convencerles de bajar al valle y ponerse a buscar la flor, unos finos copos de nieve comenzaban a caer en el paisaje.

- ¡Oh, qué bonito! -exclamó Princesa.
- Yo no me entretendría con eso, es nieve mágica...
- ¿Maldita o bendita?

Era el día de las preguntas tontas, estaba claro.

- Concentraos, es una flor blanca o roja, así... -dibujó en el aire una flor que nadie entendió, pero todos asintieron- y no pasa nada si la tocáis, pero no intentéis arrancarla.
- ¿Dónde se encuentra?
- ¿Y cómo quieres que yo lo sepa? -contestó la meiga con un extraño acento que le salió del alma -Hemos venido a buscarla. ¡Buscad!


Pasadas unas horas no parecía haber rastro de la flor, hasta que Chico-chica dio un chillido de emoción.

 ¡Mirad, la he encontrado!

El chico señaló una preciosa flor roja y blanca de largos estambres dorados que relucía entre la nieve. Märga se aproximó con cuidado a ella y la tocó. No ocurrió nada, como esperaba.


- Sí, es esta,
- ¿Y ahora qué? -preguntó impaciente Polvo de Galleta.
- Pues... Tendréis que dejarme a solas un rato.
- ¿Con el hombre desnudo? -gimió Princesa por sorpresa con voz algo celosa. Su novio bufó.
- Como te habrás fijado, es una simple flor. Tengo que concentrarme para romper su bendición y no es nada fácil... Pänsy me lo pidió a mi porque sabe que puedo, pero necesito paz y tranquilidad para lograrlo... -y con vosotros cerca no es nada fácil, pensó.
- Vale, os daremos privacidad a ti y a la flor... -suspiró la chica.

Los chicos se alejaron un poco y Märga les hizo un gesto de que se alejaran más. No quería que pululasen a su alrededor mientras intentaba aquel difícil conjuro.


El atardecer caía suavemente en el valle mientras los chicos miraban con disimulo a la meiga desde la lejanía.

- ¿Creéis que es capaz de hacerlo? No parece muy segura...
- Pänsy cree que puede.
- Pänsy quiere un novio salido de una flor -recordó El doble de chico-chica a Km3.
- Bueno...
- ¡Es Märga la meiga! Yo confío en ella -afirmó Polvo de Galleta.
- ¡Mirad!

Una luz cegadora se abrió en el valle y los chicos decidieron acercarse a toda prisa. Entre bruma dorada y chispas vieron aparecer a un apuesto hombre desnudo que parecía confundido. Märga sonrió orgullosa de sí misma.

- ¡Vaya con el manflorita! -comentó casi para sí Princesa por sorpresa evaluándolo con la mirada.
- Tenía los estambres muy largos... -cuchicheó Km3 mirando a cierta zona.
- ¡A Pänsy le va a encantar! -sonrió Polvo de Galleta complacido.

Märga estaba contenta por haber roto el conjuro, pero la parte más complicada comenzaba en ese preciso instante... ¿Cómo iban a llevar al hombre desnudo a través de tanta distancia sin encontrarse con nadie?

- ¡Oh, hermosa princesa!

Sin que nadie lo esperara, el hombre desnudo se arrodilló ante Princesa por sorpresa, que parecía sorprendida y encantada a partes iguales. Su novio le miraba furioso. 

- ¡Sois la bella dama de mis sueños! ¡Nunca se vio hermosura igual!
- Os he liberado del hechizo... -dijo Märga intentando llamar su atención. No es que estuviera molesta de que el hombre solo se hubiera fijado en Princesa y ni la hubiera mirado... Un momento... ¡Si tenía cuerpo de hombre! Claro, claro...
- ¡Mi princesa prometida! ¡Mi alma gemela! -suspiró el hombre completamente extasiado.
- ¿Pero qué dices, insensato? ¡Tú vas a ser el amante de Pänsy, no te fijes en ella! -chilló desesperado Polvo.
- ¡Y tiene novio! -gritó el novio de Princesa. La chica estaba encantada de recibir tanta atención.
- ¡Es mi amor verdadero, ni Pänsy ni nadie ocupará jamás mi corazón!

Sin que se lo esperaran, el hombre se puso en pie y le plantó un beso de película a la joven, que correspondió entusiasmada. Al instante una lluvia de chispas doradas les rodeó y Princesa se vio convertida en una adorable joven que hacía sombra a la inmensa belleza de la meiga, o de Polvo de Galleta en ese momento.

- ¡Qué espanto! ¿Qué le ha hecho a mi Princesa? -se horrorizó su novio.

La belleza está en los ojos del que mira.

- ¡Mi amor! ¡Ëdeweiss a su servicio, mi señora, ahora y siempre! ¡Os amo! -exclamó con fervor el hombre.
- Yo... -por fin parecía que Princesa tomaba conciencia de lo que estaba ocurriendo.
- ¡Sois tan hermosa y perfecta!
- Desde luego es el hombre adecuado para Pänsy, bailándole el agua cada instante... -comentó en un susurro Km3.

Märga estaba anonadada. ¿Cómo podía salir todo tan mal? Aquel manflorita afrodita afrodisiaca se había enamorado de la mujer incorrecta y no se lo podía llevar así a Pänsy… Y había agotado sus fuerzas liberando esa flor del hechizo, necesitaría varios días para poder realizar el conjuro de nuevo sobre una nueva flor... Todo era increíble. ¿Cuántos Absalón habría por el mundo?

- Un momento... ¿Has dicho que te llamas "Ëdeweiss"? -cuestionó Märga al hombre sin poder evitar mirarlo directamente a... el estambre. ¿¿Qué hacía??
- Sí, señor.
- ¿Señor? Ah, si... Pero... ¿No eres Absalón, como todos?
- Todos somos únicos, señor.

¿Podía ser que Absalón fuera una flor concreta? ¿Tal vez se equivocó y tendría que haber elegido una de las flores blancas?

- ¿Qué demonios significa eso? -rugió Polvo de Galleta.
- La verdad es que no tengo ni idea...
- Vuestro don del brujo sin nombre sería ideal en esta situación aciaga... -observó Chico-chica.

¡Ya empezaban con los vocablos medievales!

- Mirad, no entiendo nada. Esto no tendría que estar ocurriendo -dijo Märga.
- ¡La maldición de las ninfas! -exclamó el novio de Princesa dándose cuenta.
- ¿Qué? 
- ¿No será la respuesta? 
- No creo... Aunque pudiera... -dudó Märga.
- ¿Entonces que es? -gimoteó Polvo de Galleta.
- ¡No lo sé! Dejadme pensar...

No sabía si era el destino o Pänsy quien se reía de ella, pero esto pasaba de castaño oscuro. Ëdeweiss contemplaba arrobado a Princesa, que había encontrado un charco de lluvia y admiraba su recién descubierta belleza mientras su novio la miraba con disgusto al verla convertida en un monstruo.

- Quizá el beso de amor erróneo... ¿Quién le manda ser tan besucón? -murmuró Märga, enfadada.
- ¿Qué haremos, mi señora? ¡Quiero mi cuerpo! -lloró Polvo una vez más.
- Ay... pues no va a quedar más remedio que hablar con las ninfas...

El grupo casi al unísono ahogó un grito de horror.

- Que son ninfas, ¿eh? No arpías, o súcubos...
- ¡Súcubos!

Märga contempló a Chico-chica, que de repente parecía ruborizado.

- Yo... una vez conocí a... una... -se sonrojó. Polvo de Galleta casi se desmaya- era hermosísima, una belleza terrenal del inframundo -eso no tiene sentido, pensó Märga, pero optó por callar- yo...tengo un retrato suyo...

El chico rebuscó en sus pantalones y sacó un pequeño retrato que mostró a sus amigos.


- Muy bonita, ¿y qué demonios...? Nunca mejor dicho...
- Ella... bueno, digamos que quedó encantada conmigo y me regaló su retrato, dijo que podría invocarla siempre que me hiciera falta...

La meiga estaba colapsando. No sabía qué era peor, si conocer las dotes de Chico-chica (que al final al parecer era hombre), saber que un súcubo le había... Y se había quedado "encantada", o que tuviera conexiones demoniacas y mágicas tan fuertes... Y ella sin saberlo. Ni entenderlo, por supuesto. Se tocó la sien, le dolía. Seguro que le estaba dando un tirón en el cerebro.

- ¿Y cómo crees que nos ayudaría un súcubo?
- Yo...
- ¿No lo habrás contado solo para presumir?
- ¡No! Ella puede hacer cosas...
- Y tanto...
- … Tiene poderes -fulminó con la mirada a Km3- y sería una protección contra las ninfas.
- Las ninfas son buenas, aunque maldigan flores... -dijo Märga bajando la voz en la última frase.
- Pero son envidiosas y odian ser rechazadas. Cuando su Ëdeweiss sea seducido por mi súcubo le liberarán del amor de Princesa para que sea suyo... Y entonces nosotros nos lo llevamos para Pänsy. Haremos de señuelos y nos enamoraremos de las ninfas, o fingiremos que lo hacemos...
- No será difícil fingirlo... -aseguró el Doble de chico-chica.
- ¿Hola? ¡Yo sigo teniendo poderes! ¡No hace falta tanto lío!
- Descansad, meiga, yo me ocupo...
- ¡No..!

Antes de que pudiera detenerlo, Chico-chica pronunció unas palabras prohibidas de magia negra y unas ondulaciones negras aparecieron en el paisaje. De entre el círculo de oscuridad surgió lenta y sensualmente la figura de una mujer de belleza irreal e indescriptible, con cabellera cobriza y ojos de fuego, cubierta de tatuajes en su cuerpo y livianos ropajes negros. Una diadema de rubíes en su frente, acompañada de unos pendientes y un collar marcaban su estatus como reina de los demonios. Sus ojos eran hipnóticos.

- ¿Qué puedo hacer por vos, mi señor?

Su voz era tan sicalíptica que todos, incluida Märga, contuvieron el aliento.


Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños preciosa!