28 diciembre 2016

The cry of the wolf

Orav esperó ilusionado intentando no dar saltitos de emoción. ¡Por fin se volvería el gran guerrero brujo de la aldea!

Hacía frío, ya llevaba varios minutos esperando y nada. Seguía siendo un niño. Cogió una rama, trató de usarla de varita mágica y nada. Nada de nada. Estornudó.

- ¡Me ha engañado! ¡Me he engañado! ¿Cómo puedo ser tan idiota conmigo mismo? Seguro que el Orav mayor sabía que me tomaría la poción cuando no debía y por eso me dio un licor o cualquier otra tontería...  Bueno, licor no, no me siento borracho... -gritó frustrado y a punto de tener una pataleta- ¡Me largo a mi casa!

El niño se marchó tan enfadado que ni siquiera se acordaba del lobo que merodeaba por los alrededores. Unos grandes ojos ambarinos que le observaban, en cambio, si se acordaban de él. El lobo siguió sigilosamente al niño hasta llegar a un claro en el bosque y cuando se cercioró de que no había nadie, gruñó.
Orav se dio la vuelta y pegó un respingo. Otra vez aquel lobo enorme. Ante su sorpresa, el lobo se le acercó lentamente y se encogió sobre sí mismo para dar paso a un hombre de gran estatura con una capa morada brillante, unos pantalones verdes muy llamativos y una especie de casaca roja. Parecía un mago de los que venían a la aldea a hacer trucos...

- ¡Hola, hola, hola, pequeño Orav! ¡Te esperaba!

Orav no sabía qué decir así que guardó silencio.

- Disculpa mi porte, voy de incógnito.

El pequeño entrecerró los ojos.

- Me refiero que llevo unos cuantos meses vagando por los bosques en busca de magia oscura para erradicarla y no he tenido mucho tiempo para hacerme con ropajes... he ido cogiendo de aquí y de allá lo que necesitaba. Y menos mal que he ido perfeccionando mis transformaciones para no aparecer desnudo, jajaja...
- Vaaale... -le dio la razón Orav como a los locos.
- Mira esto.

El hombre extraño, cuyos ojos eran grandes y ambarinos también en su forma humana, le hizo una fantástica demostración de magia y lucha. Orav se quedó fascinado y por primera vez sintió respeto por él.

- ¿Te has tomado la poción, eh? Siempre fuiste un niño muy díscolo... Suerte que cuando te la di por primera vez ya eras mayor y conociéndote no me fié de ti y la destilé de manera que solo te diera el poder una vez alcanzaras la madurez física y mental adecuadas...
- ¡Oye! ¡eso es trampa!

El hombre soltó una carcajada y el niño se enfurruñó aún más.

- Me llamo Thÿowin y puedo ser tu maestro si me aceptas. Soy un noble guerrero versado en el arte de la guerra y pertenezco al pueblo, aunque suelo ausentarme por lo que ya te he contado y espero que mantengas en secreto. Tu madre es una mujer de carácter, no se opondrá a que seas guerrero...
- ... pero es mejor que no conozca lo de la magia, sí. No quiero que me riña.
- Jajaja, ¡así es! ¿Entonces querrás ser mi discípulo?

Orav meditó por unos instantes. Conocía a la gente del pueblo y no conectaba especialmente con ninguno de los guerreros... Todos le miraban como si fuera demasiado joven, pero este hombre estaba dispuesto a aceptarle como aprendiz, así que suponía que no le quedaba otra... Y parecía simpático...

- Vale. Sí, señor.
- Muy bien, pues tengo tu primera misión. No quiero aparecer así en la aldea, de modo que búscame algún ropaje digno de un guerrero que viene de luchar contra las fuerzas del mal. O al menos algo decente. No quiero ir a hablar con tu madre con este aspecto...
- ¿En serio? Está bien...

Solo porque era un lobo, que si no... ¿Habría más como él?

Orav iba sumido en sus pensamientos y decidió robar algo de ropa al herrero. Unos ropajes marrones serían adecuados y el hijo de aquel hombre parecía tener una talla semejante a Thÿowin. Cuando volvió al bosque su maestro se cambió y al punto pareció una persona muy diferente, distinguida y versada en el noble arte de la guerra.

- Así está mejor... Ahora, vamos a tu casa. ¡Aunque primero pasaré a saludar a mis parientes!


Tras la alegría de su familia por el reencuentro y una opípara merienda de la que Orav insistía en escapar porque al fin y al cabo se había escabullido de casa y su madre ya estaría echándole de menos y pestes, por fin fueron hasta su casa.

- Mi madre me va a regañar...-se lamentó.
- ¡No te preocupes, yo me encargo! -le animó Thÿowin.
- ¡Orav! ¿¿Dónde te habías metido?? ¡Escaparte de casa sin decir nada!
- ¡Señora, que bella está usted..!
- ¡No me vengas con paparruchas, Thÿowin! ¡Meses y meses lejos de la aldea y luego vuelves como si nada y secuestras a mi hijo!

Orav no entendía el valor de su madre para hablarle así a un guerrero que sabía que había matado a enemigos en la guerra... ¡A ver si tenía que ser su aprendiz!

- No he secuestr...
- ¡No me interrumpas! ¿Cómo estás, hijo? ¡Llevas meses fuera! -exclamó preocupada y mirando al joven por todas partes para comprobar si tenía alguna herida o cicatriz.

Después de hablar por un rato y explicarle que tenía interés en educar a su hijo, su madre, para sorpresa de Orav, aceptó. Luego dijo que sería una buena forma de meterle en cintura y quitarle los pájaros de la cabeza y Orav comprendió.

- ¡Muy bien! Pues tu instrucción comenzará mañana al amanecer, antes de la escuela.
- ¿Tendré que madrugar? -gimió el niño.
- ¡Los enemigos no descansan! -rió su madre mientras él volvía a enfurruñarse.


A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol aún no habían despuntado porque el día volvía a ser nublado, Orav se reunió con Thÿowin, que tenía algunas ramas preparadas para enseñarle a usar la espada, un pequeño arco para practicar puntería y varias dianas y un amplio espacio en la cuadra para poder simular luchas.

- ¿Aquí... vamos a practicar? -preguntó Orav dubitativo mirando los caballos que relinchaban y las gallinas correteando por el corral.
- Bueno, es invierno y hace frío, cuando despeje practicaremos fuera junto al resto de discípulos y maestros. De momento este sitio está bien. Mi familia es humilde...
- "No te dejes seducir por el oro ni las riquezas" -recordó que había dicho su yo mayor. Pero entre eso y una cuadra...
- ¿En qué piensas? -preguntó Thÿowin, curioso.
- Nada, nada... estoy listo para empezar.
- Muy bien. Pues siéntante -invitó el guerrero- porque te voy a contar la historia de la Madre Diosa.


Dedicado a Álvaro, ¡feliz cumpleaños majo!

27 diciembre 2016

Chulel

Los arqueólogos llevaban horas examinando la cámara concienzudamente pero no habían encontrado nada que pudiera explicar la maldición bajo la cual parecía encontrarse su compañero de expedición.

- ¿Qué piedra preciosa será esta? Parece ámbar...-murmuró una de las chicas acariciando los muros.
- El ámbar es una resina fósil, dudo que sea eso -dijo Pichu.

- A mi me inquietan más éstas imágenes de nativos de otras partes del mundo... ¿Cómo podían conocerlos? -preguntó otra.
- Bueno, el Machu Picchu es una llaqta construida antes del S.XV, para aquel entonces los españoles estaban a punto de descubrir América, pero ya sabemos que otros nativos de otras zonas habían llegado a este lugar mucho antes... -continuó Pichu.
- Ilumínanos... -murmuró el arqueólogo que le caía mal. Pichu fingió no oírle pero le apetecía muchísimo churrascarlo un poco... Como se pusiera tonto...
- ¡Mirad, creo que he encontrado algo!

En uno de los huecos de las paredes la piedra parecía ligeramente erosionada. Uno de los jóvenes introdujo el dedo en un agujero y pegó un grito.

- ¿Qué ocurre? -exclamó Pichu, preocupado.
- ¡He tocado una telaraña! ¡Qué asco!

El grupo rió y el joven al que habían desmayado con la electricidad del pokémon despertó justo en ese instante.

- ¡No toquéis mi tumba!

Pichu se giró rápidamente y le miró a los ojos, que brillaban con un extraño tono dorado, mientras el silencio reinaba en la estancia.

- ¿No debería tener una voz cavernosa o algo así? -susurró casi imperceptiblemente el arqueólogo listillo. Pichu le lanzó una mirada furibunda.
- ¿Quién eres?
- Soy Viracocha, el esplendor originario, Señor Maestro del Mundo.
- Y ya tenemos dos locos en el grupo... -suspiró el joven. Pichu volvió a mirarlo mal.
- Dinos, gran Viracocha, primera divinidad de los peruanos, cuyo culto... supone un concepto de lo abstracto y lo intelectual... solo destinado a la nobleza...
- Deja de andarte por las ramas y leer en el móvil, Pichu ¿Qué quieres? -preguntó el arqueólogo.
- ¿Cómo osas tratarme así? ¡Mi ira os llegará a través de Inti con terribles desgracias! -gritó el chico.

Algunas de las chicas soltaron chillidos de terror y su arqueóloga favorita se acercó al joven.

- Tranquilo... yo soy Pacha Mama, la Madre Tierra... puedes hablar conmigo... -trató de convencerlo.
- Y yo Mama Quilla, esposa de Inti, Madre Luna, madre del firmamento... -dijo otra de las chicas entendiendo a su amiga.

- No reconozco vuestros rostros... -dijo el joven.
- Ahora yo le digo que soy Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, y busco el Chulel, no te fastidia... -murmuró el listillo- ¡Guerra de deidades!
- Yo soy parte de su corte terrenal de Amautas -afirmó Pichu sin hacerle caso- enseño matemáticas, cosmovisión andina, normas morales, religiosas, históricas...
- El Iluminado, noble Viracocha -dijo el arqueólogo con voz burlona.
- En serio, como sigas así Pichu...
- ¡Pi! -corroboró el pokémon.
- ¡Pichu!

Pichu y el pokémon miraron al joven Viracocha, cuyos ojos parecían desprender electricidad a su vez.

- ¡Pi! ¡chu! ¡pi, pi, pi!
- ¡Mi pequeño amigo!

El pokémon saltó a brazos de Pichu y se escondió en su regazo.

- Habéis atado a uno de vuestros dioses, humanos desagradecidos. Nosotros bendecimos vuestras existencias... ¡Mama Quilla, Pacha Mama! ¡Soltadme!

Nadie sabía qué hacer porque temían cómo pudiera reaccionar aquel joven.

- Estáis bajo un influjo maligno, señor...

No tenía que haber dicho eso.

- ¡Cómo! Mama Quilla, señora de los mares y los vientos, ¿Qué decís? ¡eso es imposible! -dijo el chico mientras intentaba soltarse de sus ataduras- las maldiciones son para los humanos que osan retar a sus dioses y desobedecerlos...
- ¡Pi, pichu!
- ¿Qué hace Chuqui illa en brazos de ese Amauta?
- Chuqui illa... -repitió Pichu.

Quizá eso tenía sentido. El rayo. No, el relámpago. La deidad que controlaba la lluvia, el granizo y los relámpagos. Mediador entre las fuentes de agua y la población...

- Y puede ser que por eso desaparecieran, porque aquella misteriosa enfermedad... -murmuraba en voz baja- tengo que apuntar esto en mi diario... mi tessooro...
- A ver, ¿Quién cree que Pichu debería estar al margen de esta expedición? ¡No está en sus cabales! ¡Vamos! -propuso el arqueólogo listillo.
- Yo no provocaría a un tío que tiene a un Pichu en brazos...
- ¡Atadle! -ordenó Pichu.

Esta vez el resto del grupo le hizo caso y entre todos redujeron al joven arqueólogo, que estaba muy descontento y no entendía nada.

- ¡Seguís a ese lunático! ¡Estáis todos locos!
- Ponedle un bozal, digo... tapadle la boca con un trapo. ¿Y tú qué haces con la mano ahí metida?

Antes de que pudieran reaccionar y sin que nadie lo esperara, el arqueólogo que había encontrado un pequeño agujero en la pared había seguido hurgando en ella hasta abrir un orificio mayor y había dado con algún tipo de mecanismo que parecía un botón. La cámara comenzó a temblar y Viracocha empezó a recitar versos sobre la destrucción de la humanidad que según él le transmitía el conocimiento sobre el futuro de Inti.

- Bien, perfecto. Había una puerta en la cámara y se ha cerrado. A este paso y con todos los que somos nos quedaremos sin oxígeno... pronto.

El arqueólogo optó por no decirle a su jefe que eso era bastante obvio y que para ser "maestro de matemáticas" no tenía mucha idea...

- ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó una de las chicas, asustada.
- ¡Que el gran Pichu nos guñliieee! -trató de acabar la frase el arqueólogo con un calcetín en la boca.
- ¿Le habéis metido un calcetín usado? Pobre, tampoco merecía eso... -se compadeció Pichu.
- ¡No! Lo llevaba en la mochila por si llovía, está limpio -respondió el chico que le había tapado la boca.
- ¡Eso ahora no importa! ¿Cómo salimos de aquí? -chilló otra de las chicas con un deje de histerismo en la voz.
- ¡Eh! ¡He encontrado otro botón!

Sin que nadie pudiera evitarlo, el chico presionó la palanca hacia abajo.


Dedicado a Javier, ¡feliz cumpleaños neno!

25 diciembre 2016

Yuletide

Un año agridulce de renacimiento como el ave fénix. ¡Felices fiestas y próspero año nuevo!


Dedicado a mis amigos, por todo.

19 diciembre 2016

Amarantine

Dos días habían pasado desde el encuentro de Wherynn con el Nöh y no había ocurrido nada especial. Por turnos, entrenaban con sus nuevos poderes; Wherynn había mejorado considerablemente con su don de fuego hasta adquirir incluso cierta puntería; Srynna lanzaba salvajes ráfagas de hielo cristalizado por doquier sin apuntar a nada en concreto por si los Nöh aparecían de improviso (o eso decía para justificar su falta de destreza) y Jeanpo había estado practicando por su cuenta con los pobres campistas que osaban dormir en el Parque Azëbera ya que a las chicas no les gustaba cómo les hacía sentir su poder (¡Esa es la idea! solía exclamar él).

- Estás muy pensativa... ¿pasa algo? -preguntó el guerrero a Wherynn, que tenía la mirada perdida y cada vez estaba más meditabunda.
- No es nada, solo me preocupa que Sry nos acabe haciendo daño -sonrió mirando a la chica, que trataba de congelar pequeñas piedras del suelo y lograba helar la hierba y todo lo que había a su alrededor. No convenció a su amigo, y realmente le había mentido. Trataba de entender por qué la ardilla cotilla les había dado una nota de los Nöh advirtiéndoles de sus planes. ¿Tendría que ver con el joven que se había encontrado? Un suspiro escapó de sus labios al pensar en él y no pasó desapercibido para Jeanpo.
- ¡Ala, ya está! -exclamó Srynna- lo dejo por hoy. Me duelen los pies y estoy cansada, solo quiero una buena comida y dormir un rato...
- Pues espero que quieras algo frío, me toca ir a por leña y no me apetece nada... -bostezó Wherynn.
- Te toca, te aguantas. 
- Si queréis puedo ir yo... -se ofreció Jeanpo, caballerosamente.
- ¡No! Es el primer paso para acabar en la anarquía.

Ambos rieron con la ocurrencia de Srynna y Wherynn se levantó para ir a por la madera. 

- Si te encuentras con "alguien" espero que seas prudente... -amenazó Jeanpo.
- ¿O si no me escupirás? Entendido -dijo la chica alejándose y haciéndoles gestos de burla.

En realidad deseaba encontrarse con él y que le contara por qué actuaba como lo hacía. Por qué le había contado esa historia y luego se había ido. Los pensamientos vagaban inconexos por la mente de Wherynn, que recogía madera sin prestar atención a lo que estaba haciendo y entonces ocurrió. El crujir de unas ramas. La silueta alta y encapuchada.
No sabía qué hacer. Como se... Oh, genial, se había quitado la capucha. Ya la había liado. Sus profundos ojos oscuros, su pelo aún más desgreñado, sus labios... y su vestimenta negra. Estaba claro que era un Nöh. El joven le hizo una seña para que lo siguiera y ella, en guardia, lo obedeció. El Nöh se detuvo ante unos brezos, se agachó y ella le imitó. Buscó entre los arbustos violáceos y pronto lo vio. Un hermoso dije de oro con un blasón desconocido labrado.

- ¿Pero qué..? -antes de que pudiera reaccionar, el Nöh la tomó de la mano izquierda, donde se encontraba grabado el mapa cósmico de Thöw y juntos tocaron el dije, que brillaba a la tenue luz del sol.


Año 2016 D.C. Parque Azëbera. 

- ¿Qué..?
- Tranquila, no pasa nada.

Otra vez esa preciosa voz...

- ¿Cómo que no pasa nada? ¿A dónde hemos viajado? A qué época -preguntó la chica, tratando de identificar cambios significativos en el paisaje
- Año 2016. No hacía falta irse lejos, y el siete es el número mágico por excelencia...

Wherynn no sabía si atacarle con su fuego o... o atacarle "con su fuego". Ni por qué hacía bromas en un momento tan serio (Jeanpo estaría orgulloso de ella, por fin se lo tomaba en serio) ni por qué entendía esa lengua lejana y él la suya...


Año 2009 D.C. Parque Azëbera. 

- ¿No tarda mucho Whers? -preguntó Jeanpo, inquieto.
- No creerás que se ha cruzado otra vez con ese Noh... 
- En serio, deberíais intentar esforzaros por pronunciarlo bien...
- ¿Qué más da? No vamos a matarles con nuestra elocuencia -suspiró Srynna.
- Tú desde luego no...
- ¡Silencio, mortal! ¿Vamos a buscarla?
- Si, será lo mejor. Y vete preparada para cualquier eventualidad...

La ardilla cotilla los observó fijamente y los siguió.


Año 2016 D.C. Parque Azëbera. 

- ¿Por qué me has traído aquí? -cuestionó Wherynn.
- Era la única forma de hablar con vos, ahora que todo ha terminado.
- ¿Qué quieres... quiere decir?

El Nöh la miró fijamente con una sonrisa siniestra y atractiva y ella trató de concentrarse.

- Tus amigos han muerto.

Wherynn se quedó mirándolo fijamente, el joven la miró con culpabilidad y asintió.

- Habrá una masacre cuando mi clan trate de robaros la piedra; lucharéis con valentía pero ellos darán la vida por ti, el Mapa Cósmico. Y para nosotros es especialmente importante que ese guerrero muera... No es un destino que yo haya elegido. Me llamo Ikcn; mi padre era un Nöh de alto rango y mi madre una simple campesina a la que... Bueno, cuando nací me arrebataron de sus brazos y acabaron con su vida. Ellos mismos me lo contaron, pues la sangre no corre por sus venas y se enorgullecen de sus atrocidades. Les odié desde entonces pero supe fingir que les era leal, buscando el momento idóneo para escapar. Sin embargo, no es tan fácil...
- Es una vida entera de servicio o la muerte... -murmuró Wherynn.
- ¿Como lo sabes? -preguntó él, curioso y extrañado.
- Nada, una novela... No importa. Continúa.
- Traté por todos los medios de encontrar la manera de huir y traicionarles, hasta que comenzaron los viajes en el tiempo. Al principio no lo entendíamos muy bien, pero mi clan decidió conquistar todas las épocas y someter a todos los pueblos. Y sentí que la mejor manera de traicionarlos era impidiéndolo. Esa es mi historia -acabó.
- ¿Y qué tengo yo que ver con todo esto? ¿Y qué es eso de que mis amigos han muerto?

El joven la tomó suavemente de la mano y dibujó unas finas líneas en su palma cósmica, que se iluminaron en sangre mientras ella se estremecía contra su voluntad. Esperaba que no lo hubiera notado.
- El guerrero es clave para la destrucción de los Nöh. La leyenda narra que un joven de corazón valiente junto a dos diosas terrenales, el Mapa Cósmico y la Reina de la Destrucción, acabarían con los Nöh en el vigésimo primer siglo de nuestra era junto a un poderoso mago, Thöw. Mi hermano.

Wherynn sonrió ante la descripción de Srynna, "La Reina de la Destrucción". Con lo bruta que era le iba que ni pintado... pero...

- Tu... ¿¿tu hermano?? 
- Compartimos madre pero los Nöh ignoran su existencia y nuestro vínculo, al igual que él. Es hijo legítimo de un conciliábulo de hechiceros de gran poder que lucha contra los Nöh desde hace generaciones. Mi abuelo, es decir, nuestro abuelo, me lo contó. Es uno de los magos supremos y supo que podía confiar en mí, pues sabe leer las almas.
- ¿Y por qué no se lo contó a Thöw?
- Ignoro sus designios, pero dijo que la venganza le apartaría de su verdadera senda. El piensa que mi madre murió en el parto al igual que su bebé...
- Tú... ¿Y por qué sabes que han muerto si la lucha aún no ha sido?
- Mi abuelo me concedió el don de la visión. No estáis preparados, y tú, diosa cósmica, debes enseñarles el poder.
- ¿Yo? ¿Cómo?


Año 2009 D.C. Parque Azëbera. 

- ¡¡Wherynn!! ¡¡Whers!! -gritaba Jeanpo.
- ¡Ay, seguro que la han secuestrado! -chilló Srynna.
- ¡No digas eso! ¡Wherynn!

- Tengo un mal presentimiento... -murmuró la joven.


Dedicado a Jeanpo, ¡feliz cumpleaños majo!

05 diciembre 2016

Oniros

Existen mundos más allá de la imaginación... Donde los pensamientos cobran vida y los deseos no tienen censura... Donde la mente vaga libre y las ideas se entremezclan en un sinfín de posibilidades...

Ëdpôr era uno de los hermanos misteriosos y olvidados de Morfeo, dios del sueño. Uno de los mil Oniros, hijos de Nix. Como todos los Oniros, vivía en las oscuras playas del extremo occidental del Océano en una caverna del Érebo que poseía dos puertas: una de cuerno, de la que surgían los sueños auténticos, y otra de marfil, que solo creaba sueños con mentiras. Morfeo, dios de los sueños, su hermano Fobétor, portador de pesadillas y sueños proféticos, y Fantaso, que dominaba los sueños en los que aparecían elementos inanimados de la naturaleza tales como rocas, agua y árboles, eran los únicos que podían aparecerse a los reyes, mientras que Ëdpôr, como el resto de los mil Oniros, aparecía en los sueños de los mortales.

Sin embargo, lo que más le fascinaba era contemplar la mente humana en toda su magnitud. Los sueños permitían a aquello seres liberarse de sus ataduras terrenales y dejar volar su imaginación, que si bien estaba dominada por los Oniros, en ocasiones alcanzaba cierta lucidez que les permitía saber que se encontraban en un sueño. Y ese era su cometido; Ëdpôr era el portador de los sueños lúcidos, en los que se ocultaba tras apariencias diferentes para ver cómo los seres humanos actuaban cuando se sentían a salvo de la muerte y actuaban con total libertad a su voluntad.

Aquella noche, tras el ritual iniciático de la oscuridad y los sueños, se situó frente a las dos puertas. Quería un sueño real que contuviera mentiras, pero nunca había sabido cómo fundir ambas puertas para crear un sueño tan poderoso. Nunca lo había mencionado a sus hermanos, pues eran leyes prohibidas de los dioses, pero deseaba probar aquella idea... ¿imposible? Esperó a que todos se hubieran ido de la caverna portando sus sueños y contempló inmóvil ambas puertas. No podía abrirlas a la vez ni podía invocarlas al mismo tiempo. Si abría una la otra se sellaría, y no podía atrapar los sueños. Pensó en aquellos nudos con plumas hermosamente tejidos que usaban los humanos, los cazasueños, pero solo servían para atrapar pesadillas y no quería que su hermano Fobétor sospechase de sus ideas. Solo podía contar con su ingenio y su imaginación.

Pasó un tiempo contemplando ambas puertas y meditando. Nunca había tratado de ver qué había más allá. Cómo surgían los sueños, de los que ellos eran simples guardianes. No podía reconocer que envidiaba a los seres terrestres, que podían vivir aquellas fantasías mientras él solo podía ser parte de ellas sin realmente estar allí. No entendía su propia existencia...

Sus hermanos sabían que era diferente. Portador de sueños lúcidos mientras ellos creaban y dominaban a sus designios. Temían que algún día se revelase y divulgara todos sus secretos provocando la ira de los dioses. Pero Ëdpôr nunca les traicionaría, porque se estaría traicionando a sí mismo. Aún así no acababan de entender su personalidad, tan única, tan diferente a la del resto... No parecía un Oniro, sino algo más... Y él sabía qué era, pero no pensaba decirlo. Era su secreto, el enigma que jamás desvelaría...

Seguía mirando a las puertas mientras su mente divagaba. Ya había escogido a quién enviaría su sueño lúcido. Era una joven de la que se había hecho amigo en sueños. No la visitaba a menudo para que nadie sospechase, pues los Oniros no podían establecer vínculos con los seres humanos. Pero ella también era diferente. No pertenecía a su mundo, al igual que él. Y quería probar su mente con aquel sueño real lleno de falacias para ver cómo reaccionaba. Si distinguía la fantasía de la realidad. Porque Fantaso solía acudir a sus sueños debido a su personalidad y él no podía pasear por ellos tanto como querría...

Pensó en abrir la puerta de cuerno y atrapar un sueño. Si lograba cautivarlo, quizá se mantuviera estable el tiempo suficiente como para engañar a la puerta de marfil y poder abrirla a su vez. Pensó en invocar a Érebo, la oscuridad, para que ocultase su acción, pero no confiaba en él. Quiso confiar en Nix, la noche, pero no creía que fuera a guardar silencio ante los otros dioses. Hipnos podría entenderle, pero temía a su gemelo Tánatos. Tras mucho meditarlo, se decidió por él.

Como en un sueño, se trasladó al palacio de Hipnos, en una cueva oscura donde el sol nunca brillaba. A su entrada vio amapolas y otras plantas hipnóticas, y miró en derredor cerciorándose de que Nix no se encontrara cerca. Entró al lugar atravesando las flores y procuró tener cuidado de no pisar las aguas del Lete, el río del olvido que fluía por su interior.

El palacio era majestuoso; tallado en piedra oscura y provisto de mil puertas, entró por la de los sueños lúcidos a la espera de que su padre le concedieran audiencia.

- Entra, hijo mío.
- Hola, padre.

Hipnos estaba desnudo, mostrando sus alas, y pudo ver una sonrisa a través de su barba en un rostro muy parecido al de su hermano. Estaba junto a su cuerno de opio inductor del sueño, un tallo de amapola, una rama de la que goteaba rocío del río Lete y una antorcha invertida.

- Qué gusto verte, Ëdpôr -saludó Tánatos. El joven no pudo evitar un escalofrío ante su oscuridad.
- Querría hablar con mi padre a solas... -dijo titubeante.
- ¿Qué te trae por nuestro palacio de oscuridad? Vuestras visitas no son habituales... ¿ocurre algo en el reino mortal de los sueños?
- ¿Alguien que se resista a rendirse al Hades? -preguntó Tánatos- porque mi visita sería mucho más placentera que la de las Keres... -susurró.
- Necesito hablar con mi padre a solas -insistió Ëdpôr. Tánatos le dedicó una sonrisa oscura y se retiró de la estancia.
- Habla, hijo mío. ¿Qué es lo que deseas? -preguntó Hipnos con una sonrisa.


Dedicado a Pedro Soares, ¡feliz cumpleaños I don't dance!

01 diciembre 2016

The Lost Tales II


Tale II: The Cursed Queen

Mi segunda vida transcurrió en el esplendor del Antiguo Egipto hace siglos y la oscuridad regió mi destino... Nací en el seno de la corte, hija de faraones y sangre real, y viví en Alejandría, la  cuna del conocimiento en la época. Me educaron para ser una gran reina y estudié literatura, música, ciencias políticas, matemáticas, astronomía y medicina; hablaba egipcio, griego, sirio, arameo y latín.

Mi padre falleció siendo yo muy joven y comencé a reinar tras desposarme con uno de mis hermanos. Mi hermosura era incomparable y mi inteligencia superaba a todas las mujeres de mi época. Mi talento natural provenía del entendimiento del Antiguo Oriente, la refinada Grecia y la cultura moderna de Roma, que se imponía entonces sobre el mundo conocido... La Biblioteca de Alejandría era mi refugio, así como los museos y palacios de bellas artes, donde tenía el placer de hablar con eruditos de otros lugares civilizados. Allí fue donde le conocí; tenía la impresión de haberle encontrado en otra vida anterior y nuestra conexión fue inmediata hasta el punto que le convertí en mi amante, pues lo que sentíamos no podía describirlo con palabras. Mi amor por él era correspondido y ese fue el inicio de mi perdición...

Las sacerdotisas de mi oráculo predijeron que una gran desgracia caería sobre mi y sobre mi reino si me unía a aquel joven. Nuestro amor seria eterno pero imposible, pues pertenecía a una dinastía guerrera que pretendía conquistar las costas de Egipto y destruir todo lo que encontrara a su alrededor, incluida nuestra gran civilización, sus conocimientos e incluso su magia... Nosotros no queríamos renunciar a nuestros sentimientos y desoímos sus palabras, desafiando las leyes de la naturaleza y consumando nuestro amor puro.

Los magos de mi pueblo invocaron a las fuerzas de los dioses para retenerme y la maldición cayó sobre mi cuando asesiné a mi hermano para poder desposarme con mi verdadero amor. Incluso yo era capaz de ver los malos augurios en las constelaciones, pero ni siquiera eso pudo disuadirnos. Nos amábamos y sabíamos que nos habíamos amado en una época anterior, porque algo tan puro y majestuoso no podía pertenecer a este mundo y permanecer silenciado. Los sacerdotes nos condenaron y quisieron acabar con nuestras vidas, pero si habíamos de morir lo haríamos juntos según nuestros deseos. Escogimos la estancia más silenciosa de palacio y nos hicimos morder por una cobra egipcia, sellando nuestro final con un beso...


Continuará...

25 noviembre 2016

The Dragon, The Phoenix & The Serpent

La leyenda del dragón había permanecido silenciada por mucho tiempo... Nació en una pagoda del amor prohibido entre un fénix y una serpiente... Durante siglos su existencia fue ocultada y sus poderes yacieron dormidos en las aguas que le rodeaban para que nadie descubriera su origen... Las leyendas sobre una magnífica criatura que surcaba los cielos nocturnos en las noches de eclipse lunar antes del amanecer aparecieron... Pero el fénix y la serpiente fueron cautos y encerraron a su vástago en la pagoda para que nunca más fuera visto en la tierra... El dragón se vio condenado a una existencia solitaria soñando con el firmamento rosado y violeta que veía desde su cautiverio, con poder volar libre y alcanzar las estrellas; pero aquella libertad le había sido negada y no podía escapar de la pagoda, por lo que comenzó a urdir un plan para cambiar su sino...

Sus poderes florecieron y los cuatro puntos cardinales le dieron sus dones. El fénix y la serpiente no pudieron contener a su retoño y juraron acabar con su descendiente para que nunca se descubriera su secreto. El dragón se convirtió en una pequeña brisa de aire, otorgada por el este, y con ella logró su libertad...

El dragón surcó los cielos que tanto amaba y llegó a las nubes, donde deseó habitar por siempre entre su belleza imperecedera. El fénix le rogó que regresase a la pagoda, pero el dragón se negó y se convirtió en lluvia, que cayó sobre el lago cercano a su antigua morada. La serpiente le siguió en el agua y le suplicó que regresase a la pagoda, pero el dragón no quiso y se convirtió en una voluta de fuego que se elevó en las aguas cual fuego fatuo. El fénix volvió a implorarle que regresase a la pagoda pero el dragón se negó, convirtiéndose esta vez en una roca de tierra que trató de ocultarse bajo la hojarasca cercana al lugar de su prisión. La serpiente le rodeó y le pidió por última vez que regresase a la pagoda, pero el dragón se negó y se quedó quieto en aquel lugar esperando que se rindiesen. El fénix y la serpiente le dijeron entonces que sería libre si eso era lo que anhelaba de verdad, pero que para ello tendría que recuperar su cuerpo de dragón. Cuando cayó la noche ambos cumplieron su juramento y le dieron viandas envenenadas para que muriera. Sin embargo, con su traición solo lograron que se volviera más poderoso y los desterrara de aquel lugar para convertirse en el guardián sagrado de la pagoda, un ser cósmico en espera que simboliza la muerte y el nacimiento de un nuevo orden universal. Los moradores del lugar comenzaron a adorarlo como a un dios y a ofrecerle sacrificios de doncellas, aunque el dragón les hizo ver que solo era un puente al otro mundo para aquellos cuyas almas debían ascender a la nueva vida inmortal. Se erigieron templos en su honor y nadie conoció jamás su origen...



Dedicado a Celia, por sus experiencias en Asia.

18 noviembre 2016

A Rose for Epona



Dedicado a Borja, ¡feliz cumpleaños!

08 noviembre 2016

Immortal love

https://www.youtube.com/watch?v=5g5nJM7rDdA

La vida en la corte era sencilla, mundana... El Louvre era el palacio real soñado por todas las cortes europeas y el lugar donde toda la nobleza quería vivir. Los lujos y los banquetes se sucedían entre sus muros renacentistas, su belleza arquitectónica y su refinada decoración. Sin embargo, ocultaba secretos que ninguna persona salvo ella conocía, porque estaba ligada al palacio desde su origen en el S.XII. Cuando tan solo era un viejo castillo, los alquimistas eran encerrados en sus mazmorras junto con brujas, criminales y ladrones. Ella sentía una profunda atracción por la alquimia y los hechizos, por lo que reunió una corte secreta de alquimistas y brujas en las criptas para alcanzar lo que todos los mortales místicos anhelaban en aquella época, la vida eterna y la eterna juventud. La búsqueda de la piedra filosofal llevó varias décadas y cuando por fin la encontraron juraron guardar silencio acerca del descubrimiento de la legendaria esencia y sus poderes.

La inmortalidad era mucho más compleja de lo que había imaginado y no había valorado todo lo que significaba... Cuando todos sus seres queridos comenzaron a morir se dio cuenta de que la soledad sería su amiga de viaje para siempre. Nunca había tenido familia, pues era huérfana, pero se había desposado con un noble rico ante el cual ya no podía justificar su existencia. Su juvenil aspecto parecía no cambiar a lo largo de los años mientras todo a su alrededor era decadencia y muerte, pero ella se conservaba fresca como las rosas de los jardines y los heliotropos, tan bella  y perfecta como el primer día. Tuvo que alejarse un tiempo del castillo y vagar por los bosques cubierta por una túnica para que nadie la reconociera... Vivió en una cueva lejos de cualquier signo de civilización y cuando pasaron los años regresó a su Louvre como la hija de la anterior señora. Nadie dudó de su palabra, la mentira estaba justificada y los alquimistas guardaron silencio.

El castillo comenzaba a ser frecuentado por los nobles de la realeza y pronto tuvo que elegir un nuevo esposo... El amor no tenía cabida entre sus muros y las intrigas hacían que los matrimonios fueran de conveniencia, por lo que se conformó con un joven aristócrata de buena familia que dedicaba su vida a la guerra y apenas pasaba tiempo en el castillo. Sin embargo, los rumores acerca de su juventud volvieron a resurgir. Aunque los alquimistas y sus herederos mantuvieron el secreto, los demás nobles comenzaron a sospechar. Las brujas de las mazmorras fueron quemadas vivas en la hoguera por orden de su esposo, que temía la magia negra, y éstas la traicionaron revelando su secreto. Ella solo se rió cruelmente y las abandonó a su suerte, amenazando a los alquimistas con el mismo destino si conspiraban en su contra. Alegando un embarazo se alejó del castillo y adoptó a un niño de una familia pobre, al que confió su secreto y con el que vivió en Italia.

A su regreso casi un siglo más tarde, como heredera del Louvre, se encontró una terrible epidemia que azotaba el lugar. Los muertos se contaban por miles y el mal se propagaba sin que nadie lo pudiera eludir, ni siquiera sus alquimistas. La plaga penetró en el castillo y sus nobles y sirvientes comenzaron a perecer, mientras ella se mantenía sana y salva. Las campanas repicaban por los muertos y su palacio se convirtió en un lugar desolado lleno de cadáveres. Ella misma los enterró en los jardines hasta que pasó el horror y pudo reconstruir el castillo y volver a llenarlo de vida.

El Renacimiento fue una época hermosa en la que el palacio se llenó de artistas, opio y decadencia. El Palacio de las Tullerías, la Galería de arte y toda su belleza se concentró en aquella época, en la que nadie se fijaba en su eterna juventud y todo parecía inmerso en la somnolencia del lujo. La tormenta interior que ella vivía no la conocía ninguno de sus cortesanos, y la soledad cada vez hacía más mella en su cuerpo inmortal, en el que su espíritu anhelaba escapar de su jaula de cristal. En silencio miró todos sus retratos de cuatro siglos atrás...



Dedicado a Sedna, por su oscura belleza inmortal. 

01 noviembre 2016

The Lost Tales I


Tale I: The Divine Rose

Mi vida primigenia fue siglos atrás en la Antigua Roma... Cuando solo era una niña, fui elegida sacerdotisa de Vesta... En aquella época, el Colegio de las Vestales y su bienestar era primordial en Roma, y sus sacerdotisas consideradas casi como diosas... Eramos vírgenes de gran hermosura que guardaban el fuego sagrado del templo de Vesta, en el Foro romano, y también nos ocupábamos de los sacrificios rituales... Llevabamos un velo que cubría nuestro cabello y rostro y una túnica blanca como símbolo de pureza... Portábamos una lámpara encendida entre las manos... A nuestro santuario solo se penetraba en las ceremonias Vestalias... Vivíamos en el Atrium Vestiae, tras el templo de la diosa, al pie del Monte Palatino.... Y eso era todo lo que podía recordar antes de que empezara realmente mi historia...

Le conocí un día que estaba guardando el fuego sagrado... Su mirada me cautivó y vi que yo tampoco le había dejado indiferente... Era un amor imposible, las vestales no podían irse del templo, pero sus ojos me decían lo contrario, querían deseos prohibidos para mi como sacerdotisa... Y así fue como abandoné el santuario y fui con él, dejando que el fuego se extinguiera para lograr otro tipo de ignición...

Su fuego era muy diferente al que yo conocía en mi vida; era apasionado y hacía que mis sentidos ardieran en una danza infinita que no podía ni quería detener, pues me llevaba con su locura a la iluminación... Los mundos que jamás pensé que podrían estar destinados a mí como vestal formaban parte de su ser y los quería en mi interior, eternos, sin que la fugacidad tuviera sentido...

Regresé al templo como si nada hubiera ocurrido, pero el fuego se había apagado. Tenía que expiarlo y sacrifiqué mi sangre, rogando a la diosa que se volviera a encender. La luz solar era la fuente de ignición y aquel día brillaba más que nunca. Vi como sus cautivadores ojos me miraban culpables, no quería que sufriera ningún daño. Pero el Senado ya conocía nuestra falta y me arrebataría mis privilegios y honores, más aún cuando supieran la verdad. Que había perdido mi pureza y entregado mi alma a un mortal. Que ya no era digna sierva del templo sagrado ni de ser sacerdotisa de Vesta porque me había enamorado...
La ira del Senado no se hizo esperar. El privilegio de salvar a un condenado a muerte no salvaría a mi amor, y aunque éste trató de liberarnos para que huyéramos lejos de Roma los guardias imperiales era demasiados. Luchamos con todas nuestras fuerzas, oramos a la diosa y a su compasión, pero nadie nos escuchó. Los sacerdotes de otros dioses nos condenaron por el pecado y ambos fuimos castigados perdiendo la vida. Rogamos que si debíamos ser enterrados vivos queríamos estar juntos, porque no nos arrepentíamos de nuestro amor... Y entonces fue cuando comencé a brillar. Estaba destinada a ser una Vestalis Maxima pero ya no podría cumplir mi destino, por lo que habría de reencarnarme en otra vida futura, junto a él... Nos enterraron en vida y un rosal misterioso floreció en nuestra tumba. Desde entonces me llamaron La Rosa Divina...


Continuará...

28 octubre 2016

The Lotus Veil

El roquedal en el mar al que le llevaron los vientos de cristal le dejó sin palabras por su hermosura. El sol brillaba con fuerza sobre la superficie del océano creando unos brillos que le inspiraron mil poesías en un solo instante sobre aquel precioso arrecife a flor de agua y la misteriosa cueva que se encontraba justo detrás de él. Oía los cantos de sirena que habían llevado a la joven hasta su interior, pero ni podía ni deseaba dejarse guiar por ellos. O tal vez si... pero sabía que esa no era su misión. Había escogido ser el guía secreto, oculto en las sombras. Sonrió ante este pensamiento mientras miraba cómo le iluminaba el sol.

Miró hacia la cueva. Däyn caminó lentamente por la arena como hipnotizado, ya que como artista no podía ignorar la belleza de aquellas voces y sus melodías. Penetró en la cueva y se fijó en que sus paredes brillaban tenuemente con la luz solar  y el mar las rozaba de cuando en cuando, haciendo que cambiaran levemente de tonalidad. Una brisa fresca fluía por doquier y sabía que se volvería más fría si proseguía avanzando hacia la envolvente oscuridad. La melodía instrumental le atraía magnéticamente pero no quería escucharla. No podía. No debía dejar de escuchar el mar, su verdadero destino. O eso creía.

Sin pensarlo dio la vuelta sin mirar atrás. Se sentía como Orfeo y no quería correr su mismo destino. Crearía sus propios misterios. La cueva y lo que ocurría en su interior... En fin, no quería pensar, solo dejarse llevar por la belleza del océano y esperar a que la joven regresara cuando dejara el pequeño universo a escala en manos de sus verdaderas dueñas. Aún quería ver cómo cobraría vida para ver el cosmos, las nebulosas y toda la magia que encerraba en su interior, sus sueños y visiones... Suspiró.
Entonces lo vio. Él era su guía, esa era su misión. No podía caminar en la oscuridad sin él. Volvió a la cueva y se adentró en su interior. Dejó de oír el mar y se movió en las sombras guiado por el misterioso brillo de las paredes de la cueva, que parecían estar iluminadas con luz propia procedente de la propia roca. Llegó a un estrecho sendero, donde las voces se oían cada vez más nítidamente y cuando la cueva comenzó a ensancharse se detuvo. En aquel espacio abierto las paredes brillaban con más fuerza que nunca y no podía verle. La joven estaba en trance contemplando a la nada, pero el intuía lo que veía. Nunca lo sabría...
Solo tuvo un instante. Cuando su corazón le dijo que la visión de la joven comenzaba a difuminarse cerró los ojos y tomó su lugar convirtiéndose en un brillante punto de luz. Ella nunca lo sabría y creería que su guía era otro, pero no importaba. Su destino era más valioso que eso, ¿no?
Se situó a su lado como un espíritu guía contento de poder volver a mirarla por fin a los ojos, aunque ella no lo supiera. Ni siquiera se conocían aún. La joven escogió uno de los caminos que se abrían en aquella estancia y aparecieron en otra amplia oquedad. Ella seguía viendo imágenes con sus ojos ciegos que le eran ajenas y solo vio cómo alargaba la mano quizá para tocarla. Algo la hizo arrepentirse porque simplemente dejó su palma abierta hacia el cielo. Las runas de su mano comenzaron a brillar mientras unas sacerdotisas surgidas de otros caminos comenzaban a desfilar a su alrededor. Algunos símbolos escaparon de sus manos y comenzaron a flotar a su alrededor. Cada sacerdotisa tomó uno a su cargo hasta que solo unos pocos quedaron grabados en su piel. Una sacerdotisa, la portadora del oráculo, se acercó y la miró. Se contemplaron mutuamente como si trataran de leerse los pensamientos y la sacerdotisa la tomó de las manos haciendo que sus runas se iluminaran con más fuerza y el pequeño universo del cofre surgiera de entre las sombras cubriendo toda la escena. Justo lo que Däyn deseaba volver a ver una vez más.

Tras contemplar aquella maravilla, las sacerdotisas se alejaron y solo quedó el oráculo en silencio sosteniendo sus manos. El universo fue disminuyendo hasta volver a ser una miniatura y la joven, con sus manos ya liberadas, lo hizo flotar con su energía. Aquel cosmos pertenecía a ese lugar y la sacerdotisa debía custodiarlo. Se lo ofreció y el oráculo tendió la mano para que se moviera hacia ella. Entonces Däyn se dio cuenta. La sacerdotisa y la joven eran una sola. Ambas estaban perdidas en sus recuerdos y leyéndose mutuamente los pensamientos. Él no podía ver las imágenes pero si sentirlas, por lo que comenzó a girar alrededor de ellas haciendo que se convirtieran en pequeños haces luminosos que flotaron por la sala creando una pequeña lluvia de estrellas para después desvanecerse en la oscuridad. Quería verlas sonreír y lo logró, pues la sacerdotisa le sonrió por hacer que las paredes de la cueva brillaran con luz propia tras la lluvia. La caja con el universo flotó suavemente hasta sus manos y él supo que por fin regresaría a su precioso altar, desde el cual podría moverse con libertad por la cueva, su auténtica esencia. De pronto vio una potente luz y notó cómo dejaba de ser un punto de luz para volver a ser él mismo. Cerró los ojos y cuando los abrió estaba fuera de la cueva, frente al mar y detrás de ella. Su corazón latió con fuerza, no podía verle y arruinarlo todo. Una ráfaga de aire meció con fuerza los cabellos de la joven, que se dejó abrazar por los vientos antiguos para ser llevada a su último destino sin siquiera percatarse de su presencia.

Däyn suspiró aliviado en cuanto desapareció. Oía la voz de la sacerdotisa y el sonido del mar. Tenía demasiados pensamientos que meditar antes de escoger acompañarla con los vientos de cristal...


Dedicado a Dani, ¡feliz cumpleaños majo!

19 octubre 2016

Mediaeval romance

https://www.youtube.com/watch?v=wY9SuWf1XHI

Sus miradas se cruzaron por primera vez estando él de guardia en la sala del trono... Ella se mostró sinceramente halagada pero esquivó sus dulces palabras... Estaba prometida a otro guerrero desde hacía poco y no podía faltar a la promesa de amor que le había hecho en lo más profundo de su corazón. La corte y su espiritualidad no le permitían pensar en esos tiernos ojos que habían conquistado parte de su mente en contra de su voluntad sin siquiera saber cómo o cuando había ocurrido... Solo sabía que no podía apartarlos de su pensamiento y cada vez se fijaba más en sus sonrisas cuando hacía guardia, en su elegancia única... El aura que emanaba era tan atractiva como misteriosa, como si todos los enigmas del mundo tuvieran respuesta en su interior y sus ojos fueran los de la esfinge que siempre había buscado...

La corte solía reunirlos y en ella cruzaban pocas palabras, ella sabía cuál era su lugar y él lo respetaba. Las miradas furtivas y los gestos de cariño naturales se sucedían, y ella rogaba por el momento en que le besaba la mano... Su prometido partió a la guerra y él quedó protegiendo el castillo tratando de conquistar su corazón sin que ella se diera cuenta, pues una dama como ella, que había vivido recluida en su interior no sabía ver los ojos del amor más que en su prometido...

Decidió alejarle de su vida, sin dejar de estar presente nunca. Su historia no podía escribirse aún...

Su prometido regresó y con él la felicidad y el olvido de aquel fugaz sentimiento... El tiempo pasaba y ella ya no oía su canto de sirena ni sus palabras en los poemas. El silencio se hizo entre ambos y el destino los alejó aún más cuando fue convocado a otra corte para ser guardián de sus secretos, poseedor de un poder y un rango que merecía por su esfuerzo y lealtad... Y entonces, fue cuando se prometió con otra. Una mujer que jamás reconocería que se parecía a ella. No existían palabras para definir cómo se sentía porque su corazón realmente no le pertenecía y no le amaba, nunca lo hizo... Solo en su mundo... Las Moiras tejían en sus ruecas su destino y sus hilos cada vez eran más finos, pero sus hebras no dejaban de entrelazarse aunque sus caminos no fueran uno solo. Se unían siempre en el mismo punto, en el silencio...
Y así transcurría el tiempo y las estaciones, los solsticios y equinoccios, cada uno en su corte viviendo su vida con sus prometidos y siendo felices sin estar juntos...

Las Moiras tejieron sus hilos y cambiaron el destino de los dos amantes en silencio...

Volvieron a reencontrarse de nuevo en la corte, donde se habían conocido años atrás... Estaba sola, su prometido había partido a otra guerra que le alejaría de su lado sin que ella lo deseara... Cruzaron algunas palabras designadas por las Moiras sin que tuvieran ningún sentido, el vínculo no estaba roto pero no era como antaño, demasiado había cambiado, todo menos sus sentimientos ocultos...

Las Moiras entrelazaron las hebras en sus ruecas...

¿Si no estaban destinados por qué no podían alejarse? ¿Por qué se negaban con todas sus fuerzas a renunciar a aquella nada y lo que significaba para ellos? Quizá su historia nunca sería escrita ni aparecería en ningún poema ni ninguna crónica. Solo en los recuerdos de lo que no había ocurrido y lo que podría haber sido. Sus pensamientos seguirían encontrándose en la eternidad que solo a ellos pertenecía. Una eternidad que jamás llegaría a ser real porque no existía en el mundo mortal...


Dedicado a Caleb, por sus maravillosas creaciones.

09 octubre 2016

Anywhere

No podía creerse que aquella panda de pazguatos la hubiera engañado. O más bien, que hubiera caído en la trampa de Polvo. Estúpida Pänsy, en serio...

- Dame mis poderes, engendro infernal -ordenó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo? Mira bonita, digo, bonito... le vas a pedir los poderes a quien yo te diga... -se enfadó Märga. Estaba perdiendo la paciencia.
- A ti, que me los has robado. ¡Ladrón!
- ¡Dale sus poderes, bellaco! -chilló Chico-chica, enervado.
- ¿Bellaco? ¿Pero de qué época salís? -preguntó la meiga, alucinada.
- No voy a perder más tiempo contigo. Si no me das mis poderes... -amenazó Polvo.
- ¿Qué? ¿Vas a torturarme?
- ¡Buena idea! -dijo Princesa.

En buen lío se había metido...


La pira ardía con fuerza al atardecer. El Clan Siniestro, como ella misma les había llamado (¡porque ella les había creado! ¡encima!) había reunido un círculo de piedras y madera para encender una hoguera. Märga se sentía como si estuviera en un entierro vikingo y no le gustaba nada...

- ¿Vais a quemarme viva? ¿en serio? ¿así pretendéis arrebatarme los poderes? -se burló tratando de parecer más valiente de lo que se sentía.
- Tuya es la decisión. Devuélveme mis poderes o te meteremos en la hoguera.
- Lo suyo era que me hubierais metido en la pira y después la hubierais encendido, así os vais a quemar vosotros también -observó Märga. ¿¡Pero por qué les daba más ideas!?
- Anda, pues es verdad... -coincidió El doble de chico-chica.
- ¡Ya lo sé! ¡Invoquemos a mi amiga Pänsy!

La meiga no podía más. ¿A quién había matado para merecer esto? "Mi amiga Pänsy", dice...

- ¡Oh, poderosa Pänsy, acude a mi ruego! ¡Vos que sois tan bella y yo que os... vamos, ayudadme -murmuró Polvo.
- ¡Ruego! -exclamó Km3.
- ¡Luego! -contribuyó Princesa por sorpresa.
- ¡Huevo! -dijo Chico-chica.
- Yo de verdad que... -pensó Märga.
- ¡Yo que os conmuevo! qué grande soy haciendo rimas... -se admiró Polvo de Galleta.
- ¿Pero cómo va a acudir a una súplica tan cut..?

Para sorpresa de Märga, Pänsy se materializó y soltó otra de sus pánfilas risitas.

- Hola, Märga la meiga.
- ¡Hola! -se oyeron dos voces al unísono; una sarcástica de la auténtica meiga y una alegre de Polvo de Galleta.
- Ya te has reído bastante, ¿no? Me pediste un favor y si no les haces volver a la cordura no podré cumplirlo...
- Bueno... a lo mejor ya no me interesa tanto... -dijo Pänsy retorciéndose un mechón de pelo.
- ¿Por qué hablas con ese? -preguntó Polvo de Galleta, extrañado.
- Solo le sigo la corriente, tranquilo. ¡Bonita fogata!
- Quieren quemarme viva... a mi no me hace ninguna gracia...
- ¡Oh, no seas dramática, querida!

Pänsy movió las manos y el fuego se apagó de inmediato. Después congeló (literalmente) al Clan Siniestro para ahogar sus protestas.

- ¡Qué frio! -exclamó Märga, viendo que la hechicera creaba una pequeña tormenta de hielo a su alrededor.
- Mantiene el cutis fino. Y ahora... ¿Qué podemos hacer?
- No entiendo nada...
- No sé si prefiero ese favor o pedirte algo más... difícil...
- ¡Ay, que me conguelo! ¿Más difícil?
- Tu no eres la única que tiene tratos con el brujo sin nombre...
- ¿Con Milla Náutica? -preguntó la meiga sin poder evitarlo.

Algo cambió en el ambiente. Pänsy se quedó anonadada, la tormenta cesó y el grupo se descongeló.

- ¡Märga! ¡y la hechicera! -exclamó Polvo de Galleta.
- ¿Cómo hemos llegado aquí?
- ¿Ya es Êdimbürgh?
- ¿Por qué estáis atada?
- ¿Y esa pira?
- ¿Qué esta ocurriendo?

Todos hablaban a la vez muy confusos pero Märga no podía dejar de mirar a la hechicera, que parecía haber entrado en trance y la miraba boquiabierta. Solo faltaba que le hiciera una caída de ojos...

- Habéis... dado... nombre... al brujo... -musitó casi sin voz.
- ¿Qué?
- ¡Oh, por fin!

Chico-chica parecía encantado y Märga no sabía qué hacer ni cómo sentirse. El chico (¿o chica?) fue a desatarla y la meiga le sonrió amablemente.

- ¿Alguien me puede explicar qué tiene de especial..? -comenzó a preguntar.
- El brujo sin nombre no tiene nombre, pero de vez en cuando alguien le da uno -explicó Chico-chica- y entonces adquiere un don.
- Vale... ¿Qué don?
- Tú... -murmuró Pänsy, aún en trance.
- Has de descubrirlo por ti misma.
- Pues no quiero sonar borde, pero no le veo el interés...
- ¡¡Jamás niegues el don del gran brujo sin nombre!! -gritó Chico-chica arrepintiéndose al instante.
- Nunca... grites... a una... meiga... -dijo Märga muy despacio con voz amenazadora.
- Lo siento, gran señora, me he dejado llevar... ya conocéis mi admiración por el brujo...
- ¡Maldita sea!

Pänsy movió las manos y desapareció en la niebla.

- Bueno... como no me ha dicho lo contrario... supongo que el primer favor sigue vigente... -susurró la meiga.
- ¿Qué? -preguntó Polvo de Galleta.

Märga les explicó lo ocurrido y Polvo le agradeció el cambio de imagen, se veía muy favorecido pero no le había parecido adecuado mencionarlo antes.

- Así que sigamos con el plan inicial, aunque de momento voy a conjurar un refugio, tendremos que pasar la noche aquí en la costa -dijo la meiga mirando al cielo tachonado de estrellas donde ya brillaba una luna creciente casi llena.


Dedicado a Marga, ¡feliz cumpleaños cuqui!

01 octubre 2016

Shot in the dark


Cuanto más avanzaban por el bosque, más deseaban abandonarlo. Llevaban un día y una noche viajando a través de él y las visiones que les presentaba cada vez eran más extrañas e irreales.

- Si no fuera porque es imposible... diría que estamos en medio del bosque de Nüymn -susurró Prôed.
- ¿Nüymn? -repitió Lêandrö- ¿El bosque maldito de las leyendas? Solo es un mito... -dijo con voz dubitativa.
- Píensalo... "Hermoso en su interior, maldito por los nigromantes de la noche, quien ose atravesarlo perderá sus dones y su juicio para vivir por siempre con sus seres diabólicos en una danza mágica sin fin...".
- No me lo creo. Más bien será un bosque especial y mágico, como tantos, y lo que ha creado la inspiración de un lunático... La leyenda, me refiero...
- ¿Qué dice la brújula?

Era la primera vez que Prôed la mencionaba desde que la había encontrado y el príncipe de los Leonîdas no sabía qué responder.

- Sus agujas giran en direcciones que no logro comprender... mira -dijo mostrándosela. Prôed cuidó de no tocarla y la observó detenidamente. Él tampoco la entendía. Variaba del noreste al sur y cada dos giros señalaba al oeste.
- Bueno, ni idea. Mejor continuamos nuestro camino, quiero irme de aquí cuanto antes... -dijo mientras observaba a los misteriosos seres azulados de las charcas.


Cuando casi caía la noche, ambos elegidos vieron que se aproximaban a la linde del bosque.

- ¡Al fin! Podremos proseguir nuestro rumbo al sur por un camino... -empezó Lêandrö, pero se interrumpió al ver cómo su compañero se detenía.
- ¿Qué ocurre? ¿Ves lo mismo que yo? -preguntó el heredero al trono de Nrym.

Lêandrö vio cómo la linde del bosque se alejaba parcialmente de ellos. Caminó unos pasos en su cabalgadura y la linde se alejó aún más.

- ¿Qué significa esto?
- Nüymn -musitó Prôed.
- ¿Cómo..?

Antes de que pudieran reaccionar se vieron rodeados por cinco figuras encapuchadas y altísimas que formaron un círculo a su alrededor. El príncipe oyó de nuevo aquella risita macabra y femenina...

- ¡Nigromantes! -gritó el señor de las tierras de Kyrien.

Las figuras alzaron sus manos e invocaron a los espíritus. Lêandrö y Prôed contemplaron impotentes cómo cientos de cadáveres vivientes se acercaban con lentitud dispuestos a acabar con ellos.

- ¡Desenvaina tu espada, Lêan! -ordenó su compañero viendo que éste parecía haber entrado en trance. Lêandrö le obedeció y pronto se vieron inmersos en una encarnizada batalla contra esqueletos y muertos. Prôed desmontó de Cólera mientras el valiente corcel alzaba las patas y golpeaba a aquellos terribles seres sin ningún miedo, al igual que el caballo del príncipe. El guerrero trató de asesinar a uno de los nigromantes, que comenzó a reír demente mientras la espada se clavaba en su corazón. Los otros magos trataron de atacarlos a su vez y Prôed logró deshacerse de uno de ellos mientras otro huía. Lêandrö estaba rodeado por varios esqueletos y los otros dos nigromantes y el señor de Kyrien acudió en su rescate. Sus movimientos eran lentos y torpes, como si una fuerza superior le retuviera. Prôed ahuyentó a uno de los hechiceros mientras Lêandrö acababa con el otro. Inmediatamente y tan de improviso como había comenzado, los muertos se retiraron mientras ambos escuchaban el eco de la risa femenina...

- Esa maldita sacerdotisa... -murmuró Prôed sin que su amigo le oyese- ¿Estás bien?

Lêandrö tenía varias heridas poco profundas y sus ojos estaban fijos en un punto en la lejanía. El heredero al trono de Kyrien se fijó en que su propio brazo sangraba y le dolía un tobillo, pero estaba demasiado preocupado por la actitud de su amigo como para pensar en ello. Sin mediar palabra, Lêandrö asió las riendas de su caballo y comenzó a caminar obnubilado hacia la linde del bosque. Prôed temía que alguno de los nigromantes lo hubiera hechizado con su magia oscura y agarró con fuerza su espada por si tenía que protegerse. El príncipe arrastraba la suya.

Al llegar al límite del bosque, Prôed vislumbró un sendero de piedra iluminado por la luz de la luna y se fijó en que ya era de noche. Lêandrö seguía caminando en silencio y con los ojos perdidos.

- ¿Lêan..? -arriesgó a preguntar su compañero. No obtuvo respuesta.

Tras un rato avanzando y con el señor de las tierras de Kyrien cada vez más pensativo tratando de adivinar qué le ocurría a su amigo y si era peligroso, Lêandrö se detuvo en seco y miró hacia el este, a un grupo de árboles a través de los cuáles fluía un riachuelo que parecía hecho de estrellas; el príncipe se agachó y metió la mano en él. Tras tantear un poco en la oscuridad, sacó un cofre de piedra del agua.

- ¡Buah, está helada, socio!

Prôed pegó un salto del susto. Lêandrö parecía estar perfectamente ahora y eso le confundía.

- ¿Pero qué...?

Ante su asombro, el príncipe de los Leonîdas abrió el cofre con naturalidad, en cuyo interior yacía un libro de nácar.

- ¿Otro símbolo de la Diosa? ¿Estás de broma? -dijo el señor de Kyrien, enfadado.
- Aún no te he dado las gracias por salvarme la vida -respondió sencillamente Lêandrö mientras tomaba el hermoso y brillante libro en sus manos.
- Si, señor Frodo -respondió secamente Prôed dándole la espalda y alejándose de él.
- Prô...
- ¡Ni Prô ni prû! ¿Cómo te atreves? ¡Yo soy el elegido! -exclamó furioso.
- Ambos somos elegidos...
- ¡¡No!! ¡está claro que yo no! ¡ya tienes tres símbolos de la Gran Señora! ¡¡tres!!

Cualquiera le dice que el libro de nácar sirve para interpretar la brújula y encontrar la flor de cristal índigo, pensó Lêandrö.

- Tienes que calmarte, socio... Si, de momento tengo más símbolos que tu, pero eso no significa nada...
- ¡Claro que si! Da igual si consigo la flor, ¡tu ya tienes tres! ¡y yo solo tendría dos!
- Prô... no significa nada, créeme. Te necesito en la misión tanto como tu me necesitas a mí. Acabas de salvarme la vida -le recordó.
- Y qué... tu te llevarás toda la gloria y nadie me recordará...
- No hacemos estoy por el honor, sino por la Diosa... -trató de razonar el príncipe.
- Yo ya no sé nada, no sé que hago aquí.

La risita macabra de una mujer se escuchó en la oscuridad muy cerca de ellos y ambos alzaron los ojos.


Dedicado a Leandro y Pedro, ¡feliz cumpleaños bollus!

26 septiembre 2016

Dark horse












¿Recuerdas?

Eres una criatura mágica, como nosotros. Pegaso, kelpie, unicornio... no importa. Perteneces a una raza de corceles indómitos, maravillosos, con poderes divinos. Estos poderes te fueron arrebatados cuando te desterraron a la tierra, aquel extraño planeta perteneciente a otra realidad, a otra esfera del entendimiento. Donde la magia no existe, y si lo hace es clandestina, secreta, enigmática... Los ignorantes la desmienten, los elegidos la temen... La reverencia que se tienen a los poderes que no alcanzan sus mentes hace que nieguen toda posibilidad de su existencia. Salvo en sus sueños... En sus sueños son libres, pueden hacer lo que quieran. Hazañas que jamás imaginarían en su vida real. Sueños prohibidos por su violencia, su ambrosía, su letalidad...

Un día, el exilio te escogió por tu rebeldía. Liderabas un grupo de pegasos malignos tenebrosos como el azabache. Eras su reina, su diosa, lo harían todo por ti... pero te traicionaron. Cuando el Gran Creador os convocó a su trono todos renegaron de ti, de tu osadía. Juraron que les habías obligado a cometer aquellos actos impuros porque no existía la nobleza en tu interior, a pesar de ser una purasangre. El Gran Creador eligió para ti un destino en la tierra, donde los tuyos solo eran historias de fantasía. Tu grupo se convirtió en seres humanos que solo podrían vivir en tus sueños como castigo por quebrantar las leyes divinas. Sin embargo, lograste conocer a seres parecidos a ti en aquella tierra; los caballos. Te convertiste en amazona y siempre sentiste un vínculo especial con ellos. Y ahora que tu espíritu ha sido purificado... el Gran Creador quiere que regreses.

Ëve no sabía qué decir. Era demasiado, no podía creérselo. ¿Ella, un pegaso de un mundo... onírico? Ni siquiera sabía qué era ese mundo...

- ¿Lo entiendes? -preguntó el poni.
- No, realmente... ¿dónde estamos? El Palomitero, Pini... ¿son mi grupo de "pegasos malignos"? -respondió ella con incredulidad.
- Así es. Sus espíritus no han sido acendrados y han tratado de engañarte para volver contigo a la tierra. Para torturarte allí por su castigo.
- Pero... nunca me han tratado mal... -dijo Ëve, que no sabía si creer al poni achuchable.
- No me corresponde a mí juzgar eso. Piensa...

La chica pensaba todo lo rauda y veloz que podía. Sus amigos... o lo que fueran... le decían que no creyera al kelpie. Pero el kelpie no era un kelpie, ¿era un poni? ¿Por qué habría de haber ponis en ese mundo de caballos imaginarios o lo que fuese? ¿Qué se proponía aquella agradable y encantadora criatura? No sabía si creérsela... Aunque por otra parte, los chicos habían sido muy reacios a contarle nada de su mundo y del kelpie... ¿tendrían alguna buena razón para ello? Tal vez estaban siendo atormentados por una fuerza maligna y por eso querían huir a la tierra... A ver, ellos decían que eran seres oníricos que pertenecían a los sueños... que se había forjado un lazo entre ellos, los sueños y ella, que era real... O eso creía...

- ¿En qué piensas? -preguntó el corcel, amable.
- Quiero verles. Quiero hablar con ellos.
- No creo que sea una buena idea... tratarán de influenciarte.
- Lo mismo que tú. Quiero juzgar por mí misma.

El poni dejó de sonreír y se puso muy serio.

- El Gran Creador dijo que lo harías. Que querrías unirte a ellos y que perderías la oportunidad de regresar. A ellos, que renegaron de ti y vuestros actos...
- No me importa. En la tierra estoy bien, no recuerdo con claridad nada más.
- ¿No deseas volver a ser un pegaso y volar?

Suena tentador, para qué negarlo -pensó Ëve. Las palabras del poni la hacían dudar, pero el Palomitero y el resto parecían buenos chicos y confiaba más en ellos que en aquel poni, para ser sinceros. Pero no iba a decirlo en voz alta.

- Déjame volver y hablar con ellos -dijo con una voz autoritaria que le sorprendió.
- Está bien. Monta.


Ëve se montó poco convencida en el poni, que volvía a tener la forma del kelpie alazán, y agarró con fuerza su crin. Cuando empezó a galopar se dio cuenta de que podía moverse, lo que la tranquilizó. Era su sueño, ella tenía el poder.

- ¡Ëve! -gritó el taxista en cuanto la chica volvió al paraje tropical y desmontó del kelpie.
- Hol... -sin darle tiempo a reaccionar el taxista le dio un gran y estrecho abrazo y le acercó demasiado su...- ¡Agh! -exclamó ella sin poder evitarlo y tratando de empujarle. No sirvió de nada porque todos se abalanzaron sobre ella a abrazarla y recibió algunos besos que no supo decir de quién eran.
- Piensa en todo lo que te he contado, Ëve... Solo la verdad -dijo el kelpie cuando las muestras de cariño cesaron. Regresaré si eso es lo que deseas, solo tienes que llamarme. Dicho esto, desapareció en la niebla.
- ¿Qué te ha contado ese corcel del demonio? -le preguntó la rubia zorra.
- Bueno... -empezó Ëve.



Dedicado a Eva, ¡feliz cumpleaños, tocaya!

23 septiembre 2016

Hide from the sun

A la luz del día el bosque de Yngre, cuyos árboles se mecían con suavidad en la lejanía, no parecía tan terrible. Sin embargo, Andre conocía el tenebroso secreto que escondía en su interior, un secreto que no podría revelar jamás si no quería un destino fatal. Se contempló el dorso de la mano, donde el símbolo de la bruja relucía oscuro contra su pálida piel. Un suspiro hizo que el Fero que la había salvado fuera a su lado.

- ¿Estáis bien, princesa?
- Estoy maldita... -susurró Andre con voz trémula.
- No os preocupéis. El tiempo...
- ¿No podéis salvarme con vuestra magia? -suplicó con ojos brillantes por las lágrimas.

El Fero retrocedió por un instante y sacudió la cabeza. Claro que no... No, de ninguna manera.

- Nuestra magia no puede portar sanación a una marca tan oscura. Pero si podemos aliviar vuestro corazón -dijo haciendo un gesto a los demás Feros. Estos se acercaron y formaron un círculo alrededor de la princesa.
- ¿Qué ocurre aquí? -preguntó Ttudo, que se había alejado un momento para acudir a la llamada de la naturaleza.
- Shh.

El Reotipo contempló a los elfos, que cerraron los ojos y se dieron las manos. Andre cerró los ojos a su vez y una luz comenzó a manar de las mágicas criaturas, formando una jaula de oro alrededor de la princesa. Los hilos dorados se oscurecían por momentos para después emanar su negatividad a la tierra, desde donde regresaba al lejano bosque, que parecía sonreír mientras la hojarasca cimbreaba con una brisa inexistente. Una vez finalizado el ritual, los elfos abrieron los ojos y se separaron.

- ¿Os encontráis mejor? -preguntó el Fero.
- Si -respondió Andre, cuyos ojos reflejaron un brillo azul lívido tan fugaz que pasó inadvertido a todo el mundo.
- Entonces creo que deberíamos continuar. El tesoro de los Reotipos espera desde hace generaciones a ser encontrado.
- Eso debería decirlo yo, ¿no? -preguntó Ttudo, que no podía soportar la presencia de aquellas criaturas y cuyo linaje era mucho más puro que el suyo y le daba más derechos sobre el tesoro de su pueblo.
- Tranquilo, amigo, solo un auténtico Reotipo podría encontrarlo. Sin vos no haríamos sino perder el tiempo -suavizó uno de los elfos.
- Pues eso... nuestra bella princesa nos guía con los manuscritos, vos... nos acompañáis y yo lo descubriré y lo entregaré al Clan Siniestro, su verdadero dueño. ¿Verdad, princesa?

Andre dejó de mirarse la mano y sonrió.

- Cuando deseéis.


El camino hacia el este era largo y tras dos días nublados por fin llegaron a las montañas Nürien, donde los pergaminos señalaban el origen del tesoro.

- Vuestro tesoro se halla perdido en estas montañas, en una cueva de misterioso poder donde un antiguo Reotipo lo ocultó hace siglos tras la guerra contra las brujas... -al decir las últimas palabras su voz hizo eco, lo que no pasó desapercibido para algunos de los Feros.
- Princesa...
- La cueva se encuentra en el interior de un arroyo, en el corazón de las montañas -prosiguió Andre con voz dulce- lo mejor será avanzar por esta senda, aunque es posible que debamos trepar...
- ¿"En el interior de un arroyo"? -repitió Ttudo.
- Así lo pone en el manuscrito.

Andre miró hacia el cielo, donde las nubes comenzaban a despejarse y mostrar algunos rayos de sol.

- Vamos, no perdamos tiempo -urgió- cuanto antes acabemos antes podré regresar a mi hogar y lidiar con mi embrujo.

El Fero que la había salvado la miró fijamente y Andre le sonrió con dulzura.


El paso por las montañas no era tan duro como habían imaginado. Las sendas estaban bien marcadas y a pesar de que no se encontraron con nadie en el camino, a excepción de algunos unicornios, no existía el silencio.

- Son tan hermosos... -suspiró Andre acercándose a uno de ellos. El animal se encabritó y alzó sus patas de forma amenazadora, por lo que la joven se retiró de inmediato. Supongo que será por mi maldición... -dijo sin más alejándose. Cuando todos se movieron la princesa se dio la vuelta y miró fijamente al unicornio, que le devolvió una mirada desafiante.

Tras atravesar varios pasos angostos entre las rocas, Andre se detuvo. El sol brillaba con fuerza en uno de los claros y los Feros, grandes amantes de la naturaleza, se sentaron en la hierba a descansar un rato.

- Venid, princesa, disfrutad de la luz solar tras tanta oscuridad -invitó uno de los elfos.
- No, gracias... Ya sabéis como son las costumbres de la corte, debo mantener mi piel pálida y perfecta... -se disculpó Andre sentándose al borde del angosto paso.
- ¡Qué elegancia desprende nuestra querida princesa! Mujeres así nos hacen suspirar en el este... -comentó el Reotipo con voz seductora. La joven tuvo un escalofrío y sonrió a duras penas.
- ¿Estáis segura? debéis estar helada en la sombra... -dijo el Fero que la había salvado.
- Al contrario, tanto caminar me ha dejado exhausta, prefiero refrescarme aquí...

El elfo la miró con fijeza y la princesa volvió a sonreírle impertérrita. Confiaba en que no sospechara nada o tendría que acabar con él...

Cuando el sol se ocultó tras unas nubes la princesa se descalzó y caminó por la hierba junto a los Feros, sonriendo y conversando alegremente sobre el tesoro de los Reotipos y el honor que para ella suponía compartir tal aventura con tan gallardos caballeros.

- De todos modos, deberíamos ponernos en marcha -dijo mientras miraba disimuladamente las nubes, que volvían a despejarse. Aún tenemos que escalar esta montaña antes de poder descansar esta jornada.
- ¿Escalar? ¿No podemos continuar por el valle? -preguntó el Fero, desconfiado.
- Es lo que ponen los manuscritos. El arroyo se encuentra tras esta montaña y nos llevaría al menos un día entero rodear por el valle. No deseo alargar la espera de mi amable compañero -dijo mirando al Reotipo, que hinchó el pecho de orgullo.

Como ninguno de ellos sabía descifrar los pergaminos no podían acusarla de mentir, por lo que se dispusieron a trepar. Al Fero le pareció muy extraño que casualmente aquella pared de piedra se encontrase a la sombra, pero guardó silencio. Las rocas estaban afiladas pero era fácil subir por ellas. En un momento dado, Andre se enganchó con una piedra y su túnica se rasgó, haciéndole un pequeño arañazo.

- ¡Oh, princesa! ¿estáis bien? -preguntó Ttudo, preocupado.
- Si, no es nada, solo un rasguño... Seguid, ya casi estamos llegando -dijo ella sin darle importancia.

Una vez llegaron a la cumbre, pudieron ver una profunda bajada y al final de ella un arroyo.

- ¡Ese es el arroyo! -exclamó Andre, emocionada- pero el descenso será difícil, lo mejor será buscar alguna cueva para pasar la noche.
- Si, además ya está atardeciendo... no será peligroso si lo hacemos a la luz del día -afirmó Ttudo.

El grupo descendió hasta un pequeño prado donde encontraron una caverna.

- Dejadnos echar un vistazo y ver si es segura -dijo uno de los Feros. Tras unos instantes regresaron y confirmaron que la cueva era lo suficientemente espaciosa para todos y que no había ninguna bestia salvaje en su interior, salvo algunos murciélagos que espantaron y unos huesecillos que sacaron fuera para hacerlo más cómodo a la princesa.
- En realidad los elfos preferimos dormir a la luz de las estrellas, pero quizá la noche sea demasiado fría para vos. Podéis dormir en el interior junto a vuestro amigo y nosotros montaremos guardia fuera. De todas formas, permitidnos buscar hojarasca y prepararos un lecho cómodo.
- Muchas gracias, sois muy amables.
- Voy con ellos, princesa -dijo el Reotipo para no quedar mal y maldiciendo que se le hubieran adelantado con tantos agasajos.
- Alguien debería quedarse con la princesa, por si ocurre algo...
- ¡Me quedo yo! -se ofreció al punto Ttudo.

Los Feros se alejaron y Andre vio cómo los últimos rayos de sol asomaban en el cielo a través de las nubes.

- Ttudo, por favor, comprueba que no quede ningún murciélago en la cueva y busca rocas para encender un fuego. Comienza a refrescar... -pidió la joven.
- A sus órdenes, mi princesa.

El Reotipo entró en la cueva y Andre miró los huesecillos de antes. Los recogió y los dispuso terroríficamente mientras sonreía demente en un lugar alejado de la vista de los elfos justo en el preciso instante en el que la luz solar rozaba su piel, que se arrugó y se volvió de un tono verdoso. La princesa caminó por el prado y vio un pequeño charco en el que se vio reflejada. Las partes de su cuerpo que el sol iluminaba eran las de una terrible bruja de ojos muertos azul pálido y pelo negro y liso. La princesa se movió alrededor del charco contemplando a su vez su reflejo y el de la bruja y sonrió de nuevo siniestramente mientras hacía que el agua se evaporase y miraba al cielo viendo como el sol se ocultaba casi del todo. Confiaba en que al día siguiente volviera a estar nublado.


Dedicado a Andrea, ¡feliz cumpleaños, princesa!