El pequeño regresó a su casa, donde le esperaba la temida reprimenda de su madre. No le gustaba que saliera al bosque, y los restos de barro en sus botas eran inconfundibles, no dejaban lugar a dudas donde había estado. Poniendo cara compungida aguantó la riña y después se fue a su cuarto. Una vez allí, se puso a pensar en aquel extraño y familiar hombre que se había encontrado en la plaza. Debía de tener algún tipo de poder mágico, porque le había hecho ver algo que parecía ser el futuro... Un momento, no podía saber si era o no el futuro, ¿qué era lo que había visto?
- Un lobo aullando, una batalla, luces de colores, a mi mismo huyendo y una espada... -enumeró para sí en voz baja. ¿Qué significaba?
- ¡Orav! ¡ven a ayudarme con la comida! -gritó su madre, distrayéndolo.
El niño no volvió a pensar en aquel extraño hombre hasta bien entrada la tarde, cuando fue a comprar algunos ingredientes que le faltaban a su madre para la cena. Los demás niños se reían de él porque hacía aquello que ellos llamaban "tareas para chicas", pero el pequeño sujetaba con fingido orgullo la cesta de mimbre de su madre y alardeaba de sentirse responsable. En realidad odiaba aquello, ¡pero no iba a dejar que lo supieran!
- Recuerdo cuando mi madre me mandaban a los recados... ¡como si fuera una chica! -suspiró una voz a su espalda. El pequeño se giró y vio al hombre que le había hablando aquella mañana.
- ¿A usted también lo enviaban? -preguntó con ilusión. El hombre sonrió ampliamente.
- Si... pasaba mucha vergüenza, pero fingía que me gustaba para que los que se reían de mi se sintieran tontos...
- ¡Yo hago lo mismo!
- Es lo mejor, pequeño. Así empezarán a sentir respeto.
- ¿A qué se refiere?
- No importa... ¿has pensado en lo que te dije esta mañana?
Orav le miró fijamente. Había algo en los ojos de aquel individuo que le resultaba muy conocido... como si los hubiese visto en algún otro lugar.
- ¿Nos conocemos de algo? -preguntó.
- Yo te conozco, pero tu a mi aún no.
Aquello, aunque no sonara amenazante por su tono, hizo que Orav se echara hacia atrás. El hombre, entendiendo sus palabras, sonrió comprensivamente.
- Perdona, a veces me expreso de una forma demasiado misteriosa... No puedo revelarte quién soy, pero te puedo asegurar que puedes confiar en mi tanto como en ti mismo.
- Eso dicen todos los malos.
- Jaja, ¡tienes razón! eres un muchacho muy avispado. ¿Qué puedo hacer para que confíes en mi?
- No se...
- ¿Aún tienes el puzzle del oso, el de madera?
Vale... había metido la pata. Ahora su yo niño parecía realmente asustado. Ese puzzle lo había tallado un desconocido que se había encontrado en el bosque un día, seguramente no hacía mucho teniendo en cuenta las fechas. Le había indicado el camino y en agradecimiento el hombre se lo había dado, pero no se lo había contado a su madre ya que siempre le decía que no cogiera nada que le ofrecieran extraños, y seguramente aquello le valdría otra regañina. Desde el punto de vista del niño, era lógico que no entendiera por qué el sabía todo eso...
- ¿Quién es usted? -preguntó el niño, con un atisbo de sospecha en su voz.
- Es lo mejor, pequeño. Así empezarán a sentir respeto.
- ¿A qué se refiere?
- No importa... ¿has pensado en lo que te dije esta mañana?
Orav le miró fijamente. Había algo en los ojos de aquel individuo que le resultaba muy conocido... como si los hubiese visto en algún otro lugar.
- ¿Nos conocemos de algo? -preguntó.
- Yo te conozco, pero tu a mi aún no.
Aquello, aunque no sonara amenazante por su tono, hizo que Orav se echara hacia atrás. El hombre, entendiendo sus palabras, sonrió comprensivamente.
- Perdona, a veces me expreso de una forma demasiado misteriosa... No puedo revelarte quién soy, pero te puedo asegurar que puedes confiar en mi tanto como en ti mismo.
- Eso dicen todos los malos.
- Jaja, ¡tienes razón! eres un muchacho muy avispado. ¿Qué puedo hacer para que confíes en mi?
- No se...
- ¿Aún tienes el puzzle del oso, el de madera?
Vale... había metido la pata. Ahora su yo niño parecía realmente asustado. Ese puzzle lo había tallado un desconocido que se había encontrado en el bosque un día, seguramente no hacía mucho teniendo en cuenta las fechas. Le había indicado el camino y en agradecimiento el hombre se lo había dado, pero no se lo había contado a su madre ya que siempre le decía que no cogiera nada que le ofrecieran extraños, y seguramente aquello le valdría otra regañina. Desde el punto de vista del niño, era lógico que no entendiera por qué el sabía todo eso...
- ¿Quién es usted? -preguntó el niño, con un atisbo de sospecha en su voz.
Dedicado a Álvaro, ¡feliz cumpleaños jabaliiii!